Reducir los riesgos de contaminación en alimentos ecológicos a lo largo de toda la cadena de producción es uno de los objetivos de Quality Low Input Food (QLIF), un proyecto europeo que se inscribe en el VI Programa Marco de la UE. Y es que el creciente mercado ecológico, cuya superficie agrícola aumenta un 30% cada año, según datos del Parlamento Europeo, requiere una actualización constante de las condiciones de elaboración, así como de las de comercialización. Una de las mayores apuestas comunitarias pretende que las etiquetas permitan la trazabilidad de los alimentos.
Un total de 15 países europeos, bajo la coordinación de la Universidad de Newcastle, participan en el proyecto europeo Quality Low Input Food que pretende desarrollar nuevas tecnologías para mejorar la calidad y seguridad nutricional, microbiológica y toxicológica de los alimentos ecológicos. Según Carlo Leifert, coordinador del proyecto, «la investigación proporciona información válida sobre cómo las diferencias en los sistemas de producción afectan al valor nutricional, el sabor y la seguridad de los alimentos». Las investigaciones emprendidas en el proyecto se centran en cultivos protegidos (tomate), verduras (lechuga, cebolla, patata, zanahoria, col), fruta (manzana), cereales (trigo), cerdo y productos lácteos y avícolas.
La singularidad de los métodos de producción ecológica requiere que se establezcan también medidas concretas que velen, por ejemplo, por reducir los riesgos relacionados con la reducción de la fertilidad, los patógenos y las toxinas de los hongos. Todo ello sin que se altere el valor nutricional, el sabor y la caducidad. De lo que se trata es de ofrecer a los agrónomas las herramientas necesarias que les permita «mejorar la fertilidad del suelo, el control de enfermedades, las malas hierbas y la plagas». Por su lado, los expertos en ganado evalúan cómo los métodos de cultivo y los regímenes de alimentación pueden mejorar «la calidad nutricional de la leche ecológica y minimizar los parásitos y las infecciones bacteriológicas en las producciones de cerdo y lácteos».
Lavado ecológico
Las primeras investigaciones sobre el uso de ozono para el lavado de verduras frescas se perfilan como prometedoras en la producción ecológicaUna de las investigaciones que se incluyen en el proyecto es desarrollar una alternativa ecológica para el lavado de verduras frescas. En este sentido, los expertos apuestan por el uso de agua ozonizada en lugar de agua clorada, ya que el cloro, que se utiliza en los sistemas intensivos de producción alimentaria, está prohibido en la producción de alimentos ecológicos. Para Särkkä-Tirkkonen, de la Universidad de Helsinki y responsable de esta parte del proyecto, «el ozono podría ser un buen sustituto porque durante el proceso se descompone en oxígeno y no deja ningún residuo». Comparte con el cloro la capacidad de reducir la cantidad de microbios contenidos en los productos vegetales, lo que permite un periodo de conservación de diez a doce días.
Uno de los puntos que aún quedan por cerrar es la cantidad exacta de ozono que puede utilizarse, ya que los expertos advierten que «sólo pueden intervenir cantidades muy pequeñas». Los estudios se encaminan pues a encontrar la cantidad más adecuada y acortar el proceso de lavado. Hasta ahora, la investigación se ha centrado en la lechuga, un vegetal con una estructura celular muy sensible que, pese a ello, ha «sobrevivido al tratamiento con ozono». Si tras todas las evaluaciones necesarias se perfila como un tratamiento efectivo, los expertos confían en aplicarlo a otras verduras como el calabacín y el tomate, e incluso a los sistemas convencionales de producción masiva de alimentos.
Seguridad alimentaria
Desde la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) confían en que el auge de la agricultura ecológica, que se practica en 120 países, sirva también para paliar los desajustes en seguridad alimentaria, ya que le atribuyen potencial para cubrir el suministro mundial de alimentos, algo que ya hace la agricultura convencional pero con menos impacto medioambiental. En el informe Agricultura orgánica y seguridad alimentaria, presentado hace unos días, la FAO cita algunos estudios recientes sobre el suministro mundial de alimentos ecológicos que indican que la agricultura ecológica es capaz de producir alimentos suficientes para toda la población.
Aumentar la protección de los consumidores sobre el etiquetado de los productos que se obtienen a partir de la agricultura ecológica es el objetivo de un informe que acaba de presentar el Parlamento Europeo. El texto insta a los Estados miembro a adoptar medidas encaminadas a evitar cualquier tipo de contaminación «accidental» y a que las etiquetas de los productos permitan la trazabilidad del producto.
En este sentido, apuesta por obligar a incluir en las mismas el logotipo europeo que distingue a los alimentos que contienen un 95% de componentes orgánicos, con independencia del uso de otros sellos privados. Según la Eurocámara, para que un producto pueda ser considerado ecológico no puede haber sido manipulado genéticamente, aunque las normas permite que se etiquete como tal siempre que la contaminación no supere el 0,1%.
Otra de las propuestas es dejar de utilizar la denominación UE-ECOLÓGICO, al considerar que puede confundir al consumidor porque da a entender que se trata de un producto cuyo origen es la UE, cuando en realidad puede proceder de un país tercero. La sustitución por ECOLÓGICO podría acabar con esta confusión.