Los frutos secos son alimentos muy completos desde el punto de vista nutritivo. Sobresalen por su valor energético, la abundancia y calidad de sus grasas, el reseñable contenido proteico y por su contenido en nutrientes reguladores como variedad de vitaminas, minerales y fibra. Incluirlos en la dieta infantil es una sana opción para que los niños se acostumbren a su sabor, aunque con precaución si son muy pequeños: pueden atragantarse, al ser alimentos de tamaño pequeño; son difíciles de digerir por su concentración grasa, y pueden desencadenar alergias.
Cuando los niños tienen menos de dos años, el consumo de frutos secos les supone más inconvenientes que ventajas que merece la pena tener en cuenta. Uno de ellos es el riesgo de atragantamiento. Hay que observar y conocer bien el ritmo evolutivo del niño a la hora de masticar. Como norma general, no se aconseja que los menores de dos años coman frutos secos ya que, en general, no coordinan bien los movimientos de masticación y, si no mastican muy bien, existe el riesgo de que se atraganten.
Por ello, cuando se le ofrecen frutos secos a un niño pequeño es importante vigilarlo mientras come e insistirle en que mastique mucho antes de tragarlos para evitar un percance. Una forma de incluirlos en su alimentación es triturarlos con un poco de agua o aceite y preparar una mantequilla (como la de cacahuete) para untar el pan o las galletas. Para hacer la dieta más variada y que el niño se habitúe al sabor se pueden mezclar los frutos secos con el yogur, las ensaladas, las frutas, la sopa, los platos de verdura o elaborar salsas para acompañar los trocitos de carne o de pescado.
Difíciles de digerir y muy calóricos
Los frutos secos, dado su elevado contenido en grasas, son alimentos que, además de calóricos, son difíciles de digerir. Las cantidades que deben consumir los niños (también las personas adultas) han de ser pequeñas -una ración es un puñado-, para evitar que luego duela la tripa. Al ser muy apetecibles, muchas veces resulta difícil que dejen de comerlos, aunque hay que insistir en que no se excedan con la cantidad.Alergia a los frutos secos
Para los niños, los frutos secos son, junto con la leche, el pescado y el huevo, alimentos problemáticos por su capacidad de provocar alergias alimentarias. De todos los frutos secos, parecer ser que los cacahuetes, en general, son los que mayor número de alergias provocan.Algunos síntomas de alerta que ayudan a identificar la alergia a los frutos secos puede ser el goteo nasal, la urticaria por todo el cuerpo, el hormigueo en la lengua o la sensación de opresión en la garganta. Los síntomas pueden empeorar rápidamente si el niño tiene dificultad para respirar, inflamación de la garganta u otras partes del cuerpo, llegando a producirse una reacción anafiláctica, que si no se trata a tiempo puede tener consecuencias fatales.
Los frutos secos destacan por su elevado contenido energético. Cien g de frutos secos aportan más de 500 calorías (excepto la castaña, que contiene unas 200 calorías). Este importante valor energético deriva de su escaso contenido en agua (menos del 10% de su composición), y de su notable cantidad de grasas (más del 50% de su peso) y proteínas (alrededor del 20%). En la composición de las grasas predominan los ácidos grasos insaturados y, entre ellos, el ácido linolénico y el linoleico. Ambos nutrientes son esenciales y el organismo humano es incapaz de sintetizar, y se han de aportar por los alimentos.
Estos ácidos grasos resultan vitales para la formación de las membranas celulares, particularmente de las células nerviosas, que en los niños están en pleno crecimiento y desarrollo. Los frutos secos no contienen colesterol, lo cual, unido a su saludable perfil de grasas, los convierte en alimentos que, consumidos habitualmente, ayudan a prevenir trastornos cardiovasculares desde la infancia.
Junto con las legumbres y los cereales, los frutos secos forman un equipo muy bien avenido: aportan una excelente cantidad de proteínas vegetales (bien combinados estos alimentos dan lugar a proteínas completas equivalentes a la proteína animal), variedad de vitaminas del grupo B (B1, B3, B6 y folatos), vitamina E (potente antioxidante) y minerales como el hierro y calcio (estos dos minerales de peor absorción), potasio, fósforo, magnesio y cinc. Las vitaminas del grupo B son necesarias para el desarrollo del sistema nervioso del niño, la formación de sus glóbulos rojos y el aprovechamiento de la energía que contienen los alimentos.
Parte de la vitamina B1 y de la E se destruyen durante el proceso de tostado que se suele aplicar con frecuencia a los frutos secos envasados, razón suficiente para acostumbrar a los niños a comer frutos secos de la manera más natural. Además, estos alimentos son ricos en fibra, por lo que facilitan el tránsito intestinal, y previenen o mejoran el estreñimiento que con frecuencia se da entre los más pequeños.