La piel es un órgano vivo en continua regeneración, pero a partir de los 25 o 30 años comienza a reducir su capacidad de renovación de forma imperceptible. La sequedad, la pérdida de elasticidad y el cambio de textura son propios del envejecimiento de la piel debido al paso de los años. No obstante, es posible controlar diversos factores para ralentizar este proceso. En este artículo se describen cuáles son los resultados de los años en la piel, qué factores aceleran su envejecimiento y qué hay que tener en cuenta para su cuidado.
El paso de los años sobre la piel
Antoni Campo, director del Centro Dermatológico Barnaclínic y médico de la Unidad de Cirugía Dermatológica del Hospital Clínic de Barcelona expone que los resultados más visibles del paso de los años en la piel son la sequedad, la pérdida de elasticidad y el cambio de textura. Las arrugas, las manchas, la cuperosis y la deshidratación son las señales más destacadas.
Cuando la piel envejece, la red que trama el microrrelieve cutáneo se pierde de forma progresiva y da paso a unas arrugas poco profundas que, en principio, se orientan en una dirección y más tarde se cruzan entre sí y aumentan en profundidad. Las denominadas arrugas de expresión son huellas de movimientos faciales repetitivos. Estas líneas, que se desarrollan más en pieles secas y deshidratadas, se forman con el tiempo por la pérdida de colágeno y elasticidad.
Las manchas se deben, sobre todo, a los efectos acumulativos del sol, que alteran los ritmos de producción de los melanocitos, las células de la epidermis encargadas de producir la melanina que da color a la piel. Las manchas aparecen por una acumulación excesiva de este pigmento en determinadas zonas y se denominan lentigos o manchas solares.
Mientras, la cuperosis se caracteriza por una pérdida de grosor de la capa de la epidermis que favorece que los capilares se hagan visibles y se aprecien pequeñas venas, más o menos difusas, en la cara y, en especial, en la nariz.
El paso irremediable de los años también altera la película hidrolipídica, encargada de mantener la elasticidad de la piel y los niveles de grasa e hidratación equilibrados, y provoca deshidratación, al no contar ya con las secreciones propias de las glándulas grasas y sudoríparas.
El sol, los años y otros enemigos habituales de la piel
La piel envejece por el paso del tiempo y por el sol, los principales factores que se deben contrarrestar para ralentizar su degeneración, afirma el especialista.
El primero, producto del paso de los años –cronoenvejecimiento-, es más difícil de evitar, puesto que es genético, depende de cada individuo y explica por qué algunas pieles envejecen antes que otras, a partir de los 25 años.
Los productos hidratantes pueden agravar un problema de acné en jóvenes o generarlo en adultos
El principal enemigo de la piel es el sol, asevera Campo. Al tener memoria, el daño se acumula tras cada año de exposición a los rayos solares. Es un factor que se debe tener en cuenta, no solo para contar con una piel más tersa, brillante y firme, sino también para frenar las cifras ascendentes de casos de cáncer de piel: las consultas a consecuencia del exceso de exposición solar aumentan a un ritmo del 10% anual y los datos apuntan que en torno al 50% de los ciudadanos mayores de 65 años desarrollará cáncer de piel. Además, en verano, este órgano se seca y se escama más por efecto de los rayos solares. Por este motivo, al finalizar la época estival, aumenta el número de tratamientos dermatológicos para intentar devolver la luminosidad, sobre todo, a la piel de la cara y las manos.
La nicotina del tabaco es otro factor acelerador de su envejecimiento: estrecha los vasos sanguíneos y limita la circulación de la sangre hasta los capilares en la capa superior de la piel. Además, fumar destruye el colágeno, que es el responsable, junto con la elastina, de mantener la piel elástica y fuerte. «Si se abandonase el hábito del tabaco y se restringiera el tiempo de exposición al sol, mejoraría el estado de la piel de gran parte de la población», sentencia Campo.
La contaminación es otro enemigo destacado, así como una dieta desequilibrada y el exceso de alcohol. También el estrés, la falta de sueño, los hábitos de vida sedentarios y los cambios hormonales, como los sucedidos en la menopausia, aceleran el proceso de envejecimiento de este órgano.
Cómo cuidar la piel
Para cuidar la piel, Campo recomienda una dieta equilibrada, beber mucha agua, hacer ejercicio de manera regular, hidratar la piel y protegerse del sol con cremas con factor de protección entre 30 y 50 «de marcas reconocidas». El uso de protector solar es obligado «e importante en todas las actividades al aire libre», según el especialista, que aconseja «permanecer largos ratos en la sombra cuando se está en la playa y aplicar de nuevo el producto al salir del agua».
Hay otras conductas habituales erróneas que, si se corrigieran, ayudarían a ralentizar el envejecimiento prematuro de la piel. En primer lugar figura la higiene. Sin sobrepasarse en ningún caso por exceso, hay que lavarse la cara con productos que no sean agresivos y es muy importante ir a dormir tras haberse desmaquillado o lavado la cara, para eliminar cualquier impureza acumulada durante el día. Gesticular en exceso es una costumbre de muchas personas que entornan los ojos para mejorar la vista o fruncen el ceño para concentrarse. Repetir estos gestos de forma constante genera líneas de expresión que con el paso de los años se convierten en arrugas.
Cosméticos antiedad adaptados a cada piel
El mal uso de los cosméticos constituye también un factor que acelera el envejecimiento. La primera premisa pasa por emplear cremas apropiadas para cada edad y tipo de piel. «Es importante hablar con un especialista que recomiende el producto adecuado y adaptado a cada tipo de piel», aconseja Campo.
La dermatología ha experimentado una evolución patente en los últimos años, tanto de la demanda como de la oferta de productos cosméticos dermatológicos y tratamientos, como exfoliantes físicos o químicos, productos antiaging, técnicas avanzadas como el láser, el peeling o la toxina botulínica. El experto escuda todos estos tratamientos cosméticos como herramienta para mejorar la piel, con el objetivo de que el paciente se sienta a gusto. «Están bien si se utilizan de manera adecuada y adaptados a las necesidades de cada persona», señala.
Respecto al bótox, aunque si se inyecta de modo adecuado no debería notarse, «el denominado ‘labio de pato’ es señal de un mal trabajo». Según el especialista, la idea de que el bótox hace perder expresividad no es cierta, sino que responde a un uso excesivo en un lugar que no es adecuado.
Dos recomendaciones habituales para ralentizar el envejecimiento de la piel son una buena higiene y una correcta hidratación. Sin embargo, Antoni Campo niega una relación tan directa y afirma que, en el caso de la hidratación, puede ser incluso contraproducente. “La higiene está indicada para personas con gran cantidad de grasa en la piel. Pero limpiar en exceso una piel sensible puede provocar irritación o dermatitis de contacto, ya que el jabón elimina la grasa de la piel que forma el manto lipídico protector”, explica. Este problema es aún mayor en los adultos, cuya piel es más seca. “Las consultas por esta causa han crecido de forma destacada en los últimos años”, indica el especialista, y el exceso de higiene es una de las causas principales, “junto con el propio envejecimiento y el agua de las ciudades, que tiene exceso de calcio”.
Respecto a los productos hidratantes, es posible que puedan agravar un problema de acné ya desarrollado en jóvenes o generarlo en adultos. “Es un problema creciente en las consultas y es causa de cremas hidratantes mal recomendadas”, asegura. Aportan grasa a las pieles secas, sobre todo en pieles jóvenes. Para estas, deberían aconsejarse productos antienvejecimiento, pero en su mayoría sin necesidad de que además sean hidratantes. “En esta edad, lo más probable es que se necesite otro producto. La crema hidratante comienza a ser adecuada a partir de los 35 o 40 años, cuando la piel empieza a mostrar síntomas de sequedad”, culmina Campo.