El cambio climático es un hecho admitido por casi toda la comunidad científica y son pocas las voces que ponen en duda esta afirmación. Casi todas las noticias que hacen referencia a este cambio y su relación con la alimentación se centran en el estrecho vínculo que relaciona el clima con la producción de alimentos, sobre todo agricultura y ganadería. Estas informaciones resaltan cómo repercute de forma negativa en la producción alimentaria y crea sequías e inundaciones y pérdidas de cosechas, con la consecuente destrucción de la forma tradicional de producción primaria en muchas zonas que, en definitiva, comprometen el acceso a los alimentos a gran parte de la población, en especial, en países en desarrollo. Pero son pocos los estudios que han evaluado cómo repercute este cambio climático en la seguridad de los alimentos, entendida como la buena calidad e inocuidad.
Imagen: Kevin Rodriguez Ortiz
Uno de los trabajos realizados en este campo pertenece al ámbito del Reino Unido, aunque los resultados y conclusiones son extrapolables a los demás países de Europa. El trabajo pretende, además de identificar el impacto que el salud animal puede permitir detectar las amenazas antes de que la infección humana se produzca. Ya que es un problema global, resulta lógico pensar que los países deberían adoptar todas las acciones y medidas posibles.
La idea del proceso del cambio climático global por causas no naturales y su impacto sobre el medio ambiente mundial, aunque no unánime, está muy extendida y aceptada dentro de la comunidad científica. Sin embargo, hay una mayor incertidumbre sobre los efectos específicos de esta alteración de los parámetros climáticos en el planeta. Esto se debe a las diferencias científicas en las predicciones de las emisiones de gases de efecto invernadero y entre los modelos que se utilizan para estimar el clima en el futuro. Estos indican un calentamiento de la temperatura global de 1,8°C a 4°C para el año 2100, aunque se prevé que el impacto será mayor hacia los polos y en las zonas continentales interiores. La precipitación también varía por estos cambios climáticos en mayor o menor medida según los modelos de predicción, en función de la zona del planeta. Ambos parámetros, temperatura y nivel de precipitación, juegan un papel importante en la producción de alimentos.
Además de los cambios en las condiciones ambientales, hay pruebas consistentes de que las circunstancias extremas aumentarán. Éstas pueden tener graves efectos adversos en los sistemas de producción de alimentos. Es muy probable que la frecuencia de los períodos de olas de calor y fuertes precipitaciones aumente en la mayoría de las áreas. También es probable que las áreas afectadas por las sequías se incrementen, junto con un aumento de la intensa actividad de ciclones tropicales y de la actividad de un elevado nivel del mar.
Según revela este estudio, la Agencia Europea de Medio Ambiente ha elaborado una evaluación del impacto del cambio climático en Europa. Esta valoración indica un calentamiento estimado de 2,1 a 4,4°C para el año 2080, con los mayores incrementos en el norte y este de Europa. Los modelos indican además que estas áreas europeas se convertirán en zonas más húmedas, mientras que el Mediterráneo se convertirá probablemente en más seco. En cuanto a la estacionalidad, los países europeos pueden experimentar más precipitaciones en invierno, excepto para la región mediterránea, y menores precipitaciones en verano en toda Europa.
El tema del cambio climático tiene un enorme impacto en los medios de comunicación y sus consecuencias, tanto globales como locales, respecto a los cambios en la producción y suministro de alimentos, así como las posibles consecuencias de otra índole (catástrofes meteorológicas, aumento del nivel del mar, aumento de temperaturas y deshielo) son un aspecto recurrente, tanto en publicaciones científicas como de carácter divulgativo. Lejos de ser una cuestión ambiental, el cambio climático tiene una profunda repercusión económica, social y sanitaria.