Al proteger la salud de las personas, toda medida es poca. En el ámbito de la seguridad alimentaria, el principio de precaución consiste en actuar contra posibles riesgos alimentarios, aunque no haya una información científica que determine con precisión los motivos que los han causado. Para los responsables sanitarios, hacer frente a estas circunstancias es una tarea compleja, ya que además de tener que adoptar medidas de acción basadas en simples hipótesis, tienen que buscar, mediante nuevos estudios, datos más completos. En la mayoría de los casos, las decisiones que se toman bajo estas circunstancias son provisionales, a la espera de recoger más información que permita analizar y ejecutar las acciones adecuadas.
El principio de precaución se originó en el ámbito de la gestión de riesgos ambientales, con el fin de actuar frente a posibles contaminaciones sin esperar a pruebas concluyentes, es decir, durante lo que podría considerarse como el proceso de incertidumbre. El objetivo es actuar en «ausencia de daño», justo antes de que cualquier circunstancia pueda derivar en riesgo. En el ámbito de la alimentación, este principio sirve para actuar de forma rápida y temprana ante un posible gestión de riesgos, en el que se incluye la toma de decisiones. En este caso, deben tenerse en cuenta los riesgos potenciales de un determinado producto, es decir, cuando se han identificado posibles efectos adversos y hay un cierto grado de incertidumbre científica. Pero en ningún caso este principio debe aplicarse bajo decisiones arbitrarias. Tras evaluar el riesgo y las posibles consecuencias, todos los implicados deben decidir las medidas cautelares que se deben adoptar.
Una de las principales complejidades de este principio es la dificultad para encontrar un equilibrio entre las medidas que se adoptan y evitar que estas sean demasiado estrictas o, por el contrario, poco efectivas. Se actúa bajo este principio cuando las medidas se justifican por la hipótesis de riesgo, que no se puede demostrar por completo, ni es posible cuantificar los efectos reales. Antes de actuar, debe realizarse una evaluación que indique los puntos de vista de los expertos, con los datos fiables con que se cuenta y las cuestiones que quedan para poder resolverlas. En la mayoría de los casos, se utilizan factores para evaluar el riesgo como:
- Modelos animales para conocer los efectos en las personas.
- Uso de escalas de peso corporal para comparar entre especies.
- Tener en cuenta, para algunos contaminantes tóxicos, el nivel más bajo posible, el denominado nivel ALARA.
El principio de precaución se toma siempre y cuando se hayan identificado efectos potencialmente peligrosos y los datos con que se cuenta son imprecisos y no permiten determinar el grado de riesgo concreto.
Principales puntos débiles
Sin pruebas científicas ni datos estadísticos concretos. El principio de precaución trabaja con estas dos premisas, que dificultan la gestión de cualquier posible incidencia de este tipo. Por ello, los responsables deben medir con cautela las medidas que se adoptan, con un análisis profundo de las posibles consecuencias que puedan tener. A pesar de que un incidente solo cuente con el apoyo de una pequeña parte de la comunidad científica, este debe tenerse en cuenta. Cuanto mayor es la discrepancia entre expertos, mayor es el grado de incertidumbre. Sin embargo, buena parte de las acciones que se toman oscilan de las menos restrictivas a las de mayor alcance, como la reducción de la exposición al riesgo, el refuerzo de los controles, el establecimiento de límites provisionales o el desarrollo de recomendaciones dirigidas a poblaciones de riesgo.
El principio de precaución se utiliza, sobre todo, cuando los efectos peligrosos aparecen en un largo periodo de tiempo, ya que deben tenerse en cuenta los efectos potenciales a largo plazo. En sanidad animal, se actúa bajo el principio de precaución en casos de incertidumbre científica, como el desarrollo imprevisto de un brote de enfermedad que puede tener repercusiones sobre la salud humana. En estos casos, las restricciones de importación de productos derivados de un posible brote de enfermedad animal son garantía de seguridad, a la espera de recoger más información sobre el origen y la repercusión.
En seguridad alimentaria, el concepto de prevención se aplica de la mano del sistema de Análisis de Riesgos y Puntos Críticos de Control (APPCC). Se aplica a productos como los aditivos alimentarios y sus riesgos potenciales, un sector en constante observación y evaluación; así como a los contaminantes, para los cuales se establecen límites máximos de exposición (ingesta diaria admisible, IDA) y que cuentan con una norma específica sobre los tratamientos que se aplican durante la producción, tanto de ganado como de cultivos. Mediante el principio de precaución, se actúa y se aplican medidas preventivas sin suficiente certeza científica.