¿Cuánto tiempo aguantas con hambre antes de comer de nuevo? Quienes han seguido dietas estrictas de adelgazamiento han podido comprobar que, si se ponen muchos límites a la ingesta de alimentos y se dilatan los tiempos de las comidas, al final ganan el hambre y la ansiedad, se vuelve a comer y, esta vez, bastante más de lo convenido. La Universidad de Sydney, en Australia, ha publicado un listado de alimentos comunes ordenados según su índice de saciedad. La clasificación responde a la capacidad de cada alimento para satisfacer el hambre y el apetito.
El proyecto se plantea como un recurso útil para que quien tenga un apetito desmedido o siga una dieta de control de peso escoja entre los alimentos más naturales y sanos y que, al mismo tiempo, le sacien más. Pero hay algo muy importante: el índice de saciedad es diferente en un mismo alimento según su consistencia, su forma de cocinado o la cantidad ingerida, aspectos relevantes que deben tenerse en cuenta para conseguir el efecto esperado tras el consumo del alimento.
Factores que influyen en la saciedad
El cocinado y el grado de cocción alteran la estructura físico-química de las moléculas del alimento, lo cual afecta a su propiedad saciante
La capacidad para saciar de un alimento, es decir, para calmar la sensación de hambre y apetito, depende en parte de su composición en determinados nutrientes como la fibra, el tipo de hidrato de carbono, las proteínas o el contenido en agua. Sin embargo, varios factores externos afectan a lo que algunos autores denominan «índice de saciedad», es decir, la capacidad de los alimentos para aplacar el hambre. Según la consistencia (sólida o líquida), la forma de preparación o la cantidad consumida, un mismo alimento puede tener distinto «índice de saciedad» y, por tanto, efectos en el hambre y en el apetito diferentes a los esperados.
Digestibilidad. Cuanto más fácil de digerir es un alimento, bien por su propia naturaleza o por el tratamiento culinario recibido, menor es el tiempo de permanencia en el estómago, lo que se puede traducir en menor sensación de saciedad. Una fruta pelada tiene menos fibra que la misma con piel, se digiere antes y, por tanto, sacia menos.
Volumen del alimento. La ingesta de alimentos se acompaña de una distensión del estómago, mayor o menor, en parte, según el volumen ingerido. Se tiene constancia de que a igualdad de ingesta calórica, los alimentos de mayor volumen prolongan más la sensación de saciedad. Un consejo clásico es tomar uno o dos vasos de agua antes de las comidas o comenzar con una sopa, una crema de verduras o una ensalada. Todas las propuestas tienen en común el aportar pocas calorías en proporción a su volumen.
Modo y grado de cocción del alimento. El cocinado altera la estructura físico-química de las moléculas que forman el alimento. Por efecto del calor, las proteínas del huevo o de la carne se digieren mejor. De otra manera, comer estos alimentos crudos, al margen de que pueda ser costumbre en determinadas regiones, resulta indigesto, además de poco seguro en cuestión de seguridad alimentaria. El calor también consigue que las macromoléculas de almidón de los alimentos, abundantes en el arroz y otros cereales, la pasta, el cuscús, las legumbres, el pan o las patatas se transformen en moléculas más pequeñas y digeribles (oligosacáridos, maltodextrinas…). Un arroz o una pasta muy cocida, recocida o recalentada (en lugar de «al dente»), a efectos de digestión y sensación de saciedad, no se comportan como alimentos ricos en hidratos de carbono complejos que dan sensación de saciedad, sino como una fuente de hidratos de carbono simples, de digestión más rápida. Esto explica que tras comer un plato de macarrones recalentados se tenga hambre antes de lo previsto.
Consistencia. Cuanto más se tenga que masticar un alimento, mayor será la permanencia en el estómago y la saciedad. Hasta el punto que se ha comprobado que un mismo alimento, con las mismas calorías y la misma concentración de azúcares, tiene efectos fisiológicos distintos, entre ellos el de saciedad, según el estado en el que se tome. La naranja en zumo tiene un efecto saciante menor que si la misma naranja se come entera. De ahí que tomar bebidas azucaradas o dulces solas entre horas no sea un hábito sano.
Por su composición, algunos alimentos provocan mayor sensación de saciedad y, en un determinado momento, pueden ayudar a comer menos y, por ende, a controlar la ingesta. Sin embargo, el proceso de perder peso es más complejo y no solo responde siempre a algo tan simple como elegir alimentos que sacian o tomar complementos saciantes, la mayoría de los cuales son inútiles.
Muchos autores cuestionan el reclamo de “aumenta la saciedad” o “ayuda a calmar el apetito”, que se adjudica o acompaña a variedad de alimentos por la complejidad del hecho de “sentirse saciado”, un complicado mecanismo fisiológico que atiende a respuestas biológicas, físicas y mentales. Aluden a que el rendimiento que pueda tener un solo alimento en la reducción de la ingesta diaria no es medible, en tanto que no es real, ya que atiende solo a un momento concreto del día. En gran medida, la facultad para perder peso no depende tanto de la saciedad, sino de otros muchos factores externos, entre ellos, el patrón alimentario del individuo en la elección diaria de alimentos o las cantidades que tenga costumbre de comer.