La prima de riesgo se ha alzado por encima de los 400 puntos y esta cifra ha renovado una gran preocupación de los inversores particulares: ¿Es adecuado invertir en deuda pública española en este contexto o conviene mantenerse fuera, e incluso, vender? Parece que, pese a las dificultades, la deuda española es segura y el hecho de invertir o no depende de los plazos de la inversión, el perfil del inversor y sus necesidades de liquidez. Para los particulares, son más apropiadas las Letras (a corto plazo) que los bonos u obligaciones (a largo plazo). Desde hace semanas, se han disparado la prima de riesgo, la financiación de la deuda, el paro, los desahucios, los concursos de acreedores… Y en este escenario, las dudas sobre el alcance de los Presupuestos Generales para lograr el adecuado ajuste fiscal y volver al crecimiento han recuperado la posibilidad de que nuestra economía pueda necesitar un rescate por parte de organismos internacionales. Una de las pruebas más evidentes sobre la desconfianza se atisba en la negociación de la deuda española, aunque parece que no hay motivo para preocuparse.
¿Comprar deuda ahora?
La estadística demuestra que, en Bolsa, los momentos de tensión brindan las mejores oportunidades para rentabilizar los ahorros. En el caso de la deuda, también se cumple la máxima. Por este motivo, algunos gestores estiman que es buen momento para comprar deuda pública española, ya que es probable que en el corto plazo la situación se estabilice, la tensión se suavice y las rentabilidades que ofrece ahora el Tesoro español se reduzcan y las próximas emisiones salgan a tipos más bajos.
Pese a las dificultades económicas, la deuda española es aún segura
En estos momentos de incertidumbre, el activo más rentable es el bono a diez años, que se negocia en los mercados secundarios casi con un 6% de rentabilidad. Esto contrasta con el bono alemán a ese mismo plazo, que renta un 1,7%; el francés, un 2,8%; o el suizo, que apenas remunera el ahorro al 0,7%. Conseguir un interés del 6% durante los próximos 10 años es muy atractivo, si se tiene en cuenta que el tipo oficial del dinero se sitúa en el 1% en Europa y que la inflación española llega al 1,9%.
Desde el punto de vista del gran inversor (fondos de inversión o de pensiones o grandes instituciones), comprar deuda pública a largo plazo es una oportunidad. No obstante, para los particulares puede no serlo tanto. Lo primero que se debe tener en cuenta es la diferencia entre comprar en el mercado primario (cuando el Tesoro Público hace subastas) o en el secundario.
Para el inversor particular, lo más adecuado siempre es comprar en el mercado primario, ya que la operación es mucho más sencilla y más barata. Las comisiones por compra en el mercado primario son más bajas. Para acceder a este, el ahorrador debe estar atento al calendario de subastas del Tesoro para comunicar a su intermediario su intención de invertir. Las próximas colocaciones de bonos y obligaciones se realizarán el 3 y el 17 de mayo y el 7 y 21 de junio.
El mercado secundario da la posibilidad de comprar títulos ya emitidos o de vender los que ya tiene en cartera el inversor. No obstante, es un mercado bastante profesionalizado, caro para operaciones minoritarias (de pequeños ahorradores) y que no ofrece alta liquidez. Por todo ello, para todos los interesados en deuda pública española, lo mejor es comprar en el mercado primario y mantenerse a vencimiento.
¿Deuda a corto o a largo plazo?
La deuda pública a largo plazo es la más atractiva, desde el punto de vista de la rentabilidad. En las últimas subastas, las obligaciones a 10 años se colocaron al 5,4%, las de 15 años, al 6,1% y las de 30 años, al 6%. Sin embargo, es también la que más sacrificios exige.
Para que de verdad sea rentable, el inversor debe mantenerse hasta el vencimiento, sin solicitar su reembolso. Esto implica hacer una planificación sobre las necesidades de liquidez en el periodo de vida de la deuda en la que se desee invertir. Además, la renta fija a largo plazo es la que más sufre los vaivenes de posibles subidas o bajadas de los tipos oficiales, con lo que si el inversor necesita venderla antes de tiempo, puede experimentar fuertes pérdidas si los precios de sus activos han bajado en el mercado.
Si se mantiene a vencimiento, sean cuales sean las oscilaciones que hayan ocurrido en los mercados durante el plazo de vida de esta renta fija, el interés pactado se mantendrá intacto.
Por eso, para los particulares resulta más aconsejable (más si cabe en estos momentos en los que la liquidez es muy preciada) invertir en deuda a corto plazo. En este caso, no obstante, las rentabilidades son mucho más discretas. Las Letras del Tesoro a un año se colocaron en la última subasta al 1,41% y a 18 meses, al 1,71%. Se espera que las próximas colocaciones se realicen con tipos superiores. Tanto en Letras como en Bonos y Obligaciones, el principal atractivo es la garantía de pago por parte del Estado, reconocida incluso en la Constitución Española.
En el caso de los inversores que cuenten ya con títulos de deuda en su cartera, la mejor opción es mantenerse a vencimiento. Acudir al secundario supone exponerse a las oscilaciones de precio diarias, muy volátiles en los últimos días. De entrada, cualquier título de renta fija (tanto de deuda soberana como privada) solo ofrece rentabilidad garantizada a vencimiento. Si el inversor decide vender antes, los precios de sus activos pueden haber caído o subido, en función de determinados aspectos como los vaivenes de los tipos de interés, el crecimiento económico o la inflación.
En los últimos meses, en el mercado de deuda español se han registrado bajadas de precios, sobre todo en los activos a largo plazo. Es decir, los títulos antiguos valen menos, por lo que no sería aconsejable venderlos antes de tiempo.
Consecuencias de un rescate sobre la deuda
Pese al incremento de la prima de riesgo y de la desconfianza hacia España, numerosos expertos confían en que no habrá un rescate de nuestra economía. De este modo, apuestan porque en las próximas semanas o meses se suavice la tensión y el Tesoro vuelva a asumir niveles de financiación más bajos. Pero, ¿qué ocurriría en caso de rescate?
De entrada, las consecuencias serían negativas tanto para la economía como para los consumidores y ahorradores. En este caso, el Estado vería cómo el coste de su deuda subiría aún más (como así ha ocurrido en Grecia o Portugal) porque el hecho en sí del rescate pondría de manifiesto que la economía no es capaz de generar los recursos suficientes para pagar a sus acreedores. El rescate implicaría la obligación al Estado de poner en marcha recortes y exigencias de ajuste todavía más duras a las hasta ahora planteadas.
Una de las posibilidades a las que podría arrastrar un rescate es a la solicitud de una reestructuración de la deuda española, como ha ocurrido en Grecia. En este escenario, muy poco probable, los pequeños ahorradores podrían sufrir esta situación especial con quitas o descuentos en la valoración de sus activos.
Algunos de los datos que sacan los colores a España (el paro, la caída del PIB, la producción industrial) dan la clave sobre la pérdida de confianza en nuestra economía y por qué el mercado exige ahora más a la deuda española.
- La tasa de desempleo en España es la más elevada de la zona euro (del 23,6%, frente al 5,7% de Alemania o al 10% de Francia).
Los últimos datos del PIB han confirmado que España está técnicamente en recesión, puesto que ya acumula dos trimestres consecutivos de contracción económica, en lugar de crecimiento.
A todo esto se ha unido la desconfianza sobre que los Presupuestos Generales del Estado sean suficientes para cumplir con el déficit pactado en el 5,3% para este ejercicio y del 3% para 2013. A cierre de 2011, el déficit presupuestario español alcanzaba el 8% del PIB.