El síndrome de Tourette es un trastorno neurológico caracterizado porque el afectado manifiesta multitud de tics. Los tics motores son movimientos rápidos e involuntarios de cualquier parte del cuerpo y son más frecuentes en cara, manos o piernas. Los más comunes son el parpadeo continuo, encogerse de hombros o hacer muecas, que se suman a tics vocales, como soplar o pronunciar palabras o expresiones obscenas. Suele iniciarse en la niñez, entre los 7 y los 10 años de edad y siempre antes de los 18 años. A continuación se explica qué es el síndrome de Tourette, sus consecuencias y cuáles son los tratamientos más efectivos.
Síndrome de Tourette: lidiar con los tics
El síndrome de Tourette es un trastorno neurológico caracterizado por tics motores y vocales. Los motores son movimientos rápidos e involuntarios de cualquier parte del cuerpo, como la cara, las manos o las piernas. Y los tics vocales van desde un simple carraspeo hasta palabras o frases completas y con sentido que surgen de forma repentina mientras la persona habla. Aparte de lo incómodo que supone no poder articular de manera correcta el discurso, en muchos casos las palabras o frases que se «cuelan» son groseras. Es frecuente que sean, por ejemplo, insultos, aunque la mayor parte de los tics vocales son gruñidos. Se estima que entre el 10% y el 30% de las personas que sufren este síndrome tienen tics vocales obscenos.
Según la Asociación Española para Pacientes con Tics y Síndrome de Tourette, APTT, las personas afectadas suelen presentar otros trastornos neuropsiquiátricos asociados, como trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) en el caso de los niños, seguido del trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), síntomas de autoagresión o el trastorno de control de impulsos.
El 70% de las personas que sufren el síndrome de Tourette tienen algún familiar con trastorno obsesivo-compulsivo
También es habitual que se produzcan problemas de aprendizaje. Además del sufrimiento que representan los tics, que dificultan la capacidad para expresarse o realizar tareas cotidianas, son muy evidentes. Por este motivo, pueden suponer una dificultad para las relaciones personales y mermar de forma considerable la calidad de vida. En los casos más graves, además, pueden ser causa de sintomatología depresiva.
Síndrome de Tourette: tics con causas desconocidas
Este síndrome se inicia en la niñez, habitualmente entre los 7 y los 10 años de edad y siempre antes de los 18 años. La incidencia es mayor en los varones y no es un trastorno degenerativo ni afecta a la inteligencia; de hecho, los afectados tienen una inteligencia normal, a menudo incluso superior a la media, aunque los tics o los trastornos asociados pueden implicar problemas de aprendizaje.
Tampoco se conoce con exactitud cuántas personas pueden sufrirlo. Según la APTT, «la incidencia varía mucho en función de los estudios que se consulten», aunque se calcula que lo podrían sufrir unos 25.000 niños españoles. Asimismo, desde esta asociación creen que, en los casos que los síntomas son leves, no se llega a consultar con el médico.
A pesar de que aún no se conoce con exactitud cuál es su causa, los expertos apuntan que podría estar provocado por un funcionamiento deficiente de los ganglios basales, núcleos cerebrales que se encargan del control del movimiento. También está la hipótesis de que podría tener una causa genética, ya que se estima que el 70% de las personas que sufren el síndrome tienen algún familiar con trastorno obsesivo-compulsivo.
Tratamiento para controlar el síndrome de Tourette
Aunque es un trastorno crónico, los síntomas pueden mejorar con el paso del tiempo. Incluso, pueden brotar o desaparecer durante días o semanas. Además, en épocas de estrés, es habitual que los síntomas se disparen. El tratamiento suele ser una combinación de psicofármacos (para reducir los molestos tics motores y vocales o el trastorno por déficit de atención e hiperactividad en los niños) y terapia psicológica (para que la persona afectada conozca mejor su enfermedad y no vea mermada su autoestima). Todo ello ayuda a mejorar la calidad de vida de los afectados.
Entre la multitud de tics que puede manifestar un afectado por el síndrome, están:
Tics motores: parpadeo continuo, mostrar los dientes, subir las cejas, guiños, mover la cabeza de forma repentina, encogerse de hombros, saltar o tocar cosas, hacer como que se olfatea, ecopraxia (repetir los movimientos que realiza otra persona) o copropraxia (gestos obscenos que, en su mayoría, tienen que ver con los genitales aunque también pueden ser gestos como realizar un corte de mangas).
Tics vocales: carraspear, toser, bostezar, respirar de forma exagerada, chasquear con la lengua, soplar, palabras o expresiones que no tienen nada que ver con lo que se está explicando en un momento puntual, coprolalia (decir insultos u obscenidades), palilalias (repetición de palabras) o ecolalia (repetición de palabras o frases que acaban de pronunciar otras personas).
Este síndrome debe su nombre al neurólogo francés Gilles de la Tourette, quien describió en el año 1885 ocho casos de personas con tics motores y vocales, como blasfemias, que se debían a un problema neurológico. No obstante, el médico francés Jean Itard ya había relatado en 1825 el caso de la marquesa de Dampierre, que sufría de tics motores y vocales. A pesar de que no se trata de un trastorno muy conocido, lo han sufrido importantes figuras históricas, como Napoleón Bonaparte o Wolfgang Amadeus Mozart.