Aumentar el consumo de alimentos crudos previene diversas enfermedades, mejora los síntomas de varios trastornos digestivos (como hinchazón abdominal, gases, flatulencias o dispepsias), ayuda a retrasar el envejecimiento y aporta vitalidad. Esto se debe en gran medida a la densidad nutritiva de los alimentos que se comen, ya que son ricos en nutrientes reguladores y antioxidantes, y a que los alimentos crudos contienen enzimas que ayudan a mejorar mucho las digestiones y, con ello, se optimiza el aprovechamiento de los nutrientes de los alimentos. En este reportaje se reseñan los principales beneficios de comer alimentos crudos y se indican cuatro que no pueden faltar en la mesa: ensaladas, fruta fresca, frutos secos y frutas desecadas.
Los beneficios de comer alimentos crudos
Los alimentos crudos son ricos en vitaminas, sales minerales y oligoelementos, fibra, enzimas y otros fitoquímicos que protegen la salud. Su consumo diario, con las debidas precauciones de higiene, supone distintas mejoras:
Más masticación, menos hinchazón abdominal. Los alimentos crudos, para tragarse bien, requieren masticarse. Esto redunda en una mejor digestión y, en consecuencia, en una menor hinchazón abdominal y menos gases. Además, los vegetales crudos contienen enzimas que ayudan a mejorar las digestiones, por lo que combaten la dispepsia y la flatulencia.
Mejora del equilibrio intestinal, mejores digestiones. Una alimentación rica en alimentos crudos y con un aporte justo de proteína animal favorece el equilibrio entre las distintas colonias de microorganismos que colonizan el intestino. Este equilibrio es necesario para la correcta absorción de nutrientes y la fabricación de sustancias de gran importancia, como la serotonina, un neurotransmisor cerebral relacionado con el buen estado de ánimo.
Más energía vital. El calor al que se someten muchos alimentos durante el cocinado hace que se pierda o se reduzca de forma sustancial su contenido en vitaminas y antioxidantes, y que parte de sus sales minerales queden disueltas en el caldo de cocción. Aunque hay excepciones (como el tomate, cuyo licopeno antioxidante es más activo cuando el tomate se ha cocinado), en general, los alimentos crudos contienen una mayor densidad de nutrientes reguladores. Estos nutrientes están implicados en procesos de obtención de energía, mediante un mayor y mejor aprovechamiento de los nutrientes (hidratos, proteínas, grasas). El resultado es un organismo más nutrido, con más vitalidad y energía.
Freno al envejecimiento. El reloj biológico no se para, envejecemos cada segundo, cada minuto que pasa. Pero el envejecimiento se acelera si el organismo no recibe suficientes antioxidantes que compensen la acción oxidante del oxígeno que respiramos y de los radicales libres, producto del metabolismo o de la exposición ambiental (al tabaco, la polución, la exposición al sol…). Los alimentos más antioxidantes son ciertos vegetales crudos. Estudios realizados por el USDA en el Centro de Investigación sobre nutrición humana de la Universidad de Tufts, en Boston, sugieren que consumir las frutas y verduras más antioxidantes ayuda a ralentizar el proceso de envejecimiento en el organismo y en el cerebro, relacionado con el cáncer, las enfermedades cardiovasculares y las degenerativas, como el Parkinson o el Alzheimer.
Equilibrio entre sodio y potasio. Los estudios sobre hábitos alimentarios nacionales e internacionales confirman un consumo excesivo de sodio -casi duplicado- con respecto a las necesidades nutricionales, estimadas en 2,4 gramos diarios. Los vegetales crudos son una excelente fuente natural de potasio, elemento mineral que debe estar en equilibrio con el sodio para contrarrestar los efectos patológicos de este último en el aparato circulatorio.
Estreñimiento. El malestar mejora si se toman alimentos crudos ricos en fibra, que acelera el movimiento intestinal, capta agua, aumenta el volumen fecal y favorece la evacuación. La fibra también ayuda a controlar mejor la glucemia y el peso corporal, por lo que los alimentos crudos han de estar presentes a diario en los menús de las personas con diabetes y con obesidad.
Alimentos crudos en la mesa: cuatro clásicos que no pueden faltar
Alimentos que por tradición se comen crudos -como hortalizas en la ensalada, frutas frescas, semillas, frutos secos o frutas desecadas- son indispensables de los menús diarios. Son fáciles de servir, su preparación no es laboriosa y apenas requieren aliños o aderezos. Entre ellos, destacan:
Ensaladas. En todas sus versiones, formas, elaboraciones, combinaciones y presentaciones. Pueden estar compuestas por los ingredientes más populares, como la lechuga o la escarola, o mezcladas con hojas más selectas, como la rúcula, la acedera o los canónigos. Combinados con otros vegetales, estimulan los cinco sentidos por sus colores, aromas, variedad de sabores y crujiente textura.
Fruta fresca, en todos los formatos, texturas y formas (al natural, en brochetas, en macedonia…). Una idea original es mezclar trozos de fruta fresca con la mermelada de las tostadas para el desayuno. Es una oportunidad de aprovechar la corta temporada de las bayas rojas (moras, frambuesas y arándanos) para elaborar con ellas deliciosas mermeladas naturales.
Puñado de frutos secos. Las castañas y las avellanas se han identificado como las más ricas en antioxidantes, pero todos los frutos secos reúnen un valioso valor nutricional. Las semillas de calabaza, de lino o de sésamo se pueden añadir a las ensaladas o a las cremas para hacerlas más interesantes.
Mezcla de frutas desecadas. Las uvas y ciruelas, los higos, orejones y dátiles son una potente fuente de energía que concentra los nutrientes valiosos de la fruta fresca, como minerales, fibra y algunas vitaminas. Un puñado de uvas pasas en la ensalada o unos orejones mezclados con los copos del desayuno son dos fórmulas deliciosas para comer más frutas dulces.