Verduras, legumbres y pescado. Estos tres grupos de alimentos son tan importantes en la dieta como complicados para ganar adeptos. A los más pequeños, y también a los adultos, les cuesta identificarlos como sabrosos y seductores. Pero hay que dar una oportunidad a la imaginación y despertar la curiosidad. El aspecto, la presentación y la combinación de colores, de texturas y de sabores es fundamental para captar la atención y despertar el apetito de los públicos más reticentes. Destacar el color de las verduras, servir las legumbres bien acompañadas, ofrecer un pescado atractivo, aromatizar aceites y vinagres y abrirse al sabor de las especias son recetas infalibles para hacer más apetitosos ciertos alimentos. A continuación se explica cómo.
Destacar el color de las verduras
Un plato de judías verdes con patatas es sano, fácil de cocinar y de comer, pero puede resultar aburrido y no ayudar a despertar la pasión por los vegetales. Sin embargo, una lasaña de verduras, en calzone o las verduritas en hojaldre tienen buena aceptación. Pero en realidad, en cierto modo disimulan en demasía los ingredientes principales.
Las menestras presentadas de manera original son más atractivas e, incluso, pueden conformarse en gelatina
Entre la receta simple y el sofisticado embeleco hay términos medios. La clave está en sacar provecho de los colores de las verduras. Si son de temporada, mejor, pero siempre se puede recurrir a los congelados o a las conservas para poner un toque de verde, rojo o morado. Los vegetales en papillote y al vapor mantienen más su sabor natural y su color. Las menestras presentadas de manera original son más atractivas e, incluso, pueden conformarse en gelatina.
Además, las verduras no siempre tienen que ser el plato principal. Pueden actuar como guarnición, si adoptan la forma de chips o como cremas que acompañan una ración de carne o tortilla.
En definitiva, los vegetales se pueden comer calientes o fríos, crudos o cocinados, como plato único o para acompañar. El hábito de introducirlos siempre en cada comida principal, incluso en el desayuno como aderezo de una tostada, será una apuesta de salud y color.
Las legumbres, bien acompañadas
Las lentejas no protagonizan el más popular de los platos de cuchara. Tampoco lo hacen otras legumbres como judías, habas, guisantes y garbanzos. Se les tilda de monótonas y, si además no se cocinan de manera correcta, no se digieren todo lo bien que gustaría. Sin embargo, las legumbres tienen una riqueza nutricional en proteína, grasa saludable, fibra y minerales que las hace imprescindibles en una dieta equilibrada. Su presencia es importante y el objetivo es comerlas dos veces a la semana, una meta que requiere creatividad.
Las legumbres se acompañan con alcachofas, naranja y cebada, pollo, crema con champiñones o puré con zanahoria
Las lentejas pueden tomar la imagen de acuosas con alcachofas, incluso convertirse en sopa con naranja y cebada o emular un plato de cuscús si secan y se les añade pollo. Tampoco las judías rojas tienen que tomar siempre la forma de potaje. Pueden servirse con una crema con champiñones o un puré con zanahoria. En el otro extremo está la posibilidad de elaborar una ensalada de judías blancas acompañadas con salmón o gratinadas con guisantes y huevo. Los garbanzos pueden ser hamburguesas, y una receta de habas con aroma de menta proporciona un sabor que invita a probar la rareza.
Ofrecer un pescado atractivo: si triunfa, se impone
Con el pescado, hay que arriesgar y, si es necesario, añadir guarniciones contundentes a base de verduras
O no sabe a nada o sabe mucho. O es feo y con espinas, o se desconoce qué es. Las pegas al pescado se repiten. Los mayores añaden a la estética el inconveniente de que no llena. Pero cuando se ofrece un buen pescado, cocinado en su punto y decorado con esmero, no hay excusas que valgan. Para esto han de dejarse de lado los gallos fritos, la merluza rebozada y el salmón en salsa verde. Hay que arriesgar y, si es necesario, añadir a las recetas guarniciones contundentes a base de verduras.
Un chicharro a la bretona, una dorada en papillote o unos salmonetes con salsa de naranja son tres ejemplos de cómo encumbrar al pescado entre las recetas favoritas de la familia. La variedad del pescado es una ventaja que hay que aprovechar, como también la oferta de congelados más que correctos. Y, por supuesto, hay que recordar que los paladares se conquistan con cariño y con un poco de imaginación en los fogones.
Los aceites aromatizados con especias, hierbas u hortalizas picantes como las guindillas se pueden emplear para macerar los alimentos, a los que aportarán el toque de jugosidad y de sabor que distinguirá un plato corriente de uno más apetitoso. Un aceite suave de romero da un gusto llamativo al pescado al horno, al igual que el aceite de albahaca cuando adereza una ensalada. Estas recetas con aceites aromáticos son fáciles de elaborar y muy llamativas si se dejan los recipientes a la vista en la mesa.
Algo similar se puede aplicar al vinagre, mejor si es suave como el de manzana o de sidra. Para obtener un vinagre aromatizado, basta condimentarlo con hierbas, especias, frutas o miel. Un original vinagre casero de fresas da un toque aromático y de color rojo intenso a las ensaladas, a los platos de arroz o de pasta a los que se añada.
Jugar con una sabida mezcla de especias, dulces, de sabor muy vegetal o con el punto picante puede convertirse en una buena receta para estimular la apetencia por ciertos alimentos. La gastronomía de cada país o región tiene su sello de identidad con una mezcla propia de especias. El curry o el ras al hanut son dos ejemplos de ello. El resultado son platos tan vistosos y originales que van desde postres (como el melón a las especias), a recetas tan gustosas como el bacalao con costra o las costillas de cordero al gusto de las pimientas.