¿Por qué nos gustan más unos sabores que otros?

Las predilecciones alimentarias tienen su origen en los primeros años de vida, cuando se aprende qué, cuándo y cómo comer
Por María Manera 3 de octubre de 2012
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Imagen: tan4ikk

Las preferencias alimentarias tienen su origen en la infancia, en especial durante los primeros años de vida, ya que en esta etapa se aprende qué, cuándo y cómo comer. Los niños, a través de las experiencias directas con los alimentos, configuran las preferencias posteriores. Conocer la evolución y el porqué de este proceso ayuda a conseguir una alimentación saludable en la infancia y en la etapa adulta. A continuación se explica cómo se aprenden los gustos, por qué nos negamos a probar alimentos nuevos, cómo educar la preferencia por los alimentos saludables, así como los diferentes sabores de la leche materna.

¿Los gustos se aprenden o son innatos?

Más allá de la predisposición genética, la mayoría de las preferencias alimentarias se aprenden

Las elecciones alimentarias están condicionadas por múltiples factores, como la historia y la tradición del entorno, la influencia familiar y de amigos, la economía (desde el coste de los alimentos hasta el poder adquisitivo) y los elementos relacionados con la psicología, como las preferencias. Para la vertiente antropológica y social de la investigación del comportamiento alimentario, estas últimas desempeñan un papel central en el momento de escoger un alimento u otro.

La preferencia por el sabor dulce y el rechazo de las sustancias amargas o las especias picantes (que producen irritación en la boca y en la garganta) parecen ser innatas. Algunas investigaciones lo respaldan al haber estudiado las diferentes reacciones faciales de los neonatos cuando se les administran líquidos con sabor dulce o con un gusto amargo o ácido. Pero si bien existe esta base de nacimiento -determinada en cierto modo por una predisposición genética-, la mayoría de las preferencias alimentarias se adquieren a través de la experiencia, es decir, se aprenden. ¿Cómo se explicaría, si no, la pasión de los adultos por el café o el gusto por la cerveza?

Durante el primer año de vida se experimenta un rápido crecimiento físico, social y emocional. También se desarrollan las preferencias alimentarias, que se configurarán durante toda la infancia. Por ello, es crucial el ambiente social y cultural, aunque la familia es el entorno más inmediato y, por lo tanto, el más determinante. La influencia de padres y madres no solo abarca lo que estos ofrecen a los niños para comer o los consejos que dan sobre la alimentación («debes comer verdura»), sino también todo el modelo que ofrecen a sus hijos. En definitiva, se trata de aplicar el clásico consejo de «predicar con el ejemplo».

¿Por qué nos negamos a probar alimentos nuevos?

Negarse a comer alimentos nuevos se denomina neofobia alimentaria y se define como un sentimiento de repugnancia hacia la ingesta de alimentos nuevos. Esta actitud (habitual en pequeños de unos dos años de edad y percibida por los adultos como un capricho infantil) es en realidad un mecanismo de adaptación propio de muchas especies. El objetivo es evitar la ingesta de alimentos o sustancias que podrían ser peligrosas o tóxicas. Después de haberse familiarizado con el alimento, la neofobia se supera con éxito.

Hay quien opta por familiarizar a los niños tras exponerles varias (o muchas) veces al alimento. Sin embargo, los estudios muestran que el rango necesario de exposición para lograr esa familiarización es tan amplio (de 11 a 90 veces), que el mejor consejo es despreocuparse por la neofobia: es una respuesta normal y fisiológica de los menores y se supera con el tiempo. Lo más acertado es comer con naturalidad y de forma saludable con ellos.

Cómo educar la preferencia por los alimentos saludables

El objetivo es que tanto los niños como los adultos coman de la forma más saludable posible. Tal y como indica el Grupo de Revisión, Estudio y Posicionamiento de la Asociación Española de Dietistas-Nutricionistas (GREP-AEDN) en su documento ‘Si tú comes frutas y hortalizas, ellos también lo harán‘, la clave es tener alimentos saludables en casa y predicar con el ejemplo, ya que es mucho más probable que los pequeños prueben y acepten un nuevo alimento si observan a sus padres, a sus cuidadores o a cualquier familiar ingerir y disfrutar ese alimento.

La siguiente tabla, extraída y adaptada del citado documento, refleja de manera esquemática las claves para que los niños coman de forma más saludable:

ConsejoExplicación
Haga que la hora de comer sea agradableLa atmósfera emocional en las horas de comer es muy importante. No conviene utilizar estas horas como una oportunidad para regañar al niño. No haga sentir mal al niño por no comer.
Predique con el ejemploLos padres, familiares o cuidadores son modelos que el niño tomará como referencia para probar o no un nuevo alimento o bien en el momento de ingerir más alimentos saludables.
Exponga al niño a una variedad de alimentos saludablesEsto aumentará las posibilidades de que tenga ganas de probarlos. Ponga a su alcance alimentos saludables. Si no le insiste en que los pruebe, las posibilidades de que lo haga aumentarán.
No desistaCon paciencia, la exposición repetida (sin forzar, insistir u obligar) puede romper la resistencia.
No restrinja el acceso a determinados alimentosEsto incrementa la preferencia del niño hacia ellos. La clave es evitar que estén en casa.
No fuerce al niño a comer ningún alimentoEsto disminuirá la preferencia por parte del niño hacia el alimento.
Recordar que la neofobia es normalNo debe tomarse como algo negativo, sino como algo frecuente y esperable.
No use alimentos ricos en energía como recompensa, ni frutas y hortalizas (u otros alimentos saludables) como castigoAlterará las preferencias alimentarias del niño.
Los diferentes sabores de la leche materna

“Prohibido comer alcachofas, puerros, brócoli o espárragos”. Este es un consejo que muchas madres lactantes habrán oído y se habrán visto obligadas a respetar (a pesar de lo muy saludables, sabrosas y apetitosas que son estas hortalizas), con el fin de que su hijo no se destete de forma inmediata al notar la leche con mal sabor. Nada más lejos. Si bien existen cambios en el sabor de la leche materna en función de la dieta de la madre, ni esto es negativo ni los alimentos señalados con anterioridad son los únicos responsables del cambio.

En general, los alimentos ingeridos por la madre durante la lactancia, igual que sucede con otros mamíferos, modifican el sabor de la leche y estos cambios alteran el patrón de conducta de succión del bebé. Sin embargo, esta experiencia no es negativa. A través de la leche materna, los lactantes aprenden los sabores propios de los patrones alimentarios de su madre y, por extensión, de su contexto cultural. Por tanto, los bebés alimentados con leche materna disponen de una experiencia sensorial más rica y variada que los alimentados con biberón. Una razón más para dar el pecho a los niños.

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