El incremento de nuevos medios de pago digitales como las tarjetas de crédito y débito, las cuentas PayPal o los pagos sin contacto generan profecías sobre el fin del dinero. Aunque en Suecia ya hay ciudades que han dejado de aceptar el dinero físico, donde monedas y billetes representan solo el 3% del circulante, hay que distinguir entre el uso del dinero como medio de pago o como respaldo financiero. Si bien es cierto que cada vez se toca menos el dinero físico, aún se garantiza -de manera electrónica o con un cheque- que lo que se tiene en el banco, en algún momento puede transferirse a otra cuenta para pagar. El siguiente artículo intenta arrojar luz sobre el futuro del dinero en monedas y billetes.
¿Un mundo sin dinero?
Dinero virtual, dinero electrónico, e-money, pagos sin contacto… son todos términos que demuestran los enormes cambios que ha experimentado el comercio con las nuevas tecnologías en los últimos 20 años. El flujo seguro de datos a través de ordenadores domésticos y el desarrollo de software para el comercio electrónico a través de Internet o en cajeros, así como la tecnología que permite el pago con tarjeta de crédito, han cambiado para siempre nuestra forma de consumo. Hoy ya no es preciso manipular dinero para pagar facturas como la cuenta de la luz. De hecho, se estima que solo una pequeña porción del dinero en existencia en la eurozona circula en forma de monedas o billetes: el 9%, un porcentaje comparable al también moderado 7% de Estados Unidos.
Solo el 9% del dinero en existencia en la eurozona circula en forma de monedas o billetes
Esto demuestra, por una parte, que el dinero descansa sobre todo en las cajas de seguridad de los bancos de todo el mundo. Pero, sobre todo, que ya ha comenzado una etapa de reemplazo del dinero como medio de pago. De ahí a que se cumplan las profecías que auguran el fin del dinero hay una larguísima distancia. Pero, ¿puede aparecer otro dinero? ¿Qué instrumento de cambio podría utilizar un mundo sin dinero? Para responder a esa pregunta primero hay que saber que, hasta hoy, todos los medios tecnológicos que funcionan como novedosos instrumentos de pago (dinero virtual, electrónico, etc.) no reemplazan el dinero -ni siquiera una parte de su valor-, sino que certifican su existencia y ordenan su circulación.
De qué está hecho el dinero
El dinero es una medida de cambio. Es un símbolo que para aparecer y ganarse la confianza de sus usuarios como medida de valor, debe estar referenciado a otra cosa.
En Suecia, país europeo pionero en introducir billetes en 1661, los primeros billetes se entregaban como recibo de depósitos en oro en el Banco de Estocolmo. Esta práctica despertó la confianza suficiente para que todos pudieran creer algo que hoy resulta elemental: que con un billete de determinado valor en oro, se podría adquirir cualquier otro bien que se deseara y que estuviera a la venta en Suecia, aunque el oro no estuviera allí.
Hoy ya no se piensa en cuánto trigo o cuántos camellos representan 2.000 euros para comprender el valor de los billetes. Es decir: el dinero ya no está respaldado por el valor de un bien tangible, sino que se basa en la confianza. El dinero que se utiliza (con el que se paga y el que se deposita en cuentas bancarias y se transfiere a otras) es dinero fiduciario. En efecto, se trata del modelo monetario de las principales monedas de referencia del mundo. Hoy las monedas de curso legal basan su valor simplemente en su declaración como dinero por parte del Estado, en el crédito y la confianza que inspiran y, no menos importante, en el valor que guardan respecto de otras monedas.
En este sentido, es posible afirmar que, ya sea por medio del oro o por medio de una declaración por parte de un Estado soberano, el dinero está hecho de confianza.
¿Bits, confiables?
Todo el dinero que no se toca se puede utilizar, gracias a que se ha logrado encriptar la información necesaria para demostrar ante alguien que hay un dinero que no está en las manos del consumidor, pero sí en su cuenta bancaria listo para transferirse. Eso es el dinero electrónico (desde las tarjetas de crédito hasta los teléfonos móviles con tecnología NFC): un dinero que ha tomado la identidad de datos que circulan a través de redes computarizadas y que pueden dar la vuelta al mundo en tan solo unos segundos.
El dinero que no se toca se puede usar porque es posible demostrar que, aunque no está en las manos del consumidor, sí lo está en su cuenta
Pero hablar del fin del dinero implicaría vislumbrar algún valor para reemplazarlo. Y esto es lo que aún no proveen las nuevas tecnologías. Esto es igual que decir que la mayor cantidad de billetes y monedas que descansan en las bóvedas bancarias están transportados por bits, pero estos bits no respaldan su valor. Una pregunta posible a esta altura de la era de la tecnología es si se puede especular con que algo tan intangible como la información misma pueda transformarse alguna vez en dinero, desplazarlo.
A lo largo de la historia, el dinero ha sido un medio de cambio y medida de valor representado por diferentes objetos físicos, desde granos, conchas y plumas de ave, hasta metales. Si se considera este primigenio modelo monetario, no parece que ceros y unos puedan generar tanta confianza como para convertirse en un nuevo dinero del futuro.
Si se piensa, en cambio, en el modelo monetario actual, que se basa en la afirmación de los estados y en la mera declaración de su moneda, no parece haber mucha diferencia entre un pedazo de papel y un protocolo de datos depositado puntualmente en nuestra cuenta. La clave de su éxito estará en la confianza que despierte entre los usuarios. Pero por el momento, ya se pague en efectivo, con tarjeta de crédito, de débito, cheque o por medio del ultimísimo pago sin contacto, el dinero que se gasta debe estar ahí, guardado en alguna parte.