A raíz de la crisis económica se ha producido una importante reducción del poder adquisitivo. Los ingresos, así como las expectativas de obtenerlos, se contraen mientras las obligaciones de pago permanecen inalterables, con cargas fiscales como aumentos del IVA o el IRPF incluidas. Todo ello produce un progresivo endeudamiento de las economías familiares y un alza de la morosidad. Un hecho que refleja el INE en su última “Encuesta de Condiciones de Vida”: el 12,7% de los hogares manifiesta llegar a fin de mes con mucha dificultad, una cifra casi tres puntos superior a la de 2011. El presente artículo ofrece siete claves para ayudar a contener el gasto, de manera que esta cantidad no supere nunca el total de ingresos.
1. Anotar y registrar los desembolsos
Ante la caída de ingresos, una de las pocas vías disponibles para equilibrar las cuentas pasa, de forma inexorable, por la contención en el gasto. Debe elaborarse una detallada lista con todos los desembolsos y anotar cada una de las partidas, ya sea durante una semana o un mes. Conocer de manera exacta la cantidad que se paga, junto a las posibles deudas pendientes y los ingresos, permitirán determinar la situación real de la economía familiar.
Mantener un registro de los gastos ayuda a evitar gastos innecesarios
Además, mantener un registro de los gastos ayuda a evitar gastos innecesarios. Para su realización, puede emplearse una hoja de cálculo, pues resulta sencilla y útil.
2. Clasificar los gastos
Una vez realizado el registro y anotados todos los desembolsos, habrá que identificar y jerarquizar cada uno. Lo idóneo es distinguir entre los gastos fijos, los variables y los superfluos, para poder elaborar un presupuesto a la medida.
Gastos fijos: son inamovibles, hay que hacerles frente siempre y suelen ser estables. Es importante que sean los primeros en abonarse para no incurrir en descubiertos, que lleven aparejados intereses de demora o un aumento de la deuda, y para que el historial crediticio y las futuras obtenciones de crédito no se vean afectados. Destacan los pagos de vivienda (hipoteca, alquiler, comunidad), coche o préstamos bancarios.
Gastos variables: son desembolsos básicos y necesarios, pero que pueden reducirse si se fija un buen plan de ahorro y se varían ciertas pautas de consumo. En este grupo, podría incluirse alimentación, transporte, ropa y calzado o los suministros energéticos.
Gastos superfluos: son los que pueden aplazarse, reducirse o eliminarse en los momentos de mayor apuro económico, como vacaciones, actividades de ocio o tabaco. Implica un esfuerzo constante y sostenido y llevar a cabo un plan de ahorro específico que implique un cambio en los hábitos de vida y de consumo.
3. Iniciar un plan de ahorro
Una vez que se ha elaborado el registro y clasificación de la partida de gastos, y se tienen claros los ingresos con los que se cuenta, habrá que iniciar un plan de ahorro. Este ayudará a adoptar mejor las decisiones económicas futuras. Para ello, será imprescindible elaborar un presupuesto lo más honesto y ajustado a la realidad posible. La idea del plan ha de pasar por reducir los desembolsos superfluos en primer lugar, además de intentar abaratar los variables.
Al margen de los pagos fijos, hay ciertas partidas que hay que preservar cuanto sea posible, como la salud, la alimentación, la educación o la formación y desarrollo profesional. Iniciar un plan de ahorro implica reservar un porcentaje de los ingresos a esta partida, que podrán ser utilizados en un momento de necesidad o frente a gastos imprevistos.
4. Marcar objetivos
Todo plan de ahorro debe tener un objeto, un fin o una meta que aliente continuar con el duro plan de recortes. Se trata de gastar menos, de reducir costes, pero debe estar claro no solo en qué partidas recortar, sino con qué objetivo, en cuánto plazo y en qué cantidad habrá que hacerlo.
Todo plan de ahorro debe tener un objeto, un fin o una meta que aliente continuar con el duro plan de recortes
Las metas u objetivos pueden fijarse a corto, medio o largo plazo, aunque los expertos aconsejan atender a cada periodo de forma específica, con distintos planes de acción, que permitan ver y contrastar su evolución y efectividad.
5. Olvidar la tarjeta y el crédito
Es una premisa básica. Si se quiere poner en marcha una reducción de gasto, la tarjeta es la peor compañera. Sus comisiones son elevadas, los intereses generados por realizar pagos a crédito son muy altos y, además, incentivan el impulso de compra. Conviene revisar todas las cuentas y plásticos contratados y quedarse solo con uno.
Debe evitarse, en la medida de lo posible, recurrir al crédito. Los tipos de interés de créditos personales o rápidos son muy elevados y se puede acabar generando una espiral de deudas que impida hacer frente a los pagos. Los expertos recomiendan, en casos como hipotecas, una refinanciación de la deuda, con una ampliación del plazo de amortización.
6. Revisar los resultados y, si es necesario, potenciar los ingresos
A medida que se desarrolla el plan de ahorro, se ponen en marcha las nuevas pautas de consumo y se planifican los gastos de acuerdo al presupuesto, puede llevarse a cabo una revisión de los objetivos iniciales.
Si, pese a cumplir con todas las pautas establecidas y haber ajustado el presupuesto al máximo, aún no se ha conseguido gastar menos de lo que se ingresa, habrá que hacer todo lo posible por buscar una nueva fuente de ingresos extra. Trabajos a tiempo parcial, por horas, desde casa o Internet, pese a que suelen estar peor remunerados, pueden suponer una solución, así como otras fuentes de ingresos, como el alquiler de habitaciones o de vehículos.
7. Mantener la constancia, pensar a largo plazo
Al acometer una iniciativa de este calado, hay que tener en cuenta que de nada servirá todo el esfuerzo, si no se mantiene la constancia y se persevera en el mantenimiento de los nuevos hábitos.
La recompensa a medio-largo plazo se traducirá en poder afrontar el futuro con mayor seguridad y estabilidad
Más allá de salvar una situación temporal, para adoptar las nuevas pautas de forma permanente, habrá que ser paciente, pues se está un proceso que necesita el tiempo estipulado para obtener resultados. La recompensa a medio-largo plazo se traducirá en poder afrontar el futuro con mayor seguridad y estabilidad.