Las infecciones urinarias son una de las patologías infecciosas más habituales. A pesar de ello, en la Unión Europea (UE) no hay datos fidedignos sobre la prevalencia de los diversos tipos de infección del tracto urinario, su repercusión en los afectados (la mayoría mujeres), ni tampoco la carga económica que suponen. Sí se conoce que ocupan el segundo lugar en frecuencia de las infecciones que atiende el médico de familia en nuestro país. En este artículo se describen qué consejos hay que seguir para prevenir las infecciones de orina, qué pautas se deben tener en cuenta ante un diagnóstico y el papel preventivo de algunos Lactobacillus.
La incidencia de infección del tracto urinario (ITU), la segunda en frecuencia que atienden los médicos de familia en España, varía según la edad y el sexo. Así, a excepción de los tres primeros meses de vida y hasta los 50-65 años, las mujeres son las que se llevan la peor parte: se estima que entre un 20% y un 40% sufrirá una infección a lo largo de su vida, aunque el número de afectadas depende de la edad, la actividad sexual y el método anticonceptivo que se utilice.
También las embarazadas y las personas diabéticas tienen mayor riesgo de padecer una ITU. Esta dolencia es poco habitual en adultos varones y solo se incrementa cuando coincide con el debut de la patología prostática. Así, a los 70 años, la incidencia es del 3,5%.
La infección del tracto urinario comprende un amplio espectro clínico que va desde la bacteriuria asintomática (presencia de microorganismos en la orina sin provocar ningún efecto) hasta la pielonefritis aguda (cuando alcanza el riñón).
Consejos para prevenir la infección urinaria en mujeres
La infección del tracto urinario más común es la cistitis, en la que los gérmenes afectan a las vías urinarias inferiores (uretra y vejiga). Un 20% de las mujeres jóvenes con cistitis sufre infecciones recurrentes, por norma general, por una infección nueva.
Para mantener a raya este problema, los especialistas de distintas sociedades científicas recomiendan seguir unas sencillas pautas higiénico-dietéticas:
- Lavado perineal frecuente y correcto (de delante hacia atrás). Es fundamental enseñar a las niñas desde pequeñas.
- Cuando haya deseo de miccionar, no retrasar el momento de acudir al baño.
- Realizar una micción precoital y postcoital, aunque no hay evidencias científicas.
- Evitar el uso de preservativos no lubrificados.
- Consumir yogures ricos en Lactobacillus.
- La ingesta diaria de 300 ml de zumo de frambuesas, arándanos o cítricos (acidifican la orina) se ha mostrado eficaz para disminuir la presencia de bacterias en la orina y prevenir las recurrencias en grupos de riesgo.
Hay otras medidas profilácticas para la prevención de infecciones repetitivas, como la aplicación de lactobacilos en supositorios vaginales. También se ha demostrado que la terapia estrogénica intravaginal reduce la frecuencia de cistitis aguda en mujeres posmenopáusicas.
Lactobacillus para prevenir infecciones urológicas
El empleo de probióticos en el tratamiento y prevención de algunos trastornos, como las infecciones vaginales, está en auge. Aunque ya hay resultados preliminares que indican que el uso vaginal de algunas especies de Lactobacillus podría ayudar a prevenir las infecciones urinarias, los expertos insisten en que no hay suficiente evidencia para determinar que son útiles para su tratamiento.
En la «Guía clínica sobre las infecciones urológicas» de la European Association of Urology, se describen algunos estudios acerca de la utilidad de los probióticos en la prevención de IU. Los especialistas señalan que resulta razonable considerar el uso de probióticos intravaginales con L. rhamnosus GR-1 y L. reuteri RC-14 para la prevención de las IU recurrentes, que pueden emplearse una o dos veces a la semana con fines de profilaxis.
Asimismo, el consumo oral diario de Lactobacillus con cepas GR-1 y RC-14 se sabe que restablece los lactobacilos vaginales, lo que ayuda a combatir con los patógenos genitourinarios y a prevenir la vaginosis bacteriana, una dolencia que aumenta el riesgo de sufrir infecciones del tracto urinario.
Diagnóstico: infección de orina
Una vez diagnosticada la infección e instaurado el tratamiento, es posible que las molestias reviertan en pocos días. Sin embargo, hay que seguir las pautas tal y como ha prescrito el médico y no hay que abandonar el antibiótico. Si durante el tratamiento surge erupción cutánea, diarrea, náuseas o si en el plazo de 72 horas aparece malestar general, vómitos, diarrea o fiebre, hay que consultar con el facultativo.
Durante este periodo hay que extremar las medidas de higiene mencionadas con anterioridad, así como optar por la ducha en vez del baño, realizar de forma correcta la higiene de la zona perianal cada día y después del coito, utilizar jabón ácido, enjuagar con abundante agua y secar bien.
En las relaciones sexuales, no hay que olvidar la higiene del compañero sexual, evitar las prácticas que puedan incrementar el riesgo de infección, no usar cremas espermicidas y emplear preservativos lubricados. Es importante utilizar ropa interior de algodón, no ponerse prendas ceñidas y huir del estreñimiento.
Aun así, si al término del tratamiento se siente escozor al orinar o picor en la zona u otro síntoma relacionado con la infección, hay que consultar de nuevo con el médico.
Mohammed Bakkali, científico del departamento de Genética de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Granada, ha publicado en la revista ‘Archives of Microbiology’ un trabajo donde formula una nueva hipótesis que podría explicar por qué cada vez las bacterias son más resistentes a los antibióticos.
El especialista apunta que el empleo o abuso de antibióticos puede provocar que bacterias que no eran resistentes obtengan la temible resistencia de manera accidental, porque captan el ADN de las que sí lo son. Incluso este hecho estaría fomentado por la misma utilización de estos fármacos o su exceso.
Parece ser que el mal uso generalizado de los antimicrobianos obliga a las bacterias a captar ADN de otras que son resistentes por la propia presencia de los antibióticos, en respuesta al estrés que las somete el mismo fármaco. Así, se convierten en resistentes e, incluso, pueden llegar a ser más virulentas.
Según el científico, este fenómeno explicaría cómo las bacterias pueden ir añadiendo arsenal de resistencia a antibióticos y terminar invulnerables a un amplio abanico de fármacos antimicrobianos, como es el caso de la cepa multirresistente de Staphylococcus aureus, principal causante de las infecciones intrahospitalarias.