La ciencia ha demostrado que la inteligencia del bebé se desarrolla mucho antes de lo que se creía. Este artículo explica dos capacidades tempranas infantiles descubiertas hace poco y que forman parte de la manera en que los niños se relacionan con su entorno: saber que los sujetos más grandes tienen mayores probabilidades de imponerse sobre los más pequeños y entender las creencias y puntos de vista de otras personas.
La inteligencia del bebé surge pronto
A los diez meses de vida, los bebés ya son capaces de entender que en un enfrentamiento entre dos sujetos el más grande tiene mayores posibilidades de imponerse y vencer al más pequeño. Es decir, tienen conciencia de la dominancia social. Aún antes, a los siete meses, son capaces de entender el punto de vista y el comportamiento de otras personas.
Los bebés aprenden pronto que el grande suele imponerse al pequeño en algunas situaciones
Estas sorprendentes conclusiones se derivan de investigaciones publicadas en fechas recientes en varias revistas científicas. Estos trabajos, entre otras cosas, aportan más elementos para promover tareas ya consideradas importantes, como estimular el desarrollo de la inteligencia del niño desde sus primeros meses de vida, a través de juegos, canciones y lecturas.
Diversos estudios han comprobado, además, que los menores piensan como científicos, por la forma en que deducen causas y efectos, prueban con la técnica del ensayo y error, formulan hipótesis y realizan comprobaciones.
Los más grandes dominan, y los bebés lo saben
Lo normal es que el más grande le gane al más pequeño, y hasta un bebé de diez meses es capaz de advertirlo. Así lo han comprobado los autores de un artículo publicado en la revista científica ‘Science’, expertos de las universidades de Harvard (Estados Unidos) y de Copenhague (Dinamarca).
El experimento consistió en la proyección de vídeos ante niños de entre 8 y 16 meses de edad. Las animaciones tenían una estructura básica: dos personajes, que al principio están situados en distintos extremos de la pantalla, se acercan, y cuando llegan al centro se enfrentan, por lo que para que ambos puedan seguir su camino, uno tiene que ceder el paso al otro.
Lo inesperado es más llamativo y, por lo tanto, llama más la atención. Como a esa edad los menores no hablan, los investigadores basaron su observación en sus reacciones gestuales y corporales. Cuando el personaje más pequeño cedía el paso al mayor, los bebés mantenían su atención sobre el enfrentamiento una media de 12 segundos. En cambio, cuando era el mayor el que se hacía a un lado para que pasara el pequeño, el promedio de atención subía a 20 segundos. Es decir, pese a su corta edad, los niños ya ven como algo inesperado que el personaje más pequeño se imponga sobre el más grande.
En la naturaleza, muchas especies animales (como los gatos y algunos peces) aumentan su tamaño, o dan la sensación de que lo hicieran, cuando quieren derrotar a un adversario. Y también al revés: muchas otras (como los perros) asumen una posición inferior para demostrar entrega o sumisión. Las culturas antiguas imitaban estas escalas o posturas al poner a los líderes por encima de sus súbditos y hacerlos parecer más grandes de lo que en realidad eran.
«Nuestro trabajo sugiere que hasta con una socialización limitada, los humanos son capaces de entender este tipo de acciones, incluso antes de desarrollar el habla«, señala la investigadora Lotta Thomsen.
Los bebés de siete meses saben ponerse en el lugar del otro
Otro estudio, también publicado por ‘Science‘, revela otra capacidad de los seres humanos desde muy corta edad: la de poder entender los comportamientos y decisiones de otras personas y atribuirles pensamientos e intenciones.
Este trabajo, realizado por científicos de Hungría, Italia y Estados Unidos, estudió cómo se comportan bebés de siete meses de edad y también personas adultas ante vídeos con animaciones. En este caso, iba de un personaje que observa los movimientos de un balón que se oculta tras un objeto, luego se va de la escena y el balón en algunos casos se mueve y en otros no, de modo que cuando aquel regresa no sabe dónde está la pelota, pero el observador sí.
Los bebés entienden las intenciones de los adultos, y reaccionan en consecuencia
En el momento de analizar el comportamiento del personaje del vídeo, que depende de dónde cree que se encuentra el balón, la reacción de los menores fue similar a la de los adultos. «A partir de los siete meses, una edad a la que los niños ya atribuyen objetivos e intencionalidad, las personas calculan de forma automática las creencias de los demás y parecen conservarlas en la mente como representaciones alternativas del entorno», señalan estos expertos.
Tanto en adultos como en niños muy pequeños, las creencias de los demás pueden influir en el propio comportamiento. Este hecho, que podría ser visto como algo negativo (si las creencias falsas de los demás llevaran a alguien a tener un comportamiento equivocado, pese a tener la información correcta), tiene en realidad consecuencia positiva fundamental: poder inferir las reacciones de los demás y poder actuar en consecuencia, una de las bases de la construcción de estructuras sociales complejas.