El aspartamo, un edulcorante bajo en calorías, es aproximadamente unas 200 veces más dulce que el azúcar. En la Unión Europea, su uso está autorizado como aditivo destinado a endulzar alimentos y bebidas como postres o yogures bajos en calorías. Es obligatorio indicar su presencia en el etiquetado del producto. La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) acaba de concluir, tras una completa evaluación, que la actual ingesta diaria admisible (IDA) de 40 mig/kg de peso corporal/día es segura para el consumidor. El artículo explica qué es lo que concluyen los estudios sobre el aspartamo y cómo se prevé la futura revisión de los aditivos.
El aspartamo, como todos los edulcorantes, tiene asignado un «número E» que indica que su empleo está autorizado. Puede ir indicado bien por su nombre, aspartamo, o por su número, E 951. Su uso en alimentos está en constante revisión. La última de ellas, presentada el pasado diciembre de 2013, la hizo pública la EFSA. Tras realizar una revisión exhaustiva de las pruebas procedentes tanto de estudios en animales como en humanos, los expertos han descartado posibles riesgos del aspartamo: no daña el cerebro, ni el sistema nervioso, ni afecta al comportamiento o a la función cognitiva. Según los expertos, para que el aspartamo tuviese efectos negativos, su consumo tendría que ser muy alto durante toda la vida de una persona, de manera que se excediera la IDA. La EFSA lo ejemplifica de la siguiente manera: un adulto de unos 60 kilos tendría que llegar a beber hasta 12 latas al día de 33 ml de un refresco todos los días de su vida. El nivel de aspartamo que se usa en refrescos suele ser, según la EFSA, de 3 a 6 veces inferior a los niveles máximos permitidos.
Qué dicen los estudios sobre el aspartamo
Hace más de 30 años que se realizan estudios e investigaciones destinadas a comprobar la seguridad del aspartamo. Una de las primeras evaluaciones exhaustivas la realizó el Comité Científico de la Alimentación Humana (SCF) en 1984. Después de esta, le siguieron otras revisiones, en concreto, en 1988, 1997 y 2002. La nueva evaluación sobre el aspartamo responde a la necesidad de dar respaldo científico a la seguridad de este edulcorante, puesta en tela de juicio en 2009 por el europarlamentario Wolfgang Bulfon a la Comisión Europea. Entonces, se plantearon cuestiones como que el «aspartamo puede perjudicar la salud» y provocar «daños cerebrales, efectos similares a la esclerosis múltiple, epilepsia, depresiones o tumores» y, en dosis inferiores a 1,5 g/día, «migrañas, trastornos del tracto intestinal y calambres». Con estas conclusiones, desde el Parlamento Europeo se preguntó qué tenía previsto hacer la Comisión para proteger a los consumidores y qué medidas se consideraban al respecto.
Los datos actuales descartan posibles riesgos asociados con el consumo de aspartamo
La Comisión respondía a esta cuestión afirmando que el uso de edulcorante está regulado por la Directiva 94/35/CE, según la cual solo se autorizan los aditivos alimentarios si la EFSA (o su antecesor, el Comité Científico de la Alimentación Humana, el SCF) ha evaluado su seguridad. La Agencia de Normas Alimentarias británica también solicitó en 2001 revisar la seguridad del aspartamo, por lo que el SCF consideró más de 500 estudios publicados entre 1988 y 2001. En 2002, el Comité concluyó que «no había necesidad de revisar los resultados de la evaluación de riesgos sobre la IDA establecida para el aspartamo de 40 mg/kg de peso corporal».
En 2011, también desde el Parlamento Europeo se pidió a la Comisión Europea acciones para proteger a los consumidores de los posibles riesgos del aspartamo, tras considerar dos estudios anteriores, realizados en 2010 por la Fundación Europea Ramazzini, que relacionaban el aspartamo con riesgos de cáncer en ratones. Entonces, el Parlamento Europeo solicitaba nuevas revisiones adicionales. Los datos actuales que ofrece la EFSA descartan posibles riesgos asociados con el consumo no solo de aspartamo, sino también de tres constituyentes de este edulcorante: fenilalanina, metanol y ácido aspártico.
Los estudios sobre los riesgos de estos tres productos de degradación concluyen que la fenilalanina, un aminoácido que se encuentra en numerosos alimentos, es tóxico pero en niveles altos, sobre todo para el desarrollo del feto en mujeres que sufren fenilcetonuria. El metanol, presente en alimentos como frutas y verduras, se convierte en tóxico cuando la exposición es extremadamente alta, y que el metanol derivado del aspartamo es «una pequeña parte de la exposición total». Para el ácido aspártico, la EFSA considera que no existen evidencias de neurotoxicidad asociadas y que no plantea riesgos para el consumidor.
Futura evaluación de los aditivos
Está previsto que la EFSA evalúe de nuevo, en 2020, todos los aditivos alimentarios que se autorizaron en la UE antes de enero de 2009. Para ello, se ha establecido un mecanismo destinado a simplificar esta laboriosa tarea. Para aquellos aditivos que cuentan con evaluaciones más recientes, como es el caso del aspartamo, se han programado los trabajos para el final del periodo. Las prioridades son aditivos como conservantes y emulsionantes, cuyas últimas evaluaciones se han realizado antes que los edulcorantes, según la EFSA.