Desde la detección de las que se consideran dos de las principales crisis alimentarias, la de las vacas locas y la fiebre aftosa de 2001, se ha demostrado la importancia de contar con protocolos de actuación específicos para hacer más rápida la gestión de la crisis. En este contexto, el pasado mes de diciembre se aprobó el informe Compartiendo protocolos, experiencia y conocimiento sobre la gestión y la comunicación en crisis alimentarias, que recoge todos los aspectos sobre la gestión y comunicación de crisis. El artículo explica que el objetivo de medidas como esta es conseguir una mayor transparencia de la información y una mayor confianza del consumidor y cuáles son las herramientas con las que se cuenta.
En la gestión de una crisis alimentaria, las actuaciones que se toman en las primeras horas son fundamentales. Además, debe tenerse en cuenta que la efectividad de las medidas adoptadas depende de que se ejecuten de manera rigurosa los protocolos y procedimientos adecuados. Según un estudio de la Universidad de Michigan, «la buena gestión de la crisis depende de las acciones que se toman en las primeras 48 horas». En la Unión Europea, en los últimos años han aparecido crisis como la confirmada en Alemania en 2011 tras la detección de E. coli en semillas germinadas. Con el objetivo de reducir efectos perjudiciales para el consumidor, los responsables de gestionar la seguridad alimentaria en la UE se reúnen dos veces al año, en el Foro Heads of Agencies, para debatir aspectos sobre cómo gestionar mejor las crisis. En el último encuentro, celebrado el pasado mes de diciembre, España, a través de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN), propuso «la creación de un grupo de trabajo para intercambiar experiencias, puntos de vista, protocolos y prácticas actuales en la gestión de crisis alimentarias».
Objetivo: mayor transparencia y confianza del consumidor
El mejor momento para planificar una crisis alimentaria es antes de que ocurra
Una de las prioridades básicas en la gestión de una crisis alimentaria es, según destacan los expertos, contar con protocolos de actuación que permitan actuar y garantizar una buena gestión. Para ello, es necesario que se determinen unas medidas comunes y claras, así como unificar los criterios entre los distintos países, ya que en la mayoría de los casos cada país aplica procedimientos propios que no necesariamente coinciden. Por tanto, el mejor momento para planificar una crisis es antes de que ocurra. Con una planificación adecuada se pueden minimizar los efectos negativos a corto y largo plazo. Durante la presentación del informe Compartiendo protocolos, experiencia y conocimiento sobre la gestión y la comunicación en crisis alimentarias, los expertos concluyen, según la AESAN:
Es importante contar con protocolos o plantes de contingencia.
Los medios de comunicación son muy importantes en la información que ofrecen y cómo la ofrecen.
Los Estados miembros piden mayor implicación de la Comisión Europea en casos de crisis alimentarias.
Destacan la necesidad de definir incidentes para determinar cuándo deben aplicarse los protocolos.
Es importante aumentar la colaboración entre los distintos sectores (salud pública y seguridad alimentaria).
Aprender a proteger los alimentos y prevenir posibles enfermedades transmitidas por alimentos es el objetivo de una buena gestión. Debe tenerse en cuenta que una crisis alimentaria «no puede gestionarse mediante los métodos habituales», según la AESAN, porque la gestión del riesgo es muy compleja. Así, deben tenerse en cuenta aspectos como el riesgo, directo o indirecto, en la salud humana, la propagación de este a la cadena alimentaria y a otras comunidades autónomas o países.
Herramientas que facilitan la gestión
En la gestión de una crisis alimentaria es primordial contar con una red de alerta alimentaria, un sistema de comunicación que permite que información crucial sobre determinados alimentos se transmita de forma rápida entre todos los sectores implicados. En España, esta red se materializa con el Sistema Coordinado de Intercambio Rápido de Información (SCIRI); este se integra en el de la UE, el Sistema de Alerta Rápida para Alimentos y Piensos (RASFF); y en la Red Global de Seguridad Alimentaria (INFOSAN).
El SCIRI, cuyas bases se sentaron en 1987, se implantó en el ámbito nacional y constituye una herramienta eficaz en el caso de que se detecte una alerta alimentaria, es decir, un problema químico, físico o microbiológico en un alimento. Incluye información sobre la naturaleza del riesgo (gravedad, morbilidad y mortalidad) y las medidas que se han implantado. La base de este sistema es el intercambio rápido de información entre las autoridades competentes.
El RASFF es un dispositivo de la UE que también vigila la seguridad de los alimentos que circulan por sus países miembros, refuerza los controles para una mayor inocuidad. Uno de sus objetivos es posibilitar el intercambio de información, en tiempo real, sobre las medidas que garantizan la seguridad de los alimentos y piensos.
La red INFOSAN se encarga de intercambiar información entre las distintas autoridades responsables de la inocuidad de los alimentos y está gestionada por el Departamento de Inocuidad de los Alimentos, Zoonosis y Enfermedades de Transmisión Alimentaria de la Organización Mundial de la Salud (OMS). A través de esta red, se crea un lazo de comunicación entre los distintos países sobre temas como las principales enfermedades animales o las claves en la prevención de enfermedades de transmisión alimentaria.