Cada vez existen más empresas o instituciones que ofrecen “programas” para perder peso. Ante esta proliferación, es muy importante aprender a detectar si están supervisados por verdaderos profesionales sanitarios y si no estamos ante un fraude. Para ello, puede ser muy útil acudir al ‘test para detectar dietas milagro‘, publicado en EROSKI CONSUMER. Pero, cuando se trata de niños, el control debe ser aún mayor. Cabe preguntarse si estos “programas” son eficaces (y seguros) para hacer frente a la obesidad infantil, dado que su diseño no siempre tiene en cuenta las importantes diferencias que existen entre adultos y niños. Esto es algo que ha abordado la Academia Americana de Pediatría, que ofrece una checklist (lista de comprobación) para evaluar esta clase de programas, tal como amplía el presente artículo.
«El diseño de los programas comerciales de pérdida de peso normalmente no está pensado para niños o adolescentes». Con esta categórica frase encabeza la Academia Americana de Pediatría (AAP) un documento sobre los programas para controlar el exceso de peso de niños con sobrepeso u obesidad. Estos programas presentan numerosas ventajas, como un menor riesgo de que el niño sea objeto de burlas o estigmas, dado que todos los niños inscritos en ellos tienen sobrepeso. No obstante, también pueden no estar bien diseñados, por lo que la AAP emite seis claves para detectar cuándo un programa para la obesidad infantil es fiable.
1. ¿Incluye una evaluación médica?
Un pediatra debe evaluar la salud general del niño antes de que este pase a formar parte de un programa de pérdida de peso, pero también debe hacer un seguimiento de forma regular en el transcurso del programa. El pediatra anotará sus características antropométricas (como el peso y la altura), el grado de exceso de peso que presenta, la evolución del peso y de la altura, además de otros aspectos relacionados con su salud (como la tensión arterial o niveles de colesterol).
2. ¿Cuenta con varios profesionales sanitarios?
Sin lugar a dudas, además de pediatras, el equipo debe contar con dietistas-nutricionistas, según la AAP. Pero la calidad de dicho programa aumenta cuando en el equipo hay también otros profesionales sanitarios, como fisioterapeutas especializados en aspectos relacionados con el ejercicio físico, médicos de familia, psiquiatras o psicólogos.
3. ¿El programa abarca a toda la familia?
El programa no debe centrarse en el niño con exceso de peso, sino que debe abarcar a toda la familia. La importancia de esta cuestión la refleja el siguiente dato: muchos padres consideran que el peso de su hijo con obesidad es «normal». Subestimar el problema de peso del niño no resulta en absoluto de ayuda para que este evolucione de forma favorable. Por otra parte, muchos padres de niños con exceso de peso restringen de forma manifiesta la comida a sus hijos, algo que puede resultar contraproducente. De hecho, existen estudios que apuntan que tratar exclusivamente a los padres resulta efectivo para controlar el peso de sus hijos. Es el caso de la investigación publicada en abril de 2011 en International Journal of Obesity o de la que se publicó en febrero del mismo año en Pediatrics.
4. ¿Se centra en cambios del comportamiento?
El objetivo primario que deben perseguir los profesionales sanitarios no es tanto lo que marque o deje de marcar la báscula, sino mejorar su salud a largo plazo. Para ello resulta imprescindible que el paciente (sea adulto o niño) adquiera la suficiente destreza como para gestionar por sí mismo todo lo relacionado con sus propios hábitos de salud. «Esto incluye cómo seleccionar alimentos saludables en porciones adecuadas o cómo hacer más ejercicio, a la vez que se limita el tiempo dedicado a comportamientos sedentarios», declara la AAP. Así, debemos poder dilucidar si en el programa se fomenta el conocimiento de herramientas o habilidades que permitan que el niño y su familia se conviertan en «timoneles» de su propia salud.
5. ¿Es el programa apropiado para la edad y las habilidades del menor?
Las «herramientas» recién mencionadas deben ser distintas en función de la edad del niño. La AAP utiliza un ejemplo muy esclarecedor: mientras que en un programa dirigido a niños de 8 a 12 años de edad las responsabilidades últimas deben recaer en los padres (como determinar qué clase de alimentos hay en casa), en niños de entre 13 y 18 años de edad, tales responsabilidades incumben al menor. Sea como fuere, incluso en este último caso, no debemos olvidar que los padres desempeñan un papel muy importante, tanto para bien como para mal. A modo de ejemplo, sabemos que las coacciones en adolescentes pueden aumentar el riesgo de que padezcan obesidad.
6. ¿Existe un programa de mantenimiento?
El adelgazamiento presenta una alta tasa de «recaída», según la AAP, y según cualquier entidad implicada en la obesidad. Por eso, el programa, además de permitir un seguimiento en el tiempo, debe ofrecer recursos de apoyo y de referencia para que el menor o su familia acudan a ellos de forma periódica. Esto permitirá consolidar el comportamiento alimentario y los hábitos de ejercicio físico, reforzar las nuevas habilidades y evitar cualquier problema subyacente.