Cuidar y proteger a los hijos es un instinto natural que nace desde que el bebé se encuentra en el vientre materno. Sin embargo, este instinto de protección, esencial para la supervivencia del pequeño mientras no es capaz de valerse por sí mismo, puede convertirse en contraproducente, si se prolonga en el tiempo y se extiende a situaciones y ámbitos en los que interfiere con el proceso natural de madurez y adquisición de autonomía del niño. En este artículo se explica qué es un “padre helicóptero”, cuáles son sus comportamientos típicos, los riesgos de la sobreprotección y las claves para evitarla.
Padre helicóptero: sobrevolando a los hijos
Si se cae, le levanta; si se pelea, le defiende; si tiene un problema, se lo resuelve; y si le riñen, lo disculpa. Estas son algunas de las actuaciones típicas de los padres sobreprotectores, también llamados «padres helicóptero», por su constante sobrevuelo alrededor del niño, con una actitud siempre en alerta ante cualquier situación «conflictiva» o «peligrosa» susceptible de intervención por su parte y controladora de sus actos.Estos progenitores no permiten que sus hijos descubran el mundo por sí mismos, «están continuamente cuidándoles y corrigen su comportamiento para evitar cualquier tropiezo», señala el psicólogo estadounidense David Anderegg, autor de ‘Worried all the time’ (Free Press, 2003), una obra en la que analiza la sobreprotección parental y sus consecuencias. Según Anderegg, esta actitud tiene nefastas consecuencias, «los padres sufren innecesariamente y los niños se crían inseguros y débiles ante las adversidades«.
Tres comportamientos típicos del padre helicóptero
- Le resuelve todos los problemas. Los «padres helicóptero» intentan ahorrar a sus hijos cualquier problema e intervienen antes de que el pequeño pueda solucionar por sí mismo los inconvenientes que se le presentan: desde algo tan nimio, como quitarse o ponerse un botón, hasta «luchar» con otro niño por montarse en un columpio.
- Vive con temor continuo. Estos progenitores no bajan la guardia, están siempre alerta ante cualquier «peligro» que pueda acechar a su hijo. Confunden protegerle de riesgos reales, como ayudarle a subir una escalera para que no se caiga, con sobreprotegerle y llevarlo siempre en el carrito o en brazos para que no se presente el riesgo de una caída.
- Quiere tener todo bajo control. El padre sobreprotector quiere controlar cada paso y movimiento de su niño. Adopta la agenda del pequeño como la suya propia, necesita estar continuamente informado de sus progresos, de dónde y con quién está, de cuándo y cómo llegará.
Tres riesgos de la sobreprotección
- Falta de seguridad e independencia. «Crea personas inseguras y dependientes. Si sobreproteges a un niño lo haces vulnerable». Así define el psicólogo Javier Urra en ‘El pequeño dictador’ (La Esfera de los Libros, 2006) en qué consiste educar con sobreprotección. El comportamiento de los «padres helicóptero» impide que sus hijos se enfrenten a las dificultades propias de su edad y aprendan los recursos y estrategias necesarias para resolverlas.
- Retraso en el aprendizaje. Algunas investigaciones demuestran que proteger en exceso a los hijos puede provocar un retraso en su aprendizaje. Estos progenitores en su afán de proteger impiden que sus pequeños se equivoquen y aprendan de sus errores. Actos banales, como colocar por él la pieza de un puzle o ayudarle en exceso con los deberes, tienen consecuencias nefastas. El resultado es que cuando ellos no están, el niño es incapaz de actuar por su cuenta. La neuropediatra Rosa Gassió-Subirachs apunta incluso que una de las causas del retraso en el habla y el lenguaje del bebé puede ser la sobreprotección de los padres, que hablan por él y no dejan que se exprese.
- Trastornos de personalidad. Timidez, inseguridad, agresividad o temor son algunas de las características de personalidad que definen a los pequeños sobreprotegidos. Y los problemas pueden agravarse si esta actitud se prolonga en el tiempo, más allá de la niñez. Un estudio reciente asocia la sobreprotección paternal con el estado depresivo de los estudiantes universitarios. La investigación, llevada a cabo por la psicóloga Holly Schiffrin, de la Universidad Mary Washington (Estados Unidos), concluye que los «padres helicóptero» provocan que sus hijos se sientan menos competentes e independientes para resolver sus problemas, lo que puede derivar en una depresión e insatisfacción general con la vida.
Ocho claves para evitar el exceso de protección
- 1. No resolver los problemas del niño. Lo eficaz es enseñarle a saber cómo solucionarlo por él mismo.
- 2. Dejar que se equivoque es la única forma para que aprenda de los errores.
- 3. Darle confianza en sí mismo, fomentar su autonomía y hacerlo responsable de sus actuaciones conforme a su edad.
- 4. Fomentar las relaciones con otros menores, dejarlo solo en sus juegos y no intervenir en los conflictos.
- 5. Escuchar sus ideas y ser tolerante con sus decisiones sin caer en la excesiva permisividad.
- 6. Mostrar al pequeño los posibles riesgos y peligros a su alrededor y explicarle cómo evitarlos, pero sin atemorizarlo.
- 7. Tratar al niño conforme a su edad, ni como un adulto, ni como un bebé.
- 8. Relajarse, disfrutar de la paternidad y dejar que los hijos gocen de su infancia.