¿Come solo? ¿Se viste sin ayuda? ¿Ya no lleva el pañal? La adquisición de los hábitos de autonomía esenciales de los más pequeños se asemeja a una carrera competitiva entre los padres para comprobar qué niño es el más rápido. Sin embargo, los especialistas desaconsejan esta práctica. Para que aprenda a controlar su cuerpo, hay que respetar los ritmos y el grado de madurez, no presionar y proporcionarle los recursos idóneos para que regule por sí mismo sus actuaciones.
Adquirir el control del propio cuerpo es un proceso progresivo y complejo, que evoluciona desde los primeros actos reflejos e involuntarios del bebé, hasta la capacidad total para realizar las actividades de forma autónoma. Esta evolución, en la que el niño pasa de la dependencia de los adultos a la autonomía, no se desarrolla de igual forma, ni al mismo tiempo en todos los pequeños; sino que depende en gran medida del ritmo de madurez de cada uno.
Respetar los ritmos y el grado de madurez
Sin embargo, algunos padres tienden a forzar y apresurar este ritmo, una práctica que puede influir en toda la estructura de la personalidad futura del hijo. Así lo confirman los estudios e investigaciones llevados a cabo durante las últimas décadas por el Instituto Pikler, institución húngara de reputado prestigio, precursora de un enfoque pedagógico sobre la independencia y autonomía de los niños y con amplio reconocimiento en todo el mundo.
No se deben obstaculizar los movimientos libres del niñoLa pediatra Emmi Pikler, fundadora de esta institución, insistía en que no se deben «obstaculizar los movimientos libres del niño, ni esforzarse por apresurar o cambiar el curso normal de su desarrollo mediante intervenciones directas». Actos tan sencillos como poner a un bebé sentado o de pie o llevarle de la mano al caminar «pueden afectar a la confianza del niño en sus propias capacidades, en su eficacia y tener una repercusión importante sobre su comportamiento ulterior».
Esta actitud puede influir de forma destacada en niños con un ritmo de madurez más pausado que el promedio, puesto que se les obliga a ejercitar funciones en momentos en los que les falta la maduración necesaria para ello. Exigirles rendimientos que no concuerdan con lo que en realidad serían capaces de realizar por sí mismos puede «volver dependientes, inhábiles o torpes a niños sanos cuyo desarrollo es tan solo un poco más lento», concluye la especialista.
No presionar ni exigir
Otro elemento clave para facilitar la adquisición de hábitos autónomos en los niños es la cotidianidad. Este aspecto es apuntado por María Jesús Comellas, doctora en Psicología de la Universidad Autónoma de Barcelona, en su obra ‘Los hábitos de autonomía: proceso de adquisición’. «Si las conductas se llevan a cabo de forma esporádica, no desarrollarán las actitudes imprescindibles para su interiorización», señala esta experta.La función de los adultos es asegurarles las condiciones idóneas para que se ejerciten de manera autónomaComellas resalta también que, en el camino hacia la autonomía, no debe haber presión ni exigencias del entorno: «La consolidación del aprendizaje de los hábitos no debe estar fomentado en ningún caso por estímulos externos (premios o castigos)». Lo correcto, según la autora, es «dar recursos de autocontrol para que sea el niño quien regule sus actuaciones de forma autónoma».
Proporcionarle recursos
Acercarle un objeto para que lo alcance antes, pincharle una y otra vez la comida en el tenedor o no dejar que pruebe a abrocharse un botón son algunas actitudes que, con el pretexto de ayuda, pueden trabar la autonomía del niño y afectar a su sentimiento de competencia, ya que le privan de la posibilidad de ensayar y finalizar por sí mismo una acción que ellos han iniciado.Según la teoría de Pikler, en vez de actuar de forma directa, la función de los adultos en el paso de los niños a la autonomía es asegurarles las condiciones idóneas para que se ejerciten de manera autónoma. Estos son algunos ejemplos de las pautas adecuadas para aplicar este método:
- Colocar los objetos en lugares de fácil acceso para ellos.
- Proporcionarles un tenedor sin púas punzantes para evitar accidentes.
- Cambiar un botón por un cierre más sencillo, como un broche o velcro.
Una vez verificado que el niño cuenta con la madurez necesaria y la habilidad motora suficiente para comenzar a funcionar con autonomía en determinadas actividades cotidianas, los padres pueden iniciar el proceso de aprendizaje para crear un hábito y una rutina constante en sus actuaciones. Para poder llevarlo a cabo con éxito, los especialistas recomiendan algunas pautas:
- Siempre y en todo lugar: si se quiere que el pequeño se vista o coma solo, hay que dejarle hacerlo todos los días y en todas las ocasiones; no vale “con papá sí y con mamá no”, “cuando tengo prisa te visto” o “te doy de comer yo”.
- Explicarle cómo se hace: es necesario detallar al niño los pasos que debe dar para realizar una acción. No se le puede decir “lávate el pelo” sin contarle antes que debe poner un poco de champú en el cabello, frotar y luego enjuagar. Se les puede enseñar determinados hábitos con un ejemplo.
- Elogiarle y supervisar: los padres pueden supervisar el resultado de la acción del pequeño y corregirle si se equivoca, pero deben procurar que sea él mismo quien enmiende el error, si lo hay. Cuando la acción esté bien, hay que elogiarle por su resultado.