En los últimos años se ha generalizado el consumo de café en cápsulas monodosis. Esta manera de tomar café resulta muy cómoda, ya que el producto ya viene dosificado. Además, el envasado lo protege de la luz y la humedad, lo que garantiza su aroma y sabor. Pero de nada sirven las cápsulas sin las cafeteras exprés, diseñadas para inyectar agua caliente a presión a la cápsula. Pese a las ventajas, debe tenerse en cuenta, según un estudio realizado por expertos valencianos, que “el lugar donde se acumulan las cápsulas y parte del agua usada son un rico sustrato para el crecimiento bacteriano”. El artículo explica cómo reducir este riesgo y las particularidades higiénicas de otras cafeteras.
El consumo de café ha vivido una pequeña revolución que ha dado como resultado las máquinas de café en cápsula, una alternativa que permite disponer de un buen café de manera rápida y cómoda, tanto en casa como en la oficina. Solo es necesario disponer de una cafetera exprés, cápsulas y agua. Pero, ¿cuándo fue la última vez que se limpió la bandeja donde caen las cápsulas de café usadas? Como con todo Pseudomonas. Las bacterias pueden propagarse a altas temperaturas y parece que la manipulación que hace el consumidor (manos sin lavar, por ejemplo) pueda influir en la presencia de bacterias, ya que no hay evidencias de que estas estén en el café antes de prepararlo.
Es un descubrimiento que sorprende, si se tiene en cuenta que la cafeína que contiene el café, así como el té y algunas bebidas gaseosas, tiene propiedades antibacterianas. Según los investigadores, las bacterias empiezan a crecer allí donde se acumulan las cápsulas utilizadas (bandeja de goteo) y se extienden al resto de la cafetera.
Los expertos señalan, además, que un enjuague con agua no es suficiente para eliminar las bacterias. Por tanto, sugieren la necesidad de hacer un lavado semanal con agua tibia, jabón y unas gotas de lejía para ayudar a «disminuir la densidad bacteriana a valores muy bajos».
¿Y las otras cafeteras?
En otro estudio realizado por NSF International, titulado ‘Los lugares con más gérmenes en el hogar‘ y publicado en 2011, los científicos detectaron también levadura y moho en las cafeteras formadas por una jarra en la que se deposita el agua. Según la investigación, este tipo de cafetera contenía más gérmenes que los tiradores de las puertas del baño y los asientos del inodoro. Los expertos de la Universidad de Arizona (EE.UU.), responsables de este informe, destacaban entonces que el agua caliente empleada para elaborar el café no era suficiente para eliminar posibles bacterias. Una de las formas de prevenir riesgos, admitían, es limpiar y desinfectar cada día (si su uso es diario) la cafetera, prestando especial atención a la tapa, la jarra y el filtro.
La cafetera italiana o de presión consiste en dos cuerpos que se enroscan en la parte central, en la que se encuentra el depósito para el café molido. En la parte inferior está el agua, que es la que se pone en contacto con una fuente de calor hasta que llega a ebullición. También en 2011, un estudio elaborado por expertos de la Universidad de Ljubljana (Eslovenia) y publicado en la revista británica Fungal Biology, detectaba en cafeteras y lavavajillas Exophiala dermatiditis y E. phaemuriformis, dos hongos que han demostrado tener una resistencia inusual al calor y que pueden transmitirse a través de las fuentes de agua. A simple vista, tienen la apariencia de un moho negro y proliferan en combinación con detergentes en los cajones del jabón y los sellos de goma. Para evitar que bacterias y moho crezcan en las zonas oscuras y húmedas de las cafeteras, es importante lavarlas después de cada uso, dando especial importancia a las áreas de más difícil acceso.