Los colorantes alimentarios son aditivos que se añaden para cumplir con tres funciones básicas: compensar las pérdidas de color por exposición a la luz, el aire, la humedad o variaciones de temperatura; mejorar los colores; y dar color a los alimentos que serían incoloros. Cada colorante que se usa en la Unión Europea está sujeto a una rigurosa evaluación científica de seguridad. Los países cuentan con la labor de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), que acaba de presentar los resultados de la reevaluación de 41 colorantes alimentarios, después de siete años de trabajo. El artículo explica qué cambios ha supuesto la revisión de la seguridad de los colorantes alimentarios durante el periodo 2009-2016.
Se ha demostrado que, en muchos casos, el color juega un papel determinante en la percepción del consumidor y, a menudo, se asocia con un sabor específico. Además, en algunos casos, los tratamientos a los que se someten ciertos alimentos pueden conducir a pérdida de color, por lo que los colorantes alimentarios compensan estas pérdidas.
La EFSA evalúa de manera periódica la seguridad e inocuidad de los colorantes y otros aditivos alimentarios, sobre todo en lo que respecta a la ingesta diaria admisible (IDA) para cada uno de ellos. La IDA se expresa en miligramos de aditivo por kilogramo de peso corporal al día. Es la cantidad de un aditivo alimentario que las personas, sea cual sea su edad, pueden comer todos los días durante toda la vida. Se calcula, en la mayoría de los casos, a partir de la cantidad más alta del aditivo que no causa efecto nocivo en experimentos con animales. El Grupo de Expertos sobre Aditivos Alimentarios y Fuentes de Nutrientes Añadidos a los Alimentos (ANS) de la EFSA se encarga de reevaluar los aditivos alimentarios autorizados, un trabajo que ha llevado a cabo durante los últimos siete años con los 41 colorantes permitidos en la UE antes de 2009.
Revisión de la seguridad de los colorantes alimentarios, de 2009 a 2016
La mayoría de las evaluaciones sobre los aditivos se remontan a la década de los años 80 y 90, incluso en algunos casos en la década de los 70. De ahí la necesidad de realizar evaluaciones de forma periódica, una tarea que hace la EFSA y que tiene previsto acabar en 2020. La EFSA ha analizado todos los estudios científicos disponibles y los datos sobre la toxicidad y la exposición humana, lo que le ha permitido llegar a conclusiones sobre la seguridad de cada sustancia.
Como parte de este trabajo, los expertos han establecido una margen de seguridad para esta sustancia para determinar que la exposición alimentaria a esta sustancia no es un problema para la salud de los consumidores. Sin embargo, pese a estos resultados, la EFSA considera necesario hacer nuevas investigaciones para llenar algunos vacíos sobre los posibles efectos sobre el sistema reproductor y así poder establecer una ingesta diaria admisible.
Y es que los trabajos de reevaluación continúan, ya que todavía hay un importante número de otros aditivos alimentarios cuya seguridad debe ser reevaluada antes de 2020. Para poder realizar nuevas evaluaciones la EFSA debe contar con datos científicos, como propiedades químicas y biológicas o estudios toxicológicos y concentraciones en los alimentos que deben proporcionar los productores y procesadores de alimentos.
Base de datos europea
La UE cuenta con una base de datos con todos los aditivos alimentarios permitidos en el territorio. La base de datos sirve como herramienta para informar sobre los aditivos autorizados en la UE y sus condiciones de utilización y se fundamenta en la lista que se encuentra en el Reglamento 1333/2008. Dentro de los aditivos se incluyen los conservantes, colorantes y edulcorantes, entre otros. Según la legislación europea, un aditivo es «cualquier sustancia que no se consume normalmente como alimento en sí misma ni se usa como ingrediente característico del alimento, tenga o no valor nutritivo».
Además, la legislación europea define 26 «funciones tecnológicas«, entre otras:
Colorantes: se emplean para añadir o cambiar el color de un alimento.
Antioxidantes: estas sustancias prolongan la vida útil de los alimentos y los protege contra la oxidación.
Conservantes: alargan la vida útil de un alimento y los defiende contra los microorganismos.
Un aditivo solo se autoriza si su uso cumple una serie de requisitos: no supone riesgos para la salud humana en función de la evidencia científica; existe una necesidad tecnológica razonable que no se logra por otros medios; su empleo no induce a error; y tiene beneficios para el consumidor. Por tanto, la utilización de un aditivo debe tener beneficios para el consumidor, que la legislación considera que son: preservar la calidad nutricional del alimento; suministrar los ingredientes necesarios a grupos de consumidores con necesidades dietéticas especiales; mejorar la calidad de conservación o las propiedades organolépticas; y ayudar en la fabricación, elaboración, preparación, tratamiento, envasado, transporte y almacenamiento de los alimentos.