Imagen: Elena A.
El ácido pinolénico es el ingrediente principal del aceite extraído de los piñones del pino coreano («Pinus koraiensis»), que también crece en China, y del pino siberiano («Pinus sibirica»), originario de Rusia. Según sus productores, es un complemento dietético muy valioso, ya que estimula la producción de dos sustancias en el intestino que dan lugar a la sensación de saciedad en el cerebro y, por lo tanto, ayuda a disminuir la ingesta de alimentos y calorías.
Aceite y hambre
La historia del consumo humano de aceite de piñón se fragua ya hace muchos años en los fríos y largos inviernos de Siberia, en la zona norte de Rusia. La sabiduría popular cuenta que cuando amenazaban el hambre y la falta de alimentos, los nativos tomaban una cucharada de este aceite para complementar su escasa comida o incluso para suplirla, ya que les hacía sentirse saciados.Muchos años después, la industria dedicada al adelgazamiento ha recuperado este producto alimenticio y ha patentado su aceite rico en el ácido graso pinolénico, que se comercializa como factor coadyuvante en el tratamiento del sobrepeso y la obesidad causados principalmente por la sobrealimentación.
Según sus productores, el consumo del preparado natural a base de aceite vegetal de piñones de pino coreano promueve la sensación de plenitud y disminuye el deseo de comer. Lo publicitan como una forma natural de reducir la ingesta calórica. Por su contenido en ácido pinolénico, estimula la secreción gastrointestinal de péptidos saciantes, responsables de desencadenar mecanismos de saciedad, tanto en el ámbito digestivo como del sistema nervioso central. Gracias a este doble efecto, se clasifica como un producto útil en el apoyo de las dietas de mantenimiento y control del peso.
Regulación del apetito y adelgazamiento
Las estimaciones del balance energético corporal sugieren que si tomamos 50 kilocalorías de más en un día y no las gastamos se puede generar un aumento de entre uno y dos kilos de peso al año que, si no se controla, puede acabar al cabo del tiempo en sobrepeso u obesidad.Para corregir este balance positivo algunas empresas han apostado por avanzar en la investigación de sustancias supresoras del apetito. El rol de diferentes nutrientes con propiedades saciantes como la fibra o las proteínas ha sido extensamente documentado. Sin embargo, los efectos de la grasa en este sentido se han clasificado históricamente como más débiles o menos significativos.
Los efectos de la grasa en el apetito se han asociado a la respuesta de la colecistocinina y su acción en el hipotálamo, el centro cerebral de la saciedad
La grasa procedente de la dieta es la responsable de la secreción de dos importantes sustancias saciantes: la colecistocinina (CCK), que se produce en el intestino delgado proximal o duodeno y el péptido similar al glucagón-1 (GLP-1), que se da en el intestino delgado distal o íleon. La colecistocinina es el ejemplo más conocido de señales corporales generadas por la misma comida y que controlan la cantidad de alimentos que ingerimos.
Los efectos de la grasa en el apetito se han asociado a la respuesta de la colecistocinina y su acción en el hipotálamo, el centro cerebral de la saciedad. A medida que se va haciendo la digestión, la comida va pasando desde el estómago hacia el intestino, concretamente al duodeno, donde se mezcla con la bilis y las enzimas pancreáticas que prosiguen con el trabajo digestivo.
Cuando los receptores de las paredes del duodeno detectan la presencia de grasas, se segrega colescistocinina, que proporciona una señal inhibitoria del paso de la comida del estómago al intestino, lo que da lugar a una sensación de plenitud. Además, esta sustancia también actúa sobre los receptores localizados en las fibras aferentes del nervio vago, que llevan la información al cerebro donde se producen los reflejos y las respuestas digestivas inhibitorias del apetito.
En estudios con humanos se ha observado que la administración exógena de colecistocinina reduce la ingesta. Igualmente se ha observado que el péptido similar al glucagón-1 administrado desde el exterior ejerce un efecto reductor de la cantidad de comida ingerida y una disminución de la sensación de hambre en el período de tiempo comprendido entre las horas de comer. La acción de estas dos sustancias sugiere, paradójicamente, que la grasa podría ejercer un efecto protector a pesar de su íntima relación con la génesis de la obesidad.
No obstante, las investigaciones que estudian los mecanismos de acción existentes entre las grasas, sus tipos y su efecto en la regulación del apetito son aún escasas para conferir suficiente cobertura científica a la prescripción de ciertos alimentos o suplementos como una solución definitiva al exceso de peso. Esta prudencia se tendría que aplicar, por tanto, a la promoción del aceite de piñón como complemento saciante, hasta que se llegue a documentar plenamente la evidencia científica de sus efectos.
El aceite de piñón contiene un 92% de ácidos grasos mono y poliinsaturados, entre los que destaca el pinolénico. Por este motivo, está considerado por algunos investigadores como una grasa con mayor poder saciante que otras. La razón que esgrimen es que han comprobado, sobre todo “in vitro”, que estimula en mayor medida la producción de péptidos reguladores del apetito.
El ácido pinolénico es un ácido graso poliinsaturado isómero del conocido ácido gama-linolénico (GLA). Se encuentra exclusivamente en los aceites de semillas de pino y no está presente en ningún otro tipo de plantas. Presente en las más de 140 variedades de piñones y en los aceites derivados, su porcentaje varía entre el 0,1% y más del 20%. Destaca el aceite procedente de piñones del pino siberiano, que contiene un 27% de este ácido graso.
En uno de los eventos más importantes en el ámbito mundial sobre productos nutracéuticos, la Vitafoods Conference 2008, celebrada recientemente en Suiza, una sólida firma productora ha presentado sus barras de chocolate confeccionadas con aceite de piñón patentado rico en ácido pinolénico. Parece ser que el uso del aceite de piñón como ingrediente estrella en productos adelgazantes crecerá en un futuro no muy lejano; es probable que lo encontremos añadido a leche, yogures, quesos, bebidas y barritas de cereales.
No obstante, el reciente reglamento relativo a las declaraciones nutricionales y de propiedades saludables en los alimentos, que ya tiene que ir cumpliendo la industria alimentaria, trata de garantizar al consumidor que las alegaciones relativas a las propiedades de los alimentos que aparezcan en las etiquetas estén científicamente demostradas y que se indique la dosis del componente que es preciso tomar así como su frecuencia de consumo, para que produzca el efecto estimado.