La irritabilidad, la fatiga, la irregularidad en el patrón del sueño y la pérdida de apetito son algunos de los síntomas del desequilibrio producido entre el reloj interno de una persona y el nuevo horario que se establece al viajar en avión largas distancias. Ahora, un estudio señala el pycnogenol, extracto de la corteza de una variedad de pino, como una posible solución al jet-lag.
Un nuevo estudio, publicado recientemente en el «Journal of Minerva Cardioangiologica» y realizado por investigadores de la Gabriele D’Annunzio University en Italia, apunta a que el molesto
Alivio para largos viajes
El pycnogenol es un extracto de la corteza de una variedad de pino, el Pinus pinaster Ait, que crece en el sur de Francia a las orillas del mar mediterráneo. En la actualidad, se utiliza como ingrediente funcional en numerosos complementos dietéticos y en nutricosméticos, productos de belleza que intercalan la nutrición y la cosmética. Según han anunciado recientemente los productores de esta sustancia patentada, parece que, entre sus muchas virtudes, podría aliviar los molestos signos y síntomas producidos por el jet-lag.
Los resultados señalan que el pycnogenol produce una mejora de un 50% en los síntomas indeseables del jet-lag
Los investigadores de la universidad italiana han constatado, utilizando técnicas de escáner cerebral, que la toma de pycnogenol produce una mejora de aproximadamente un 50% en los síntomas indeseables, como irritabilidad, conductas irracionales, alteración en el rendimiento intelectual, alteración del sueño, pequeñas alteraciones de memoria, entre otras, que se producen habitualmente tras un largo viaje entre zonas horarias diferentes.
El jet-lag, también conocido como descompensación horaria, disritmia circadiana o síndrome de los husos horarios, se describe como una desincronización biológica causada por los viajes transmeridionales entre diferentes regiones horarias. Además, su severidad y duración varían de acuerdo con el número de zonas horarias por las que se viaja, además de la dirección del destino. Parece ser que mientras el cuerpo intenta adaptarse a las nuevas condiciones horarias, el insomnio, la fatiga y la irritabilidad se instalan en el viajero durante unos días.
Los primeros pasos de la investigación
En el estudio, realizado sobre 133 pasajeros que hicieron vuelos de entre siete y nueve horas de duración, se administraron 50 miligramos de pycnogenol, tres veces al día durante siete días, con la primera toma a las 48 horas previas al viaje. En una primera parte se evaluaron los signos y síntomas comunes del jet-lag en 38 participantes que habían tomado el antioxidante y a un grupo de control de 30 personas durante los dos días posteriores al viaje.
La pérdida de apetito, la deshidratación, la fatiga, el insomnio, la irregularidad en el patrón del sueño y la alteración de la actividad intelectual fueron un 56% menos significativos en el grupo que tomó el pycnogenol, en comparación con el que no lo había tomado. Según los autores, los síntomas tardaron una media de 18,2 horas en desaparecer en el grupo suplementado, en comparación con las 39,3 horas que tardaron en encontrarse mejor los del grupo de control.
En una segunda parte de la investigación, se sometió a otra tanda de pasajeros a un escáner cerebral utilizando técnicas de tomografía computerizada. Con este procedimiento se observó, en el grupo pycnogenol, una aparición de alteraciones del sueño, alteraciones de la memoria a corto plazo, pequeñas alteraciones cardíacas, desorientación, alteraciones neurológicas, calambres, mareos, vértigo, hinchazón de la lengua y aumento de la temperatura corporal un 61,5% menor que el grupo de pasajeros que no recibió ningún tratamiento.
Aunque estos resultados son esperanzadores, los propios autores del estudio apelan a una mayor investigación en esta línea para poder llegar a considerar el pycnogenol como una opción segura y sin efectos secundarios para los viajeros de largas distancias.
Según sus productores, las cualidades curativas de la corteza de pino han sido utilizadas durante cientos de años. En 1534, el explorador francés Jacques Cartier y su tripulación parece ser que se curaron del escorbuto gracias a la inclusión, además de frutas frescas en su dieta, de infusiones tanto de agujas como de corteza de pino. Ya en la más reciente actualidad, el extracto de corteza de pino francés ha sido objeto de más de 170 publicaciones, según bases de datos acreditadas como el PubMed.
Las investigaciones han dado al pycnogenol la evidencia científica necesaria para considerarlo como un potente antioxidante además de sustancia cardioprotectora por su acción beneficiosa sobre el sistema vascular. Químicamente, el pycnogenol consiste en un concentrado de polifenoles, contiene los bioflavonoides catequina y taxifolina así como ácidos fenolcarbónicos, antioxidantes que aumentan la producción de óxido nítrico en las células de los vasos sanguíneos, consiguiendo en definitiva un aumento de la vasodilatación.
Además, investigadores de la Universidad de California, Berkeley, y la Universidad Loma Linda, EE.UU., han observado cómo el pycnogenol recicla la vitamina C que ya no es activa, haciendo que vuelva a su forma bioactiva, y cómo protege a la vitamina E de la oxidación, actuando de esta manera como un reforzador de antioxidantes. Según los científicos, el pycnogenol es capaz de estimular la producción de enzimas específicas en las células potenciando su propia primera línea de defensa frente a los radicales libres.
En EE.UU. tiene el estatus de GRAS (Generally Regarded as Safe) que le cataloga por la FDA (Food and Drugs Administration) como un ingrediente seguro de alimentos y bebidas.
El pycnogenol ya había demostrado en estudios previos sus beneficios en los viajes largos en avión. Se ha probado su acción preventiva frente al edema, la trombosis venosa profunda (TVP) y en la mejora de las complicaciones que produce un vuelo de entre 7 y 12 horas en las personas con problemas circulatorios. Estas investigaciones dan pie a otras que confirmen los positivos resultados.