Cuando se habla de “la industria alimentaria” se suele hacer en tono negativo. Tendemos a pensar en empresas de gran tamaño que elaboran productos insanos (refrescos, galletas, bollería, etc.) y que utilizan prácticas poco éticas, como la promoción de productos a través de publicidad deshonesta. Sin embargo, esto es una generalización que no es del todo fiel a la realidad, entre otras cosas, porque dentro de “la industria alimentaria” también se engloban muchas otras compañías: las de pequeño y mediano tamaño, las que producen frutas y verduras (entre las cuales también hay empresas de gran tamaño), las que elaboran alimentos procesados saludables… Es decir, hay una gran parte de la industria alimentaria que no merece esa mala fama. Gracias a su desarrollo tenemos la posibilidad de disponer de alimentos seguros en todo momento.
Abastecimiento: garantiza la presencia de alimentos
Cuando vamos a una tienda de alimentación lo hacemos con la tranquilidad de saber que encontraremos alimentos. En nuestro entorno parece una obviedad decirlo, pero es un privilegio que no existe en algunos lugares del planeta, donde una época de sequía o una plaga pueden acabar con las cosechas y aumentar el riesgo de sufrir una hambruna. Esto es algo que por fortuna nos suena muy lejano.
Ni siquiera llegó a haber un desabastecimiento real en los peores tiempos de la pandemia de covid-19, cuando en vista de un inminente confinamiento domiciliario, nos lanzamos en masa a comprar alimentos. Esta seguridad alimentaria, entendida como el acceso que tenemos a los alimentos que comemos, es posible gracias a infinidad de avances en los que a veces no nos paramos a pensar: sistemas de riego, invernaderos, fitosanitarios, mejora de las variedades vegetales, sistemas de refrigeración, medios de transporte, vías de comunicación y un larguísimo etcétera.
Inocuidad: los alimentos que comemos son seguros
Algunas personas desconfían de la seguridad de los alimentos, sobre todo porque tienen miedo de que la carne contenga antibióticos, de que los alimentos de origen vegetal contengan pesticidas y de que los aditivos sean peligrosos. Sin embargo, estos temores son infundados. Para hacernos una idea, según el último informe publicado por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), el 99,7 % de los alimentos de origen animal cumple los límites legales de residuos de medicamentos veterinarios y contaminantes.
Aunque se trata de los más populares, estos no son los únicos peligros que deben controlarse en los alimentos. También hay otros muy importantes, como las bacterias patógenas, entre las que se encuentran algunas como Salmonella o Escherichia coli, por poner dos ejemplos. Para evitar su presencia se toman infinidad de medidas. Por ejemplo, si hablamos de ensaladas listas para consumir, lo que se hace es limpiar los vegetales con corrientes de aire para retirar la suciedad (tierra, insectos, etc.), lavar y desinfectar con agua clorada para eliminar los patógenos, envasar en condiciones asépticas y mantener el producto en frío para evitar el desarrollo de microorganismos. Además, se hacen controles de todo el proceso, que incluyen, entre otras cosas, análisis microbiológicos del producto preparado.
En definitiva, podemos hacer la compra con la tranquilidad de saber que los alimentos que comemos son seguros. Basta decir que en España unos 47 millones de personas consumen decenas de alimentos a diario sin que su salud se vea afectada por este motivo, salvo contadas excepciones, que se producen sobre todo debido a accidentes o negligencias en algún punto de la cadena alimentaria (también en nuestra casa).
Disponibilidad: alimentos todo el año
Hace unas décadas teníamos claro que una fruta como la naranja era sobre todo de invierno y que un pescado como la dorada era principalmente de primavera y otoño. Sin embargo, los avances en los métodos de producción han acabado en muchos casos con esa estacionalidad. Hoy podemos encontrar manzanas en las tiendas durante cualquier época del año, debido a que se pueden conservar en buen estado en el interior de cámaras con condiciones controladas: temperatura, humedad, concentración de dióxido de carbono, de oxígeno y, sobre todo, de etileno, un gas que emiten las frutas y que permite controlar la maduración. En el caso del pescado, la acuicultura es la que ha hecho posible que podamos disponer de algunas especies, como la lubina o la dorada, todos los meses.
Eso sí, frente a la ventaja de disponer de cualquier alimento en cualquier época, también existen inconvenientes: los alimentos fuera de temporada suelen presentar peores características (hortalizas más insípidas, frutas más ácidas, etc.), suelen ser menos respetuosos con el medio ambiente (por ejemplo, si queremos comprar cerezas en diciembre, tendremos que adquirirlas importadas desde países como Argentina) y, sobre todo, suelen resultar más caros.
Variedad de productos, variedades y formatos
Imagen: Jatuphon Buraphon
Hoy en día, la variedad de alimentos que podemos hallar en las tiendas es abrumadora. No solo en lo que se refiere a tipos de productos (naranjas, aguacates, mangos, cocos, manzanas, etc.), sino también en lo que respecta a variedades (por ejemplo, manzana golden, fuji, pink lady, etc.) y formatos (por ejemplo, guisantes frescos, ultracongelados, en conserva, en forma de plato precocinado, con envases de diferentes tamaños y tipos, etc.).
De nuevo, son muchos factores los que hacen esto posible. Uno de ellos es el desarrollo de variedades vegetales. Se suele decir que hoy en día los tomates ya no saben a nada. Y es cierto que ocurre en algunas variedades, que se desarrollaron priorizando características como la estructura y el color para que fueran más resistentes y tuvieran mejor aspecto. Pero existen más de diez mil variedades de tomate y muchas de ellas tienen aromas y sabores intensos y texturas agradables (cherry, RAF, kumato, etc.).
A pesar de lo que se suele pensar, los tomates que comían nuestros abuelos también estaban modificados. De hecho, es lo que llevamos haciendo desde que se desarrolló la agricultura hace más de diez mil años. Hoy en día se hace lo mismo, pero de forma mucho más precisa. Para ello no se utilizan métodos peligrosos o sospechosos, sino los que se han empleado siempre: selecciones, hibridaciones, cruzamientos, injertos, etc.
Facilidad de preparación, ahorro de tiempo y esfuerzo
Uno de los grandes logros de la industria alimentaria es que nos ha hecho la vida más fácil a la hora de comer y preparar alimentos. En este sentido es evidente el ahorro de tiempo que conseguimos con determinados productos, como cuando hacemos un puré de patata añadiendo agua caliente a unos copos deshidratados o cuando preparamos arroz precocido calentando durante un minuto en el microondas.
También es obvio el ahorro de esfuerzo que obtenemos con muchos de estos productos. Por ejemplo, para elaborar ese puré no necesitamos pelar, cortar ni lavar patatas. Y tampoco cargar con ellas desde la tienda. Y lo mismo ocurre en muchos otros casos: no necesitamos cascar nueces ni almendras, si no queremos o no disponemos de tiempo o capacidad para ello, porque tenemos la opción de comprarlas peladas y listas para comer.
Por si fuera poco, tampoco necesitamos disponer de grandes conocimientos ni habilidades culinarias para alimentarnos. Por ejemplo, podemos comer una crema de verduras o un plato de lentejas precocinado aunque no sepamos ni cómo se enciende la vitrocerámica.
Alimentos con mejores características
Se dice que antes se comía mejor y en cierto modo es verdad, porque la oferta de alimentos insanos era mucho menor, así que hacíamos mejores elecciones y optábamos por una mayor proporción de alimentos saludables. Pero en otros aspectos comíamos mucho peor: los alimentos eran mucho más inseguros y, a pesar de lo que se cree, sus características eran peores.
Basta pensar en las judías verdes retorcidas y llenas de hebras y durezas que comíamos en el pasado. Hoy en día son mucho más grandes, tienen formas y tamaños homogéneos que facilitan su preparación y, sobre todo, son mucho más tiernas y sabrosas. Lo mismo ocurre con muchos otros alimentos. Podemos fijarnos en uno que ha arrasado en pocos años: la sandía sin semillas, que evita el engorro de tener que retirar las pepitas cada vez que metemos un trozo de esta fruta en la boca.
Esas mejoras no se ven solo en las fruterías. Hay muchos otros ejemplos de productos que gozan de características mejoradas frente a sus originales y que satisfacen algunas de nuestras demandas. Entre ellos está el café instantáneo descafeinado que, además de no tener cafeína, se prepara en el momento, tan solo añadiendo agua o leche caliente. Y algo parecido se puede decir del arroz sancochado o vaporizado, más conocido como “arroz brillante”, que tiene varias ventajas, como una mejor composición nutricional que el arroz blanco y un determinado comportamiento en la cocción (queda suelto y no se pasa).
Mejor gestión y menor desperdicio alimentario
Gracias al desarrollo de la industria alimentaria se ha logrado prolongar la vida útil de muchos de los productos que comemos. Por ejemplo:
- La esterilización de las conservas o de la leche UHT permite conservar estos alimentos a temperatura ambiente durante meses o incluso años.
- La ultracongelación posibilita almacenar en el congelador todo tipo de alimentos durante meses, desde coliflor hasta arándanos, pasando por pescados y carnes.
- Los envases con atmósferas protectoras (una mezcla de gases inertes como nitrógeno, dióxido de carbono y oxígeno) permiten conservar alimentos como la carne durante semanas.
Y así podríamos seguir citando innumerables ejemplos. Todo ello nos permite aprovechar mejor nuestro tiempo, de modo que necesitamos acudir a las tiendas con menos frecuencia que en el pasado. Además, podemos gestionar mejor nuestras existencias de alimentos y reducir el desperdicio alimentario.
En resumen, en la actualidad podemos abastecernos de una gran variedad de alimentos seguros en todo momento, muchos de los cuales nos facilitan la vida, ya que entre otras cosas, nos ahorran tiempo y esfuerzo.
¿Todo son ventajas?
Pero por supuesto, no todo son ventajas. También debemos tener en cuenta los inconvenientes que presentan muchos de estos productos. Por ejemplo, la comodidad se paga: los alimentos listos para consumir suelen ser más caros que los no procesados (como una ensalada de bolsa o un arroz precocido) y pueden ser menos sostenibles (como las tarrinas de arroz), debido sobre todo a un mayor uso de envases. Además, como no necesitamos conocimientos culinarios para disfrutar de muchos de ellos, podemos acabar dependiendo de estos productos y estar más limitados cuando nos alimentamos.
En definitiva, deberíamos valorar las ventajas y los inconvenientes a la hora de elegir lo que compramos. Todavía hay muchas cosas por mejorar y en ese aspecto tenemos mucho que decir como consumidores, porque la oferta de las empresas se adapta a nuestras demandas.