Buenas y malas compañías para comer

Las personas con quienes comen los más jóvenes influyen en la cantidad de alimentos que ingieren
Por Juan Revenga Frauca 19 de octubre de 2010
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Los factores que modifican y condicionan el comportamiento alimentario son múltiples. Además de circunstancias como el entorno o la presentación, la compañía se revela como uno de los aspectos más influyentes, que determina la cantidad de alimentos que se ingieren. Un reciente estudio científico desvela que tanto el grado de relación con el resto de comensales como su peso son factores que afectan al volumen de comida que consumen los niños y adolescentes. No obstante, otras variables alteran las complejas relaciones entre la ingesta y el entorno social, a la vez que dificultan la posibilidad de aportar un consejo válido para todo el mundo.

Comer con conocidos favorece la ingesta

La conducta alimentaria de niños y adolescentes depende de la compañía. Un estudio publicado en la prestigiosa revista «American Journal of Clinical Nutrition» constató este extremo, tras analizar el comportamiento de 72 menores. Para poner de manifiesto los objetivos planteados, en el ensayo se brindó a los participantes la posibilidad de jugar por parejas a la vez que se les ofrecían distintos tipos de snacks. Se dejaba jugar a los niños, en unos casos, junto con un amigo y, en otros, con una persona desconocida de su misma edad. El ensayo llevado a la práctica entre jóvenes de ambos sexos, con edades entre 9 y 15 años, reflejó que todos los niños comían más cantidad de alimentos cuando estaban en compañía de un amigo que cuando compartían espacio con un desconocido. Aunque al principio se clasificó a todos los jóvenes en función de su peso (con y sin sobrepeso), el patrón de comportamiento se repitió en toda la muestra, con independencia de este parámetro.

Se tiende a comer más en presencia de amigos y familiares que en compañía de personas desconocidas

Esta misma pauta de conducta ya se ha confirmado en otras ocasiones y no es exclusiva de la población juvenil. Comer más calorías cuando se comparte una comida con amigos es también una práctica frecuente entre los adultos. Algunas de las conclusiones de otros estudios apuntan que las personas mayores se vuelven más cuidadosas cuando no conocen a la persona o grupo de personas con quienes comen. Ya sea por cuestiones de educación, por mantener las maneras y las formas en la mesa, o por «qué dirán o pensarán» el resto de comensales, al comer con desconocidos se ingiere una cantidad de calorías menor. En sentido contrario, comer con amigos y conocidos facilita un mayor grado de confianza y una sensación de permisividad, que a su vez favorece llevar a cabo ciertos excesos que con frecuencia se traducen en una ingesta más voluminosa.

El peso de los comensales

En el mismo estudio quedó en evidencia que cuando un niño con sobrepeso comía en compañía de otro en su misma situación, el volumen de la comida era mayor que cuando lo hacía con alguien de peso normal. Sin embargo, al controlar a los menores con un peso considerado como saludable, se observó que mantenían unos volúmenes de ingesta más constantes en el tiempo, con independencia del peso del compañero de juego y comida. Los autores del estudio apuntan hacia la idea de que cuando un niño tiene sobrepeso, el hecho de comer con otra persona en su misma situación podría suponer un efecto sinérgico, facilitador, para realizar ingestas de mayor contenido energético, tanto si éste es un amigo como si no. Parte de las conclusiones del estudio ratifican la dificultad de prolongar en el tiempo cambios en el estilo de alimentación cuando el entorno de amistades o de conocidos no ayuda.

El apoyo de familiares y amigos se revela fundamental para ayudar a adelgazar a quien lo necesita

No obstante, si bien el entorno puede ser un handicap para adelgazar, también puede tornarse fundamental cuando se cuenta con el apoyo de familiares, amigos y compañeros de trabajo que facilitan un cambio en el comportamiento alimentario. Las personas con sobrepeso que quieren adelgazar pueden beneficiarse si comen con otras que tengan un peso adecuado, al observar e imitar una forma de comer más acorde, quizá, con sus necesidades.

Necesidad de más estudios

A pesar de que cada vez son más los estudios y ensayos que intentan arrojar luz sobre los diversos factores que condicionan el volumen de la ingesta de cada individuo, aún es difícil sacar conclusiones que puedan aplicarse a toda la población. Esto se debe, en gran medida, a la complicada interrelación de una miríada de factores convergentes en el acto alimentario.

Además de la influencia de las relaciones sociales, hay que contar con otros factores, como los económicos, laborales, psicológicos e, incluso, genéticos de cada individuo, cuya resultante determinará qué y cuánto come cada persona. Muchos estudios sociológicos de este tipo tienen limitaciones metodológicas que impiden, en la mayor parte de los casos, aportar conclusiones de utilidad y aplicables sobre toda la población. El tamaño de la muestra, el rango de edades, el reparto de sexos, el estrato socio-económico o cultural y la raza, entre otras, son variables que dificultan la posibilidad de aportar un consejo válido para todos los ciudadanos.

EL ENTORNO CERCANO

Además del círculo de influencia de los pares -entorno de amistades y población en circunstancias semejantes a las propias-, el marco familiar, más cercano si cabe, ha demostrado ser decisivo para establecer los hábitos alimentarios de los niños y adolescentes. Por numerosas recomendaciones que se den acerca de qué comer y cuánto, el ejemplo de los progenitores es fundamental para propiciar un uso correcto de los alimentos en términos de frecuencia y cantidad.

Por pequeños que sean, los niños son conscientes de que, en ocasiones, los mensajes y las acciones de los padres pueden no ser coincidentes. La mejor forma de conseguir que un niño coma fruta es comerla a la vez que él, con naturalidad y disfrute. Es más determinante la acción que el mensaje. Esta misma circunstancia se repite con cualquier alimento o preparación culinaria.

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