Los titulares relacionados con la nutrición no siempre son fiables. En ocasiones trivializan sobre asuntos importantes y otras veces alertan en exceso. El blog de Ser Consumidor mostraba hace pocos días las diferentes interpretaciones que pueden realizarse a partir de un mismo estudio científico (en concreto, uno que evaluaba la relación entre el vino y la depresión). Aunque la información sobre nutrición llega al ciudadano por diferentes vías y cada vez hay más medios, los periódicos siguen siendo una importante fuente de datos. Cuentan, además, con un alto nivel de aceptación y credibilidad. Diferentes estudios han evaluado los consejos dietéticos que aparecen en los periódicos, en base a las evidencias aceptadas por la comunidad científica. Sus conclusiones no son siempre halagüeñas, como se muestra en el presente texto, que analiza por qué se produce esta situación, cuáles son sus consecuencias y qué podemos hacer para cambiarla.
El papel de los periódicos en la nutrición: estudios recientes
Cinco investigadores del Reino Unido publicaron en agosto de 2012 un estudio en la que se evaluó la calidad de los 111 consejos dietéticos que aparecieron en una semana escogida al azar en los diez periódicos más vendidos de su país. Eso supuso incluir tanto periódicos de gran formato (como The Times) como diarios sensacionalistas o tabloides (como Mirror). Para su evaluación, el doctor Benjamin Cooper y sus colaboradores (de entre los que cabe destacar al renombrado doctor Ben Goldacre, autor del libro ‘Mala ciencia’), tomaron como referencia las escalas propuestas por dos de las entidades más preeminentes en el ámbito de la salud: el Fondo Mundial para la Investigación del Cáncer y la Scottish Intercollegiate Guidelines Network (Red Escocesa Intercolegiada sobre Guías de Práctica Clínica).
Su revisión concluyó con el siguiente resultado: la mayoría de los consejos dietéticos evaluados no tiene sustento científico suficiente. Según sus cálculos, entre el 68% y el 72% de dichos consejos no podían clasificarse en la categoría que precisan las evidencias científicas antes de promoverlos a la población. Es importante destacar que la calidad era mayor en los periódicos de gran formato que en los diarios sensacionalistas. Tanto un estudio publicado en noviembre de 2008 por Basu y Hogard como una investigación más reciente, publicada en la revista científica Public Healht en enero del presente año coinciden con esta última consideración.
Añade más leña al fuego un artículo aparecido en agosto de 2013 en Public Health Nutrition. En este caso, la investigación fue más concreta: se evaluó la cobertura por parte de los periódicos canadienses y americanos de las recomendaciones de ingesta de vitamina D y calcio emitidas por el Instituto de Medicina de Estados Unidos (IOM, en sus siglas en inglés) en 2011. Su conclusión habla por sí sola: los artículos de prensa no transmiten de forma adecuada las recomendaciones del IOM.
Lo observado en el Reino Unido es extrapolable, según Cooper y colaboradores, a lo que ocurre en muchos otros países, así que no es descabellado pensar que en España sucede algo similar. De hecho, un estudio exploró el tratamiento periodístico de la obesidad en los periódicos El País, El Mundo y ABC entre 2000 y 2005 y constató la escasa cobertura periodística de las iniciativas o estrategias políticas que abordaban el problema. En 2006 la doctora Gemma Revuelta, subdirectora del Observatorio de la Comunicación Científica, analizó la cobertura periodística de la salud en la prensa escrita española. Observó que la nutrición era uno de los temas seguidos por nuestra prensa, pero también constató que los temas de salud (eso incluye a la nutrición) pocas veces tiene un espacio específico o un tratamiento independiente. Añadió que la información suele estar preparada «por profesionales escasamente especializados».
Desinformación nutricional, ¿por qué se produce?
Para Cooper y colaboradores, en no pocos casos la fuente de las noticias son individuos u organizaciones que buscan promover un tema o evento. Muchos comunicados de prensa los producen, entre otros, grupos de interés, organismos de comercio o empresas de relaciones públicas que trabajan para la industria alimentaria. Así, dichos comunicados transmiten, de modo acrítico, los puntos de vista y las recomendaciones de dichos grupos o entidades.
Pero hay otros factores implicados, como la búsqueda de la novedad o la polémica, sin olvidar la falta de medios económicos que permita una mayor dedicación a cada artículo, o la implicación de profesionales sanitarios con cualificación suficiente como para analizar de manera correcta los aspectos relacionados con la nutrición humana.
Las consecuencias de ofrecer consejos dietéticos poco fiables
Lo que recoge el estudio del Reino Unido genera una situación nada deseable, ya que abogar por cambios dietéticos inciertos puede impactar de forma negativa sobre la salud de los individuos. «Dado que la obesidad supone hoy una emergencia de salud pública sin precedentes -señalan los autores- sería esperable que los consejos dietéticos dispensados por los periódicos reflejasen la seriedad de la situación […]. No es lo que hemos hallado».
Hay muchas pruebas que constatan que los medios de comunicación pueden tener una influencia significativa sobre nuestras decisiones relacionadas con la salud, y ello incluye a las decisiones alimentarias. El ejemplo más claro lo presenta la cobertura de los medios de los riesgos relacionados con los alimentos (es paradigmático lo que ocurrió a raíz de la llamada ‘crisis del pepino’). En opinión de Cooper y colaboradores, las notificaciones periodísticas a este respecto son «desproporcionadas en relación con el riesgo real».
Las declaraciones nutricionales incongruentes generan, además, una confusión nada recomendable. En una encuesta, el 52% de los 2.404 encuestados declaró que «los científicos siempre están cambiando de opinión». La ciencia avanza, no cabe duda, pero los medios de comunicación no siempre reflejan dicho cambio, sino una realidad distorsionada para producir titulares llamativos. Sea como fuere, tres de cada diez encuestados consideró que, dada la situación, lo mejor era proceder de la siguiente manera «ignoraré todas las recomendaciones y comeré lo que me dé la gana». No está de más recordar algo que apuntó en 2004 la Organización Mundial de la Salud: mejorar la nutrición podría ser el factor aislado más importante para reducir las enfermedades en Europa.
Pero aunque los periódicos no influyeran en las decisiones de la población (que sí lo hacen), lo cierto es que, tal como indica la reputada periodista Acianela Montes de Oca, la superfilicialidad en el manejo los temas sanitarios condena a los lectores «a la pobreza informativa, a la falta de pluralidad, de equilibrio y de profundidad».
Los medios de comunicación pueden mejorar la salud, pero para ello es necesario mejorar la calidad de la información que ofrecen y hacer una apuesta clara por el rigor, en el entendido de que desempeñan una función formativa entre sus lectores. Incluso en los periódicos pequeños, donde el dinero es muchas veces un límite, es posible mejorar la calidad de los artículos con un buen desempeño periodístico, cotejando los datos con profesionales independientes de la nutrición y la salud. Es un desafío difícil a la par que ambicioso, pero hay tres propuestas que vale la pena tener en cuenta:
- Citar los estudios, de manera que los lectores puedan contrastar por sí mismos la información. El doctor Ben Goldacre, en su blog ‘Bad Science‘ (‘Mala ciencia’) emite varias teorías para explicar por qué en muchas ocasiones los periodistas no citan las fuentes primarias de información (algo bastante fácil de hacer). En su opinión, deberíamos cuestionar la credibilidad de toda noticia de salud que no cita el estudio o los estudios de base.
Gemma Revuelta, por su parte, considera que el sector especializado y los medios de comunicación deben interactuar para fomentar el conocimiento mutuo. El apoyo de dietistas-nutricionistas en este sentido puede ser decisivo, tal y como indicaron en 2008 Basu y Hogard, antes citados. Para Cooper y colaboradores, una mayor formación especializada de los periodistas para interpretar las evidencias científicas ayudaría sobremanera.
Se debe desligar al máximo la información en materia de salud de las presiones e influencias políticas, pero sobre todo de las económicas.
Para concluir, dado que la escuela es un territorio idóneo para prevenir la obesidad infantil, la situación descrita en este texto se puede enfocar de modo positivo y aprovechar para que los niños (cuyo riesgo de obesidad es, hoy por hoy, muy elevado) evalúen en las aulas de forma crítica la cobertura de los medios de comunicación de los aspectos relacionados con la nutrición.