Que la palabra “dieta” provenga del vocablo griego díaita no significa que los griegos siguieran la dieta de la alcachofa. Para ellos, el término hacía referencia a la regulación de los hábitos de vida en general. La base de una buena díaita se sustenta en un buen estilo de vida, algo que incluye aspectos como la lactancia materna, el ejercicio físico, no fumar y seguir una alimentación saludable. Pero, ¿cuándo se empezó a asociar la dieta al uso que se le da hoy de forma coloquial? Es decir, ¿desde cuándo pensamos que “hacer dieta” significa seguir un régimen alimentario estricto y monótono para adelgazar o para curar algunas enfermedades? El presente texto realiza un breve repaso de algunos hechos históricos muy interesantes sobre este tema.
Consejos dietéticos con 4.500 años de antigüedad
La restricción de la ingesta calórica no es algo nuevo: la medicina se ha esforzado a lo largo de los siglos por comprender la obesidad e intentar tratarla con éxito. El libro ‘La alimentación y la nutrición a través de la historia’ detalla un fragmento de la obra ‘Instrucciones de Kagemni‘, que incluye enseñanzas que hoy relacionaríamos con el tratamiento de la obesidad. «Un vaso de agua calma la sed. Un puñado de vegetales fortalece el corazón. Toma una sola cosa en lugar de manjares. Un pedazo pequeño en lugar de uno grande». Son reflexiones muy antiguas pero nada desencaminadas. Según el doctor Juanjo Cáceres, historiador de la alimentación, tales reflexiones han llegado a nosotros en un papiro datado entre los años 1929 y 1895 a. C., pero su origen podría remontarse a la época del faráon Seneferu, entre 2613 y 2589 a. C.
Dieta para adelgazar, hace 2.500 años
Cuando vivía el médico griego Hipócrates, las tasas de sobrepeso no se parecían en nada a la actual pandemia de obesidad. Sin embargo, en aquel entonces (siglo V a. C.) también se daba valor a tomar menos calorías que las gastadas. Hipócrates (que afirmaba «que tu alimento sea tu medicina»), dejó unas cuantas pautas para la obesidad. Algunas de ellas no tienen sentido a la luz de la medicina actual (es el caso de dar «comida seca» al «obeso con laxitud muscular y complexión roja»), mientras que otras siguen en uso: «Los obesos y aquellos que desean perder peso deberían llevar a cabo unos fuertes ejercicios antes de la comida». Le dio la razón, en octubre de 2006, una revisión sistemática de la literatura científica -‘Ejercicio para el sobrepeso o la obesidad‘-, publicada en la revista Cochrane Database of Systematic Reviews.
Saltarse el desayuno para compensar excesos, tradición de 2.100 años
«Un cuerpo cargado de alimentos embrutece el espíritu y convierte en terrenal el aire divino que nos anima». Así de categórico se expresaba el poeta Horacio en una época en la que eran frecuentes los festines romanos. Festines en los que las clases acomodadas comían hasta ganar varios kilos de más y que pretendían compensar esas fiestas pantagruélicas mediante la sustitución del desayuno por un vaso de agua. Para Horacio, que vivió entre los años 65 a. C. y 8 a. C., el exceso en la ingesta de alimentos puede enfermar al ser humano. Ningún comité de nutrición quitaría hoy la razón al poeta, dado que al menos una de cada 13 muertes podría estar asociada con el exceso de peso en Europa. El informe del Ministerio de Sanidad ‘Tendencia de los principales factores de riesgo de enfermedades crónicas‘ indica que «la obesidad es responsable del 80% de los casos de diabetes del adulto, del 55% de los de hipertensión arterial en adultos y del 35% de los casos de la enfermedad coronaria».
Galeno, el primer dietista: consejos de hace 1.800 años
El libro ‘La alimentación y la nutrición a través de la historia’, antes citado, da pistas sobre quién puede haber sido el primer «dietista» de la historia, al menos desde un punto de vista formal. El griego Galeno (uno de los más célebres médicos de la antigüedad, que vivió en el siglo II d. C.) recogió en su libro ‘De Sanite Tuende‘ la siguiente consideración: «Yo he conseguido adelgazar a un paciente obeso en un tiempo breve aconsejándole que corriera velozmente […]. Tras el ejercicio […] le di abundante comida poco nutritiva a fin de saciarle y de que aquella se distribuyera en el cuerpo entero». La revisión Cochrane de 2006 también da la razón a Galeno, y no es el único documento actual que lo hace. El más reciente consenso español de prevención y tratamiento de la obesidad detalla que «el aumento de peso puede prevenirse mediante dietas que contengan alimentos con baja densidad energética (recomendación de grado A)».
Edad Contemporánea: peso, salud… y belleza
Una vez localizado el primer sanitario que podría acreditarse como «dietista cualificado», conviene hacer un salto hasta la Época Contemporánea, para citar al doctor Gregorio Marañón (1887-1960), autor, entre muchas otras obras, de la monografía ‘Gordos y flacos’. En ella, el prestigioso médico, historiador, escritor y pensador español incluye una inteligente consideración: «El obeso adulto, constituido, debe tener en cuenta que un adelgazamiento no será obra de un plan médico, sino de un cambio total de régimen de vida». Un mensaje que todavía sigue vigente. Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades afirman hoy que el peso saludable «no es una dieta, es un estilo de vida».
En todo caso, Marañón también hace referencia a la «moda de la delgadez» de la época. Tras la Segunda Guerra Mundial, dicha moda se extiende y se produce el cambio de ideal de belleza femenino que impera hoy en día; un ideal andrógino, tubular (sin curvas) y, en muchas ocasiones, enfermizo, tal y como detalla el texto ‘El peso ideal, ¿realidad o fantasía?‘, publicado en EROSKI CONSUMER.
La primera dieta milagro
En 1990, el doctor George Bray señaló en la revista International Journal of Obesity que una de las primeras «dietas» seguida por mucha gente (lo que hoy conocemos como «dieta milagro«) apareció en 1863, acuñada por William Banting, un abogado. Banting publicó un panfleto de 21 páginas titulado ‘Carta dirigida al público sobre la corpulencia’ en el que promovía una dieta rica en proteínas. Esta dieta, pese a que no ha demostrado cumplir sus grandes y ambiciosas promesas, sigue de moda. Fue el preámbulo de las numerosas propuestas dietéticas mágicas, heterodoxas y pintorescas que año tras año invaden el mercado, sin ruborizarse por su ausencia del más mínimo rigor científico.