Hace más de 2000 años, Hipócrates afirmó en uno de sus aforismos que las personas con exceso de peso presentan una menor esperanza de vida. Le dio la razón en 2006 uno de los más importantes epidemiólogos de la actualidad, el profesor Walter Willett, jefe del Departamento de Nutrición de la Universidad de Harvard. Sin embargo, Willett fue más concreto que Hipócrates: declaró que desde que cumplimos 20 años, en adelante, no deberíamos ganar más de 2 o 3 kilos para mantener nuestra salud. El presente artículo revisa si Hipócrates o Willet tenían razón o se equivocaban en relación al control de peso.
Más años, más kilos… ¿más salud?
Infinidad de estudios han observado que tanto la delgadez como la pérdida de peso en la edad adulta se asocian con un mayor riesgo de mortalidad. Es por ello que la opinión de Willett de 2006 fue motivo de polémica en el ámbito científico. De hecho, chocó de frente contra creencias muy extendidas (incluso entre profesionales sanitarios), según las cuales el exceso de peso no es perjudicial en mayores de 60 años, ganar peso disminuye la vulnerabilidad propia de las personas longevas o cuanto más peso tienen las personas mayores, menor es su riesgo de contraer una enfermedad grave.
Pero ¿estamos ante una «falsa causalidad», resumida en la expresión latina «Post hoc ergo propter hoc«? Es decir, la delgadez o la pérdida de peso en personas mayores ¿aumenta sus posibilidades de contraer una enfermedad mortal? O funciona al revés: contraer una enfermedad mortal (algo más frecuente con el paso de los años) ¿aumenta las posibilidades de perder peso? Los estudios que han observado al mismo tiempo la pérdida de peso y la mortalidad no pueden dilucidarlo, ya que ya que las dos circunstancias se han evaluado a la vez.
Cuatro años después de la discutida recomendación de Willett, una investigación publicada en la revista Journal of Internal Medicine (agosto de 2010), evaluó esta cuestión. Para ello, los autores realizaron un seguimiento de 64.077 adultos mayores de 60 años, de ocho países europeos: Francia, Grecia, Alemania, Italia, Holanda, España, Dinamarca y Suiza. Su minucioso análisis, que tuvo en cuenta diferentes factores implicados en el riesgo de mortalidad, demostró de forma magistral que la pérdida de peso o la delgadez no son la causa del mayor riesgo de mortalidad sino que reflejan una enfermedad subyacente.
Así como la pérdida de peso puede ser síntoma de una enfermedad subyacente, el aumento de peso se asocia con un mayor riesgo de mortalidad a largo plazo
Para entender esta «trama» podemos imaginarnos que la pérdida de peso es como la alarma que suena si alguien intenta robar un coche protegido con un sistema antirrobo. ¿Ha causado la alarma que el ladrón robe el coche? No, desde luego, la alarma se ha activado cuando el ladrón ha intentado abrir el vehículo. Ha sucedido a la vez que el robo. Debemos detener la alarma, pero es más importante capturar o alejar al ladrón. En este caso, la pérdida de peso es la alarma, que debemos intentar «contener», pero sin olvidar que lo primordial es buscar y tratar la enfermedad que genera la disminución del peso corporal, que no sería más que un síntoma de una enfermedad grave.
Pero la cosa no acaba aquí, porque el estudio antes mencionado también concluyó algo más: que el aumento de peso, sobre todo entre los ancianos con sobrepeso u obesidad se asocia con un mayor riesgo de mortalidad a largo plazo. Añadió más leña al fuego un seguimiento de más de seis mil adultos durante 29 años. Este nuevo estudio, publicado en junio de 2011, confirmó que el exceso de grasa corporal a partir de los 70 años disminuye la esperanza de vida, sobre todo en varones. El principal autor del estudio realizó estas declaraciones: «las personas mayores que tienen un peso normal deben mantener su peso».
El exceso de grasa corporal disminuye la esperanza de vida a partir de los 70 años
Fue más concreto, por último, un metaanálisis publicado en junio de 2012 en la revista International Journal of Epidemiology: incluso en personas mayores con peso normal, una circunferencia de cintura superior a 102 centímetros en varones, o de 88 centímetros en mujeres se asocia a un mayor riesgo de mortalidad. Así pues, los estudios rigurosos más recientes dan la razón tanto a Hipócrates como al profesor Willett. Las personas mayores, en resumen deberían intentar mantener un peso estable (la OMS aconseja evitar un aumento de peso superior a 5 kg durante la vida adulta), sin olvidar para ello la importancia de seguir una dieta sana y evitar el (peligroso) sedentarismo.