Más tiempo de hospitalización, menor índice de curación, más necesidad de recursos y más riesgo de reingreso a corto plazo. Estas son las consecuencias evidenciadas por la publicación de referencia ‘Nutrición Hospitalaria’ en su último estudio sobre la desnutrición hospitalaria. El problema que prevalece en los últimos lustros, desde que se comenzó a analizar, incide en la necesidad de corregir las prácticas actuales, que son ineficaces. El gasto sanitario aumenta si no se toma en consideración el estado nutricional en sus inicios y en el transcurso del tiempo que el paciente está sin recibir el alta. La acción dietética y nutricional debe incluirse en el protocolo sanador desde el principio.
La prevalencia de desnutrición hospitalaria, un problema común y evidenciado por estudiosos de hospitales de todo el mundo, estima que en España un paciente con riesgo de desnutrición en el momento del ingreso cuesta 1.400 euros más que otro sin riesgo. Este gasto llega a ser de 6.000 euros más cuando el paciente se desnutre en el hospital, algo muy habitual si no se dispone de equipos multidisciplinares de soporte nutricional. Estos equipos atienden las pautas marcadas por sistemas de detección precoz de la desnutrición y la gestión de los responsables de nutrición terapéutica a lo largo del ingreso.
La desnutrición hospitalaria no es un capítulo sencillo. La dificultad comienza en el diagnóstico, muchas veces secundario al mal que aqueja el paciente, y se deriva del acuerdo sobre qué incluye la definición desnutrición. En foros internacionales se atiende a lo enunciado por la nutricionista Ann Caldwel. «Es un estado patológico que resulta de un exceso o defecto absoluto o relativo de uno o más nutrientes esenciales, que se detecta clínicamente por pruebas bioquímicas y antropométricas». También hay acuerdo global en fechar en 1974 el momento en que el oncólogo Charles Butterworth denunció la inducción a la desnutrición por la acción médica responsable para que los pacientes ingresados permanezcan hipoalimentados o en inanición por períodos prolongados.
Detección precoz de la malnutrición y acción terapéutica
La desnutrición hospitalaria afecta a más de la mitad de los pacientes que ingresan para una estancia media o larga y se asocia con mayor morbimortalidad
El diagnóstico del estado nutricional del futuro paciente ingresado debe ser una parte tan importante como lo es auscultar el corazón u obtener análisis de sangre. Esta es la conclusión compartida en foros internacionales que denuncian el desconocimiento de las condiciones nutricionales del paciente en el momento del ingreso en el hospital. Este desconocimiento, si no se solventa, imposibilita en un alto porcentaje la prevención de la malnutrición a lo largo del tiempo de ingreso y afecta de forma negativa a su recuperación y curación. Además, la valoración sistemática del estado nutricional contribuye a identificar el estado y prevenir el riesgo de caer en la desnutrición.
El informe de referencia firmado por el médico Gabriel Ricardo Monti, del Hospital Provincial de Buenos Aires, enumera las principales prácticas no deseables que conducen a la desnutrición y que han de estar incluidas en la acción preventiva y terapéutica. Llama la atención la falta de registro del peso y la altura del paciente en el momento de internar, la falta de seguimiento de la evolución ponderal y la ausencia de indicaciones nutricionales; las frecuentes situaciones de ayuno prolongado y semiayuno a las que se someten los pacientes y la supresión de tomas de alimento, por la necesidad de realizar pruebas diagnósticas; el uso prolongado de hidratación endovenosa y la utilización de soporte nutricional (nutrición enteral o parenteral) de manera inmediata cuando la desnutrición ha llegado a un estado avanzado, sin un tratamiento dietético previo.
La acción dietética es clave
El dietista-nutricionista es fundamental para establecer la cantidad y calidad de los alimentos, así como la preparación, temperatura y horario de las ingestas
La acción dietética se refuerza con la inclusión de la acción de dietistas-nutricionistas, personal sanitario competente para reconocer la cantidad y calidad de la ingesta de los pacientes en relación con su estado de salud y su enfermedad. Este equipo es capaz de reconocer el aumento de los requerimientos nutricionales del paciente, asociado a su enfermedad, así como de programar, presentar y distribuir las comidas conforme a un horario personal y de acuerdo a las necesidades de preparación, temperatura e ingredientes.
En definitiva, los diferentes profesionales con criterios de actuación e intervenciones fragmentadas son el sumatorio para que la desnutrición se corrija en el ingreso y se evite en la hospitalización, con lo que se logra atajar un problema que provoca un aumento del gasto sanitario. Pero sobre todo, se previene una mayor tendencia a las infecciones, retraso en la curación de heridas y suturas, debilidad muscular y menor motilidad intestinal. En definitiva, hay que evitar una disminución cualitativa en la prestación del servicio hospitalario.
Aunque el origen de la desnutrición es multicausal, en la práctica diaria, se pueden identificar pacientes con un riesgo de desnutrición aumentado. Quienes tienen neoplasias del tubo digestivo, fístulas enterocutáneas, enfermedades de carácter inflamatorio intestinal, hepatopatías, síndrome de intestino corto, pancreatitis y diabetes mellitus conforman un grupo de riesgo.
También lo son las personas con edad avanzada que, en muchos casos, tienen cuadros de desnutrición prolongada, quienes padecen síndrome de inmunodeficiencia adquirida, quienes hayan sufrido o sufran sepsis, politraumatismos, cáncer, enfermedades pulmonares crónicas e insuficiencia renal. En la vida ingresada, merecen especial atención los quemados y quienes se han sometido a una cirugía mayor.