Coach (entrenar en inglés) es un concepto que supera el ámbito del ejercicio físico. El coach ejerce la función de entrenador para el desarrollo de conductas y competencias y su acción está encaminada a la consecución de objetivos en la sociedad y en la empresa. El término coaching hace referencia directa al proceso del cambio y no solo a una intervención puntual. Tiene diversas funciones según el nivel neurológico en el que se actúe (conductas, creencias, capacidades, valores, identidad o sistema, entre otros). De acuerdo con estas premisas, María Hernández, diplomada en Dietética y Nutrición Humana, se formó como educadora sociosanitaria y completó sendos máster que le confieren el título de psicoterapeuta alimentaria. Ha centrado su ejercicio profesional como coach personal y nutricional, con un enfoque en el potencial de cada individuo. Su amplia experiencia como docente en programas formativos profesionales de personal sanitario la han convertido en una voz de referencia como ponente y conferenciante en congresos, jornadas y seminarios sobre nutrición, salud y psicología positiva. Es también la presidenta de la asociación EDUSA para la educación en salud y la promoción del bienestar.
El profesional dietista trata al paciente y le asesora sobre lo más adecuado en cada circunstancia. El profesional coach, además, le acerca a explorar sus propios propósitos que transforman el deseo de cambiar en un compromiso hacia la acción, y contribuye en el proceso de mejora del estado dietético-nutricional del paciente, ya que favorece un aprendizaje consciente.
“Quienes recurren a dietas milagro buscan formas fáciles y rápidas de obtener frágiles resultados sin producir cambios en su estilo de vida”
Una dificultad muy común es que el objetivo de hacer una dieta específica o bien seguir un programa de control de peso no es una decisión propia, sino que llega impuesta. Procede del médico o especialista, de la familia, de la pareja, del trabajo o del entorno sociocultural. Esto puede dar lugar a diversos conflictos y contrariedades. El coaching nutricional ayuda a construir un plan propio y decidir los aspectos que más urge cambiar y ayuda a decidir desde dónde empezar el cambio.
Una dificultad que por lo general tenemos todas las personas cuando queremos emprender un cambio, como cambiar el tipo de alimentación y otros hábitos que repercuten en nuestra salud, es nuestra resistencia a salir de nuestra zona de confort.
La zona de confort es un espacio personal de hábitos, costumbres y creencias que mantenemos por comodidad y seguridad, por miedo a asumir nuevos riesgos o a encontrarnos ante la incertidumbre. En el proceso de coaching se genera la confianza para salir de la zona de confort en la dirección deseada y en la compañía del profesional, con quien puedes explorar qué ganas y qué pierdes con el cambio, de qué te quieres alejar y a dónde quieres acercarte.
Quienes actúan así saben que pueden recurrir de vez en cuando a estas dietas y, mientras, en el transcurso de una a otra, continuar tapando la insatisfacción vital que, en ocasiones, subyace a una mala alimentación y a un estilo de vida sedentario, pero cómodo.
Una persona debe empezar una dieta cuando le encuentre el sentido y lo quiera hacer, esto le permite mantener su motivación.
En primer lugar, se ha de tener conciencia de una alimentación inadecuada para la salud y deshacerse de la idea de que estar delgado es sinónimo de salud, porque no siempre es así. En general, los clientes se preocupan más por su peso que por su salud. Una vez que llegan a este punto, es un gran logro descubrir por qué se alimentan del modo en que lo hacen y responsabilizarse de cómo transformar las situaciones que les lleva a ello.
Ser protagonista del aprendizaje, ser partícipe y responsable de cada paso dado, comprender el por qué y el para qué de cada aprendizaje. En palabras de Peter Wrycza (escritor de diversos libros de coaching transformacional), “aprender y vivir son dos conceptos inseparables”.
“La falta de interés por cocinar de los progenitores tiene una gran repercusión en la alimentación de los niños”
Vivimos en una sociedad muy marcada por el consumo: de alimentos, de bebidas y, cada vez más, nuevas sustancias procesadas y diseñadas para una ingesta apetitosa, que no siempre resultan ser nutritivas y sanas. Consumimos no solo alimentos sino información, tecnologías, energías, materiales… a un ritmo voraz, en ocasiones compulsivo. La insatisfacción, el aburrimiento, la soledad, la tristeza, la sensación de infelicidad, la falta de cariño, las presiones internas y externas, la falta de autenticidad, la falta de estímulos, en definitiva, la carencia de emociones positivas y de satisfacción en nuestras vidas nos lleva al sobreconsumo y a tener ganas de comer cuando no es necesario desde el punto de vista fisiológico.
Copian conductas de sus padres y repiten patrones de comportamiento, con la repercusión que tiene en su alimentación la falta de interés por cocinar de sus padres, la búsqueda de la comodidad y tiempo libre en familias con ritmos de vida muy ajetreados, las economías familiares y la oferta de alimentos industrializados que se ha generalizado hoy en un mundo globalizado.
Desde el punto de vista del terapeuta, quizá no informamos bien a los pacientes de su proceso de enfermedad y sus consecuencias, o de las técnicas propuestas para mejorar. Quizá no les hacemos tan partícipes de su proceso como creemos cuando decimos que personalizamos dietas y que nos adaptamos a cada caso. Desde mi experiencia educativa aconsejo comunicarnos de forma adecuada con la persona que tenemos delante, sin trabas, y evitar el uso de tecnicismos, si es necesario. Hay que hacer llegar de forma efectiva la comunicación y, para ello, hay que adaptarla al interlocutor, sea cual sea su nivel sociocultural y su mapa mental. Muchos coaches tenemos herramientas de PNL (Programación Neurolingüística) que nos permiten acompasar con el cliente, generar una relación de confianza mutua y facilitar una comunicación efectiva.
No hay un convencimiento dirigido, sino un aprendizaje interiorizado que te abre a descubrir tus verdaderos propósitos, incluso cuando el objetivo que se quiere cambiar es impuesto. De esta manera, el cliente/paciente no se resigna, sino que acepta el reto y aprende a sacarle al cambio el agradable sabor que antes no había sido capaz de apreciar.
A la coach María Hernández le llamó la atención que “el 27% de los colegios que participaron en el estudio de EROSKI CONSUMER no incluyera verdura como mínimo un día a la semana”. Habría que preguntar a los padres, alerta, qué opinan sobre ello, “pues muy probablemente en ellos encontraremos el origen de esta situación”, adelanta. Hernández destaca que “a pesar de que la reducción de la calidad de los menús escolares no ha afectado a su precio medio, que sigue en los cinco euros”, no se puede culpar a la economía familiar como factor directo influyente en el descenso de la calidad dietética de los menús escolares, “aunque sí de forma indirecta, ya que la crisis económica influye en las economías familiares, que se decantan por productos económicos, fáciles de preparar, apetitosos a la vista y al paladar”, puntualiza.
La especialista advierte de que “los niños se acostumbran a los sabores y texturas de esos productos que comen en casa y rechazan otros alimentos y presentaciones”. De hecho, los centros escolares cuentan para sus comedores con criterios nutricionales básicos apropiados para la población infantil, pero en la práctica son muchos los centros y padres que evalúan la alimentación del niño por la comida que come o la que deja en el plato.
A pesar de los datos que de manera objetiva se pueden calificar como preocupantes, María Hernández es optimista y asegura que “estamos más despiertos que nunca por la cantidad de saber y conocimiento que nos rodea”. Asegura que está a la espera del “despertar de colectivo frente a un sistema en el que estamos adormilados y narcotizados por la publicidad, el sistema de consumo, la comodidad y el conformismo”.