Marta Anguera es autora de ‘Dietas para embarazadas’, libro en el que esta dietista y nutricionista expone con fórmulas simples qué conviene comer y qué debe evitarse en cada periodo de la gestación. Los diferentes capítulos proporcionan una planificación de los menús más equilibrados y las dietas con las que combatir algunas molestias típicas de este estado como la acidez de estómago, los mareos, el estreñimiento, la diabetes o la anemia ferropénica. Anguera asegura que la comida en el embarazo no debe perder su naturaleza placentera, por lo que propone también sabrosas recetas adaptadas a la cultura mediterránea. La guía “Cómo alimentarnos según nuestra edad” de CONSUMER EROSKI ofrece, por su parte, un completo apartado sobre la alimentación durante el embarazo.
Fue un encargo editorial que llegó hasta nuestra escuela y que acometí con mucha ilusión. Soy madre de dos hijas, y mi propia experiencia es que no abunda la bibliografía clara, concisa, actualizada o adaptada a nuestro medio sobre cómo hay que comer durante los nueve meses que dura el embarazo, la etapa de la lactancia y la recuperación del posparto.
Se ha escrito poco sobre este tema bajo la perspectiva de la propia embarazada. Mi intención ha sido la de relatar todas aquellas informaciones que me habría gustado tener a mano en el momento del embarazo relativas a la forma de comer, la cocción de los alimentos, los requerimientos nutricionales, las listas de la compra o las precauciones de seguridad. Vivimos en un mundo en el que existe, en general, muy poca cultura sobre la forma de alimentarse bien, y menos sobre qué comer durante el embarazo.
La mujer embarazada tiene necesidades nutricionales especiales, lo que no significa que deban introducirse cambios drásticos en su dieta. Hay que evitar regímenes demasiado calóricos o dietas desequilibrantes. Asimismo, es muy importante controlar el peso de forma rutinaria. Las proteínas tienen un papel fundamental, mientras que se requiere un mayor aporte de calcio para la formación del esqueleto. El aporte de hierro también es muy importante, hasta el punto que en muchos casos es necesaria una suplementación oral. Por último, la vitamina D, que también interviene en la mineralización ósea, aparece en muy escasa proporción en los alimentos de consumo habitual, por lo que suele suplementarse.
En nuestra alimentación se da un déficit generalizado de ácido fólico, presente en la carne, espárragos y espinacas. Este déficit cobra mayor importancia en el embarazo, sobre todo durante el primer trimestre. Otro error común es el de intentar corregir el peso en las últimas semanas, cuando lo importante es enfocarlo bien desde el principio. Hay embarazadas que intentan corregir un descontrol de peso en la fase avanzada con restricciones dietéticas, sin ser conscientes de que éste es el momento en el que el cuerpo necesita más nutrientes.
No siempre obedecen a un requerimiento fisiológico. El hecho de que la embarazada experimente una súbita apetencia por las almendras puede justificarse por un requerimiento de magnesio o de aminoácidos esenciales. En el caso de los fresones con nata, se trata más de un requerimiento afectivo que nutricional.
Pasan factura a todo el mundo y también a las embarazadas. Se calcula que, tras las fiestas, todos engordamos un promedio de uno o dos kilos. Las embarazadas no deben automarginarse durante las celebraciones, aunque tienen que extremar su responsabilidad. No vale pensar que, al estar más gordas, todo vale. El exceso de kilos acarrea más problemas conforme avanza el estado de gestación.
La higiene de los alimentos debe ser sagrada. Hay que lavar y pelar bien todos los productos, cocer algo más las carnes que de costumbre o vigilar la caducidad de los elementos envasados. Si se compra pescado fresco con la intención de consumirlo crudo, es mejor someterlo a congelación antes de comerlo. El pescado azul ha sido desaconsejado por algunos autores, pero los nutrientes que aporta, como yodo y ácidos grasos omega-3, son muy importantes. Aconsejo comer los pescados azules más pequeños, en los eslabones más bajos de la cadena alimentaria, y evitar los peces mayores como el atún, cuyos tejidos pueden albergar mayor densidad de tóxicos.
El alcohol está totalmente desaconsejado. El café no conviene, pero es cierto que las mujeres acostumbradas a tomar mucho café experimentan jaquecas muy molestas si detienen de golpe su consumo. En este caso, habría que pautar un consumo moderado. Con los quesos no hay problema.
En el embarazo hay más retención de líquidos. Sin embargo, soy partidaria de consumir más verduras o frutas ricas en ese elemento que aumentar la ingesta de agua.
Las ovolacteovegetarianas no verán comprometida su nutrición salvo en el aporte de yodo o ácidos grasos que, por otra parte, pueden administrarse en forma de suplementos. En las vegetarianas más estrictas es importante que el médico o dietista paute el tipo de alimentación a seguir durante el embarazo. No se trata simplemente de prohibir o autorizar, sino de vigilar con fundamento. Si no hay intolerancia o inapetencia, los quesos pueden resultar de extrema utilidad en la alimentación de estas mujeres.
La mayoría de los manuales sobre dietas de embarazadas parten de EE.UU. o de centros de cultura anglosajona y, en sus listados de alimentos, se echan en falta productos muy nuestros y que son de vital importancia para el embarazo como el aceite de oliva, el pescado azul, las legumbres o los frutos secos.
La diabetes es una de las complicaciones que más a menudo condiciona el pronóstico de la madre embarazada y del feto. Se calcula que un 0,3% de las mujeres en edad fértil padece diabetes, que el 0,2-0,3% de los embarazos tiene lugar en mujeres previamente diagnosticadas de diabetes y que un 2-12% de las gestantes no diabéticas padecerá la enfermedad durante su embarazo. Los obstetras alertan, además, que la diabetes en el embarazo suele favorecer otras complicaciones como infecciones, preeclampsia o insuficiencia placentaria.
Las mujeres en edad fértil aquejadas de diabetes tipo 2 suelen presentar, por otra parte, un síndrome metabólico con el que dicha enfermedad se acompaña de sobrepeso y de un riesgo relativamente elevado de lesiones arteriales o tromboembolismo. La responsabilidad de médicos y gestantes en este asunto es crucial, puesto que un embarazo sin un adecuado control de la diabetes se salda con una mortalidad perinatal superior al 10% y un riesgo de malformaciones congénitas que triplica al de embarazos en mujeres no diabéticas.
La solución pasa por conseguir un control glucémico con controles frecuentes, semanales o quincenales (con glucemia basal por debajo de 100 mg/dL, glucemia postpandrial por debajo de 140 mg/dL y HbA1c entre 5-6%). También es importante un control estricto del peso, comer de forma ligera pero frecuente y normalizar la presión sanguínea.