La obesidad, la diabetes, la hipertensión arterial, las enfermedades cardiovasculares y ciertos tipos de cáncer son algunas de las dolencias que se incrementan cuando el consumo de alimentos ricos en grasas saturadas, grasas trans, azúcares o sal es excesivo. Los alimentos procesados, ya sea por la composición nutricional derivada de sus ingredientes o bien por su elevada frecuencia de consumo, son la principal fuente de estos nutrientes. Por este motivo, muchas estrategias de salud dirigidas a la prevención de las enfermedades relacionadas con la alimentación hacen mención a la necesidad de implantar medidas que limiten el consumo de determinados nutrientes, en especial, aquellos cuya ingesta excesiva guarda relación directa con estos trastornos. En este artículo se destacan dos propuestas: cambios en el etiquetado para reconocer los productos “más saludables” y un mayor consumo de alimentos frescos.
Ciertos nutrientes, consumidos en exceso, suponen un mayor riesgo de padecer enfermedades crónicas o afectar al corazón. Es el caso de las grasas saturadas, las grasas trans, los azúcares y la sal. Para reducir estos nutrientes conflictivos, son imprescindibles estrategias que planteen abordajes multidisciplinares, con colaboración entre las organizaciones empresariales e industriales, la distribución y la restauración alimentarias, así como con la administración sanitaria. Este es el caso de la Estrategia para la Nutrición, Actividad Física y Prevención de la Obesidad (NAOS), que con acciones coordinadas entre los diferentes actores, pretende obtener resultados eficaces para disminuir el contenido de estos nutrientes en los alimentos procesados.
Propuestas en el etiquetado para reconocer productos saludables
En la última edición de su revista, el Comité Científico de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) ha publicado un informe en el que establece los criterios que se deben seguir para incentivar la disminución del contenido de nutrientes «conflictivos» presentes en los alimentos transformados y cuya reducción es de interés para la salud pública. Tras la evaluación de las evidencias científicas, el trabajo del Comité Científico, coordinado por Jordi Salas Salvadó, ha propuesto un modelo basado en el establecimiento de un distintivo para los alimentos transformados que:
En su categoría, hayan reducido como mínimo un 30% su contenido en grasas saturadas o azúcares o bien que hayan disminuido en un 25% su contenido en sal.
No superen el contenido medio del resto de nutrientes considerados en este esquema para su categoría.
Cumplan con los perfiles nutricionales que se establecen en el artículo 4 del Reglamento (CE) Nº 1924/2006.
Los alimentos que cumplan las citadas condiciones serían candidatos para utilizar un distintivo o símbolo en el etiquetado y la publicidad del alimento, el cual permitiría reconocerlo como un producto «más saludable». Esta idea ya se utiliza, de forma parecida, en otros países. Hay ejemplos en los países nórdicos, con el símbolo denominado «Keyhole», y en Estados Unidos, con el «Smart Choices». Estas iniciativas pretenden ayudar a los consumidores a conseguir elecciones alimentarias más saludables e incentivar a la industria alimentaria a innovar y mejorar la composición nutricional de los alimentos que desarrollan.
Más alimentos frescos
Se pueden plantear tres caminos o vías para reducir el consumo de alimentos ricos en grasas saturadas, grasas trans, azúcares y sal. Por un lado, se puede limitar la ingesta de estos alimentos, algo que recomiendan, no con mucho éxito, guías alimentarias, campañas sanitarias de índole variada o en el marco del consejo dietético del profesional de la salud. Por otro lado, se puede mejorar la composición de los alimentos con el fin de reducir los componentes que, desde el punto de vista de la salud, son poco deseables. Este último aspecto es el objetivo que persigue el informe elaborado por el grupo de expertos del Comité Científico de la AESAN.
Sin embargo, los expertos no se cansan de recalcar un tercer punto: es preciso insistir en la promoción del consumo de alimentos frescos y mínimamente procesados. La mayoría de estos son fuente natural de varios nutrientes imprescindibles para la salud, tales como fibra, vitaminas y minerales, sin aportar apenas grasas saturadas o trans, sal y azúcares añadidos.