“Estamos en manos del destino” o “De algo hay que morir” son frases que pronuncian quienes desconocen la importancia de unos buenos hábitos de vida o quienes no están dispuestos a mejorarlos. Pero no es lo mismo envejecer con plenas facultades físicas y mentales que hacerlo con una discapacidad ocasionada por enfermedades crónicas y debilitantes. Hay muchos motivos por los que conviene adoptar un buen estilo de vida, pero una razón importante es su papel en la prevención de la mortalidad prematura y de las enfermedades no transmisibles, tal y como amplía el presente artículo.
Las enfermedades no transmisibles -muchas de ellas, originadas en una mala alimentación y unos hábitos de vida sedentarios- causan, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 87% de los fallecimientos en Europa. Es un porcentaje muy superior al de las muertes por otras causas, como accidentes de tráfico (menos del 2%, en el caso de España), así que ni la población ni las autoridades sanitarias pueden pasar por alto que toda medida que contribuya a la prevención de estas dolencias debe ser bienvenida.
Desastre para la salud, la sociedad y la economía
Cuando se habla de enfermedades no transmisibles se hace referencia a dolencias que no son contagiosas. Es decir, un dolor de rodilla no se puede «pasar» a quienes nos rodean. Pese a que dentro de esta categoría se encuentran las enfermedades osteomusculares, los transtornos neuropsiquiátricos, las afecciones bucodentales o digestivas o los trastornos genitourinarios, las cuatro que más muertes ocasionan son la diabetes, el cáncer, las enfermedades crónicas pulmonares y, sobre todo, las enfermedades cardiovasculares (causan tres de cada diez muertes). Son datos que provienen del Informe sobre la situación global de las enfermedades no transmisibles, de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La OMS deja claro que las enfermedades no transmisibles no solo son la principal causa de muerte, sino que además cada vez son más frecuentes, por lo que en países como el nuestro deberían existir programas «vigorosos» para frenarlas. La directora general de la OMS, la doctora Margaret Chan, al presentar el informe declaró que el aumento de las enfermedades crónicas no transmisibles «supone un desafío enorme». Para algunos países, según ella, la situación es «un desastre inminente; un desastre para la salud, para la sociedad y para la mayoría de las economías nacionales».
Un buen estilo de vida: vacuna autoadministrable y barata
Gracias a las vacunas se ha conseguido evitar miles de millones de muertes por enfermedades infecciosas y nuestra esperanza de vida ha aumentado en varias décadas. Un ejemplo de ello está en la viruela: en el siglo XX mató a entre 300 y 500 millones de personas, hasta que una vacuna consiguió erradicarla en 1979. En la actualidad, aunque los avances científicos en el terreno de la vacunación siguen dando frutos (como la recién aprobada vacuna contra la malaria), las autoridades sanitarias se ven desbordadas por su incapacidad de prevenir un tipo de enfermedades no infecciosas ni contagiosas, pero muy mortíferas: las llamadas «enfermedades no transmisibles».
Por fortuna, estas enfermedades, causantes de casi nueve de cada diez muertes en Occidente, son muy prevenibles mediante hábitos diarios. La doctora Chan considera que «las evidencias científicas disponibles demuestran de forma inequívoca que las enfermedades no transmisibles crónicas son en gran medida prevenibles». Así pues, además de vacunarnos contra agentes infecciosos, conviene tener presente una «vacuna» autoadministrable, barata y sin fecha de caducidad llamada buen estilo de vida, como se amplía a continuación.
Cuatro causas de mortalidad, cuatro factores modificables
En el caso de las patologías infecciosas no basta con conocer de qué muere la población (fiebre muy elevada, parálisis muscular, fallo multiorgánico, etc.), también es preciso determinar qué agente es el responsable de la muerte (bacteria, virus, parásito, etc.). Ocurre lo mismo con las enfermedades no transmisibles: se sabe que buena parte de la población fallece por diabetes, enfermedades cardiovasculares, cánceres o enfermedades pulmonares crónicas, pero se debe determinar el verdadero causante de la muerte.
Es lo que averiguaron Mokdad y sus colaboradores en marzo de 2004 (revista JAMA), o lo que ha determinado la OMS en el informe antes citado. Sus hallazgos, que pueden compararse al descubrimiento del virus que genera una infección epidémica, revelan que los cuatro factores de riesgo más implicados en la aparición de estas cuatro dolencias son el tabaquismo, el sedentarismo, el consumo excesivo de alcohol y la mala alimentación.
Es decir, estamos ante elementos modificables, y ello significa que existe la posibilidad de prevenirlos gracias a un cambio de hábitos generalizado. Algo muy necesario e incluso urgente, dado que los estilos de vida insaludables se están «globalizando», según se lee en el informe de la OMS.
¿Cómo abordar este «desastre a cámara lenta»?
Hacer llegar información a la población y confiar en su fuerza de voluntad es del todo insuficiente. Dejar de fumar, por ejemplo, reviste una gran dificultad y, por ello, entidades como la Asociación Española Contra el Cáncer insisten en pedir ayuda sanitaria para enfrentarse al reto, algo que puede multiplicar por diez las posibilidades de éxito. Algo similar ocurre con la obesidad, la mala alimentación o el sedentarismo. Por todo ello, debe existir una voluntad política por parte de los gobiernos para crear entornos que inviten a realizar actividad física y comer saludablemente, para incrementar la presencia de dietistas-nutricionistas en Atención Primaria y, sobre todo, para frenar el marketing directo, indirecto o encubierto de alimentos insanos, alcohol y tabaco.
La doctora Chan razona que el fracaso en promover medidas preventivas en toda la población para detener este «desastre a cámara lenta» es evidente. Por eso, el informe de la OMS enumera una serie de propuestas bien delimitadas para abordar estas enfermedades tanto mediante intervenciones en toda la población, dirigidas a la prevención, como mediante intervenciones de atención de salud individuales que permitan diagnosticar y tratar estas dolencias lo antes posible. Si no se activan estas medidas de forma urgente, la carga financiera de estas enfermedades alcanzará niveles que, en palabras de Chan, no podrán cubrir ni siquiera los países más ricos del mundo. Y es que «dejarse en manos del destino» no siempre es la opción más sensata.