Planificar es la clave para asegurar el éxito de unas vacaciones. Y más cuando esas vacaciones se harán en familia, porque hay que asegurar el descanso y el disfrute tanto de los adultos como de los pequeños. Los abuelos desempeñan un papel cada vez más activo en la crianza y el cuidado de los peques. También son protagonistas del ocio familiar. Improvisar un viaje a una ciudad desconocida y sin demasiada oferta de ocio infantil o para la tercera edad, más allá de las largas horas de playa, puede suponer un problema. En este artículo ofrecemos cinco ideas para que el descanso familiar sea exitoso.
Con un poco de imaginación y tolerancia con los gustos de los demás, para que cada miembro de la familia tenga asegurada su actividad favorita, aumentan las probabilidades de éxito, y sin agotar el presupuesto a los cuatro días.
1. ¿Qué hay cerca?
El calendario no da abasto con tantas fiestas populares y cada vez más pueblos celebran el verano cultural con actividades para los menores. Seguro que en un radio cómodo, de unos 40 kilómetros alrededor de casa, hay mucha oferta que convierte la excursión en un aliciente familiar: mercados medievales con aves rapaces y tiro con arco, recreaciones históricas que son como grandes fiestas de disfraces, instalaciones hinchables y guerras de espuma. Y un clásico al que es difícil que se resistan: los cines de verano al aire libre o en ayuntamientos y asociaciones culturales. También se puede improvisar una sesión en casa con los amigos de los niños.
2. Si no vamos a la playa, traemos la playa a casa
El tradicional manguerazo en el patio o el corral ha evolucionado, aunque sigue vigente si no hay piscina cerca y los niños ruegan un chapuzón los días más tórridos. Además de la goma de regar y el grifo, se pueden añadir pistolas de agua, pequeñas piscinas hinchables o gadgets para fabricar pompas de jabón.
3. Vuelta a lo natural
Ya pasan bastantes horas encerrados todo el año. Las ganas de campo abierto son una buena oportunidad para educar. El tándem diversión-aprendizaje es óptimo y existen múltiples opciones: talleres para conocer especies animales y vegetales en su propio hábitat; yincanas y parques de aventura en bosques, centros de interpretación sobre las características de cada entorno (o del propio, a menudo poco conocido)… También puede barajarse la observación de aves (en España hay muchas zonas ZEPA, algunas incluso urbanas, como Cáceres); granjas escuela para aprender de dónde vienen la leche, los puerros o los huevos; senderismo o ciclismo con trazados y distancias asequibles (vías verdes, por ejemplo); excursiones y playas fluviales entre sotos… Si tiene un espacio natural protegido cerca de casa, cómo no aprovecharlo.
4. Novedades sin ir muy lejos
No hay por qué hacer cientos de kilómetros en coche para evitar el fatídico «me aburro», «¿cuánto falta?» o «jo, no se me ocurre nada que hacer». Se trata de ponerse en pie y explorar el propio mundo que a menudo damos por supuesto: un paseo por un parque que hace tiempo no se visita, un museo con temática divertida tanto para niños como abuelos (oficios antiguos, tradiciones, naturaleza…) o una escapada por el monte para recoger frutos y luego usarlos para llevar a la práctica alguna receta (como ensaladas o helados de fresa, frambuesa y yogur). Si en su municipio o en el de al lado hay oficina de turismo, acérquese con los niños para que descubran otras facetas de su propia zona, y que ellos elijan el plan que les parezca más interesante. Y no solo hay que ceñirse a los monumentos; el viejo molino, una antigua fábrica, la vivienda de un personaje popular o una casa de labor también atesoran muchas historias.
5. Sabor de pueblo
Pueblos y paisajes. Esa oposición entre mar y montaña a veces es bastante forzada. Este país tiene más de 7.000 kilómetros de costa y solo una provincia, Valladolid, carece de cadena montañosa. Todas las demás tienen sierra a una distancia cómoda. Incluso en la estepa abundan pinares, encinares o dehesas. Y por supuesto, están los pueblos. A los niños les encantan: les permiten libertad, explorar… Existen docenas de listas, como la de la Asociación de Los Pueblos Más Bonitos de España, y cientos, por no decir miles, de localidades con arquitectura tradicional y patrimonio artístico. A veces, encontrar un enclave mágico es tan fácil como coger un desvío improvisado en una autopista.