Los beneficios del teatro para los niños son muchos y muy variados. Por un lado, asistir a obras de teatro estimula en los pequeños la capacidad de imaginar y del disfrute emocional y estético. Y, por otro lado, hacer teatro ayuda a la expresión, la socialización, la seguridad y la autoestima del menor. Este artículo detalla los beneficios del teatro, sobre todo los relacionados con la creatividad de los niños, con la capacidad de disfrutar mientras se interpreta y de los usos pedagógicos de este arte.
El teatro, una actividad con múltiples beneficios para los niños
El teatro es una actividad que ofrece una gran cantidad de beneficios para los niños, desde los dos lugares que estos pueden ocupar: espectadores y actores. Por eso, tanto la asistencia a funciones de teatro infantil como la participación de los pequeños en talleres de teatro -como actividad extraescolar o incluso dentro de la escuela- son muy enriquecedoras para ellos y les estimulan en múltiples sentidos.
En palabras de Nora Lía Sormani, especialista argentina en teatro para niños, es «una disciplina de aportes invalorables, porque de una forma inmediata y amena conecta al niño con el mundo del arte y le abre las puertas de la sensibilidad estética, de la reflexión, de la capacidad de emocionarse, reírse y llorar y de comprender diferentes visiones de la vida y del mundo«.
Los niños como espectadores de teatro
Hay un modelo tradicional de teatro para niños: aquel en el cual los actores y «teatristas» les involucran como espectadores de manera directa. Esto se logra a través de pedirles que hagan palmas, que canten, que respondan preguntas e incluso que algunos suban al escenario a formar parte de la función. Según explica Sormani en un artículo titulado ‘Espacio e ideología en el teatro para niños‘, desde hace tiempo se ha afianzado una actitud de rechazo ante esas prácticas, que de algún modo subestiman a los pequeños, pues parten del supuesto de que estos no pueden «entender» el teatro y necesitan ser estimulados y entretenidos de otra forma.
La opinión que surge como respuesta a ese modelo tradicional sostiene que «la función fundamental del niño espectador debe ser la de observar, mirar, contemplar los mundos poéticos y dejarse afectar emocional, estética, lúdica e ideológicamente por ellos». Esta postura parece situar a los menores en un lugar más pasivo, pero en realidad consiste en cambiar el tipo de acción. «De esta manera -explica Sormani- el centro de actividad del niño está ubicado en la estimulación de su capacidad imaginaria, en la exaltación de su competencia representacional y simbólica». Se genera así «un interesante paralelo entre el teatro y la representación imaginaria que el niño pone en ejercicio cuando le leen o lee un cuento«, añade la experta.
El teatro como un estímulo para la creatividad de los niños
Cuando el lugar del pequeño ya no es el de espectador sino el de partícipe en la práctica del teatro, los beneficios se multiplican. Gabriel Robles Gavira y Diana Civila de Lara, especialistas en educación de la Universidad de Cádiz, se refieren al taller de teatro como «un elemento fundamental para el trabajo educativo y para la vida misma». Se basan en tres grandes conceptos:
- El teatro parte del juego como base de la actividad humana. De hecho, muchos de los juegos infantiles consisten, de alguna manera, en representar una obra de teatro, donde cada niño interpreta un papel (papá, mamá, héroes de la televisión, jugadores de fútbol, etc.).
- Potencia el desarrollo de la expresión oral y corporal como elementos fundamentales de la comunicación humana.
- Su metodología es participativa, democrática, fomenta la cooperación, el trabajo en grupo y estimula la reflexión sobre las distintas actividades, convirtiéndose en un vehículo para transmitir valores de tolerancia, respeto, solidaridad, crítica y denuncia.
No son esos los únicos beneficios. La práctica del teatro estimula la imaginación y la creatividad, sobre todo cuando se trabaja con técnicas de creación de historias y con improvisaciones. También se amplía el marco de experiencias del niño. El acercamiento a diversas historias y personajes les permite, al igual que la literatura, mejorar su capacidad de empatizar con los demás. Por otro lado, la capacidad de poner su propio cuerpo para dar vida a las historias les llevará a aumentar y reforzar su autoestima y la seguridad en sí mismos, cualidades de gran valor durante su desarrollo.
Y los beneficios no terminan allí. Hay otros que se añaden de forma más bien indirecta, pero que también son importantes: el pequeño incorpora hábitos de responsabilidad (como la puntualidad y las normas de convivencia), ejercita la memoria, controla la frustración, deja atrás la timidez, aprende el valor de la práctica, el entrenamiento y el esfuerzo, reflexiona sobre sí mismo y aprende también a conocer y controlar sus emociones.
El teatro se ha utilizado como técnica educativa de muy diversas formas. Existe, de hecho, la llamada pedagogía teatral, que busca emplear recursos y herramientas del teatro en la educación de los niños. En ‘Manual de Pedagogía Teatral‘, la educadora chilena Verónica García-Huidobro se refiere a lo que se denomina “juego dramático”, el cual tiene algunas características particulares que la distinguen de lo que en general se entiende como teatro.
La principal diferencia radica en que el objetivo es desarrollar la expresión artística, y no tanto montar una representación teatral (aunque esta puede llegar). Este juego, además, es más “informal”: tiene lugar a partir de un proyecto que surge de forma oral y se desarrolla a partir de la conversación, y no de un guion escrito y acabado. A menudo, además, las acciones y los diálogos se improvisan en el momento.
Del mismo modo que quienes participan en un taller de pintura no necesariamente aspiran a convertirse en grandes artistas, ni todos los que cursan un taller de escritura sueñan con escribir una novela, la práctica del teatro en los niños no siempre debe terminar en la presentación de una obra teatral. De eso trata el juego dramático: aprovecha todos los beneficios del teatro, pero se centra en el proceso de aprendizaje y en disfrutar de él. Así, el teatro no es un fin en sí mismo, sino un medio al servicio de los pequeños.