La piel del bebé es muy frágil y delicada, sobre todo en los primeros meses. Durante el invierno es necesario prestar especial atención para protegerla de los distintos factores ambientales externos que puedan resultar perjudiciales como el frío, el viento y, por supuesto, también del sol.
Cómo es la piel del bebé
La piel, además de ser el órgano funcional más grande que posee el ser humano, realiza una importante función de protección del resto del cuerpo, ya que actúa como barrera para evitar los efectos destructivos que los agentes del medio exterior pueden tener sobre él. Para que cumpla de forma adecuada esta función, es necesario cuidarla y protegerla a su vez de los factores externos que puedan incidir de forma negativa sobre ella.
En el caso de los bebés, esta protección y cuidado debe ser aún más extremo. Aunque la piel del recién nacido tiene la misma estructura que la de un adulto, las diferencias entre una y otra son destacadas y hasta pasados dos o tres años no adquiere toda su funcionalidad:
- La piel del bebé es entre un 40% y un 60% más delgada y posee poca grasa subcutánea. Esto provoca mayor riesgo de pérdida del calor corporal en los recién nacidos.
- La relación entre la superficie de la piel del bebé y su peso es tres veces mayor que la de un adulto, de modo que el riesgo de toxicidad por sustancias aplicadas sobre ella es mucho mayor, ya que se elevan los niveles de concentración en el organismo.
- En el momento de nacer, el pH de la piel del bebé es neutro (pH=7) y por tanto, más elevado y con menos acidez que el del adulto (5,5). Esto la hace más sensible a las irritaciones e infecciones.
Cuidado con el invierno
Es frecuente que los padres extremen las precauciones para proteger la piel de los bebés durante el verano, sobre todo de los efectos nocivos de la exposición solar. Durante el invierno, la protección de la piel del bebé ante los agentes externos que puedan afectarle no está tan generalizada, sin embargo, la Academia Española de Dermatología destaca la importancia que tiene el cuidado de la piel en esta estación del año, con más sentido aún en los bebés.
Según los expertos de este organismo de especialistas, además de la lógica protección frente al frío de la estación, otros factores ambientales invernales inciden también sobre el buen estado de la piel y, en consecuencia, del resto del cuerpo, como los contrastes de humedad y temperatura ambiental, el viento frío directo sobre la piel o las calefacciones excesivas.
Consejos para proteger la piel del frío
- Ropa adecuada: la ropa es el principal protector de la piel del frío. Durante el invierno debe vestirse al bebé con prendas que le proporcionen el suficiente abrigo para que no se produzcan pérdidas de calor corporal, pero que no calienten en exceso su cuerpo para que no se produzcan cambios bruscos de temperatura. Para acertar, lo mejor es abrigarle en la misma medida que necesite el adulto.
- Mantener la piel hidratada: el descenso de la humedad del aire durante los meses de invierno produce mayor sequedad en la piel del bebé, que puede derivar en irritaciones e incluso en descamación. Para evitarlo es imprescindible mantener la piel hidratada con cremas específicas para bebés.
- Evitar el viento directo: en el momento del paseo es importante intentar evitar que el viento frío incida directamente sobre la piel del bebé que queda expuesta. Para ello, además de gorros, bufandas y guantes, se puede hacer uso de los protectores plásticos que incluyen la mayoría de los carros y sillas de bebé del mercado.
- Regular la calefacción: la fuerte calefacción que se utiliza en algunos hogares durante el invierno es uno de los factores que inciden en la sequedad del bebé durante esta época del año. Es recomendable mantener el hogar a una temperatura adecuada (entre 20 y 22 grados) y utilizar sistemas de humidificación que contrarresten el efecto de sequedad de la calefacción.
- Proteger la piel del sol: los efectos nocivos del sol sobre la piel no son exclusivos el verano. En el invierno, los rayos solares también pueden ser dañinos para una piel tan sensible como la del bebé, ya que los rayos UV penetran con mayor facilidad. Para evitar posibles quemaduras, los especialistas señalan, entre otras recomendaciones, aplicar un protector solar adecuado para pieles infantiles, sobre todo si se va a exponer al sol en lugares de elevada altitud como la montaña o en la nieve, y evitar las exposiciones solares directas demasiado prolongadas.