Según algunos pediatras, la lactancia materna a demanda protege contra la obesidad infantil. Si en lugar de dar el pecho al bebé cuando lo pide se le da otro alimento, esto le puede llevar a acostumbrarse a saciar su necesidad de afecto con comida, lo que podría ser causa de sobrepeso. En cualquier caso, hay consenso acerca de que los niños que no reciben lactancia materna son más propensos al sobrepeso. A continuación se muestra la lactancia materna como una forma de dar afecto y se dan detalles acerca de cómo reduce el riesgo de obesidad. También se aportan algunas de las cifras que hacen de este problema una epidemia mundial.
Dar el pecho a demanda, una forma de dar afecto
La lactancia materna a demanda es recomendada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Asociación Española de Pediatría (AEP), además de por todas las asociaciones de apoyo a la lactancia. ¿Qué quiere decir que sea a demanda? «Siempre que el bebé lo requiera y todo el tiempo que quiera», detalla el Comité de Lactancia Materna de la AEP. Esta es la manera de estar seguros de que el niño recibe todo lo que necesita, describe el Comité, que «unas veces será alimento y otras calor, cariño o protección«.
Es decir, los bebés no solo quieren ser amamantados cuando tienen hambre, sino también cuando necesitan satisfacer una necesidad afectiva. En ello radica la explicación de que algunos pediatras afirmen que la lactancia materna a demanda previene la obesidad. Si cuando está necesitado de afecto el pequeño recibe un alimento con azúcar (una chuchería, un trozo de pan, etc.), el cual estimula la producción de endorfinas, sentirá placer y relajación gracias a la comida, pero no habrá recibido el afecto que pedía.
Ese mecanismo trasladado al resto de la vida -apunta Jesús Garrido García, responsable de la web de Mi Pediatra Online-, «tras haber repetido en su infancia esa maniobra miles de veces, hace que, ante una necesidad afectiva insatisfecha, se active un circuito que le dice: come y te sentirás mejor«. Y es esto lo que favorece la obesidad.
Si, en cambio, lo que el niño obtiene es lactancia materna, lo que recibe es el afecto que necesita, y no comida en su lugar. «En el futuro, cuando tenga una necesidad afectiva, buscará afecto como forma de resolverla», añade Garrido. Esto es aplicable incluso a las madres que, por el motivo que fuera, no amamantan a sus hijos. Como la clave no solo está en el contenido del alimento sino en la forma en que se lo brinda, dar un biberón a demanda es, en este sentido, equivalente a dar el pecho de esa misma manera. «Es dar afecto con comida», plantea el especialista.
Lactancia materna para reducir el riesgo de obesidad
En cualquier caso, hay consenso en que la lactancia materna es una manera de prevenir la obesidad. Dar el pecho como forma de alimentación exclusiva hasta los seis meses de edad «es un medio importante para ayudar a impedir que los lactantes se vuelvan obesos», afirma un documento de la OMS. Este organismo también remarca la importancia de comenzar con la lactancia durante la primera hora de vida, así como de incorporar «alimentos sólidos complementarios nutricionalmente adecuados e inocuos a los seis meses» y de mantener la lactancia, siempre que se pueda, hasta los dos años o más.
La Liga de La Leche Internacional, por su parte, aclara que los niños amamantados «autocontrolan sus patrones alimenticios y la cantidad que ingieren». Esta última suele ser, además, la adecuada para su cuerpo. Señala que, por el contrario, «es la alimentación con biberón y la incorporación precoz de alimentos complementarios la causa de que se vean afectados de obesidad al crecer, no la lactancia natural».
Según un artículo de María José Lozano de la Torre, experta de la Universidad de Cantabria (Santander) y miembro del Comité de Lactancia Materna de la AEP, existen estudios recientes que demuestran que el riesgo de sobrepeso es un 20% mayor en los bebés no amamantados, y el de obesidad, un 25% más elevado. Si la comparación se efectúa con niños que tomaron leche materna durante al menos seis meses, esos porcentajes aumentan hasta el 35% y 43%, respectivamente.
Una investigación de 2003 había revisado los estudios realizados hasta entonces y concluía que la incidencia de la lactancia materna sobre estos problemas “es probablemente pequeña en comparación con otros factores que influyen sobre la obesidad infantil, como por ejemplo la obesidad de los padres”. De hecho, se puede afirmar que el problema del sobrepeso empieza en el vientre materno.
Pero incluso aunque ese efecto fuera pequeño, el mismo trabajo científico añadía que “puede ser de relevancia en términos de salud pública”, dado que el sobrepeso y la obesidad infantil constituyen en el mundo una auténtica epidemia. Según datos de la OMS, el número de niños de entre 0 y 5 años que los padecen aumentó de 32 millones en 1990 a 42 millones en 2013, y si se mantienen las tendencias actuales, podría llegar a 70 millones en 2025.
La obesidad infantil está asociada, explica la OMS, a una amplia gama de complicaciones de salud graves y a un riesgo creciente de contraer, de forma prematura, enfermedades como diabetes y cardiopatías. A raíz de esos y otros perjuicios del sobrepeso y la obesidad, los expertos alertan contra su prevalencia cada vez más notoria entre los menores. Por eso, este es un motivo más para la promoción de la lactancia materna.