La transición de la cuna a la cama marca un antes y un después en la autonomía del niño. Para que el traslado se realice sin traumas, y no derive en mayores problemas, es preciso buscar el mejor momento, hacerle entender el cambio, elegir bien la cama, cuidar la seguridad en el hogar y mantener los hábitos del sueño.
1. Buscar el mejor momento
No existe una edad mínima ni un límite máximo para pasar al niño de la cuna a la cama: cada caso es único. Sin embargo, en la mayoría, el cambio se produce entre los dos y tres años de edad y lo suele marcar, además, el tamaño del pequeño.Un bebé de 90 centímetros, que ya pueda escalar, está listo para dormir en la cama
Ernesto Sáez Pérez, pediatra y autor de la obra ‘¿Qué le pasa a mi hijo?’ señala que la regla general es «que si un bebé mide unos 90 centímetros y ya puede escalar y salir fuera de la cunita, ya está listo para dormir en la cama«. Aunque, tal como apunta el pediatra, «algunos niños son muy agiles y consiguen saltar los barrotes antes de alcanzar esa altura; mientras que otros son más perezosos y ni siquiera lo intentarán».
En caso de niños más nerviosos, el traslado a la cama debe realizarse sobre todo para preservar la seguridad del pequeño y evitar que se produzca alguna lesión cuando intente salir de la cuna.
En otras ocasiones, sin embargo, el cambio del bebé de la cuna a la cama puede marcarlo la necesidad de dejar la cuna libre para un nuevo miembro de la familia. En esta ocasión, es mejor no hacer coincidir el traslado con la llegada del nuevo hermano, como apunta el doctor Eduard Estivill en su manual ‘Duermeté niño’. El paso se debe hacer «en una época en la que el niño esté tranquilo»: en ningún caso debe coincidir con grandes momentos para el pequeño, como el comienzo de la guardería, la llegada de un hermanito o un cambio de domicilio.
2. Hacerle entender el cambio
El traslado del niño de la cuna a la cama implica un cambio notable para el pequeño
El traslado del niño de la cuna a la cama implica un cambio notable para el pequeño. Para que lo acepte sin problemas, es recomendable hablar con él y explicarle el porqué de la nueva situación, con argumentos como que «ya es mayor y, por eso, va ha dormir a partir de ahora como los mayores» o que «ya ha crecido tanto, que necesita más espacio para él y sus muñecos».
Es necesario, también, hacerle ver que la mayor libertad de movimiento que adquiere con la cama no implica que deba salirse de ella continuamente, sino que debe aprender a respetar su sueño y el de los demás y solo levantarse cuando tenga que ir al baño (si ya está preparado para ello) o para otras necesidades importantes.
3. Elegir bien la cama
La nueva cama donde duerma el niño debe proporcionar a los padres la misma seguridad que la cuna. Por ello deben tener en cuenta algunos aspectos:
que no tenga esquinas punzantes para evitar golpes peligrosos para el niño.
preferiblemente, que tenga una altura adecuada para que el pequeño pueda subirse y bajarse de ella con comodidad.
es aconsejable colocar, al principio, una valla de seguridad en los laterales, para impedir las posibles caídas al suelo durante la noche.
si tiene barrotes en el cabecero, la distancia entre ellos debe imposibilitar que el pequeño pueda quedar atrapado.
4. Cuidar la seguridad del hogar
A partir del momento en que el niño pasa a la cama, es necesario extremar las precauciones en el hogar para preservar su seguridad en caso de que se levante solo por la noche. Hay que ser consciente de que lo que antes podía no representar ningún peligro, ahora si puede tenerlo. Algunas pautas que se deben tener en cuenta son:
tener cuidado de mantener cerradas las ventanas a las que pueda acceder con facilidad.
cerrar la puerta de la casa con llave.
no poner al alcance elementos tóxicos u objetos punzantes y peligrosos.
dejar una pequeña luz encendida para evitar tropiezos y que se desoriente si se levanta.
Respecto a la transición de la cuna a la cama, el doctor Estivill resalta que “es fundamental que el cambio se produzca cuando el pequeño tenga ya el hábito de dormir bien adquirido”. Este aspecto es importante, sobre todo, para evitar que la noche se convierta en un continuo deambular de los padres al cuarto del pequeño; o viceversa, del niño al de sus padres.
En este sentido, es aconsejable mantener las mismas rutinas de sueño que se adoptaron cuando el niño dormía en la cuna.
- No variar los horarios y mantener las mismas pautas (del tipo baño-cena-cama).
- Dejarle que duerma del mismo modo, con su peluche u objeto habitual que le ayudan a conciliar el sueño.
- Al principio, se le puede tapar con las mismas mantas o colchas de la cuna para que sus sensaciones no varíen tanto.
- Si antes los padres le leían un cuento cuando se iba a la cuna, ahora pueden leerlo en la cama para que asocie su nuevo entorno de sueño con un momento agradable de su rutina.