En el mercado hay muchos modelos de zapatos y otros calzados para los bebés que todavía no caminan, pero los expertos aconsejan que, durante su primer año de vida, los niños estén descalzos o solo con unos calcetines o patucos que les abriguen del frío. Este artículo explica el porqué de esta recomendación, incluso detalla la relación que tiene en el desarrollo de la inteligencia, y describe las características que debe reunir el calzado a partir del año de vida: entre otras cosas, debe ser cómodo y permitir que el pie se mueva con libertad.
Durante el primer año de vida, mejor descalzos
Los bebés son muy atractivos para las marcas y empresas. Por eso, de un tiempo a esta parte han creado muchos productos para ellos. Sin embargo, una gran cantidad no son necesarios. Más aún, algunos pueden resultar incluso perjudiciales para los pequeños. Los calzados para preandantes o para el gateo son un ejemplo de ello.
En realidad, lo más aconsejable es que, antes de andar -durante su primer año de vida, incluso un poco más-, los niños permanezcan descalzos o, en todo caso, con unos calcetines o patucos que les protejan del frío. Para eso «los pies del recién nacido tienen una almohadilla grasa en la planta que les confiere un aspecto gordito y aplanado», explica la ‘Guía práctica para padres desde el nacimiento hasta los 3 años‘, editada por la Asociación Española de Pediatría (AEP).
En el mismo documento se recoge que esa grasa plantar desaparece por lo general hacia los 12 meses de vida, momento en el cual «empieza a formarse el arco plantar o puente del pie». De modo que es el propio cuerpo el que parece indicar que es a partir de entonces cuando el calzado comienza a ser necesario.
La sensibilidad táctil de los pies, clave para la inteligencia del bebé
Pero la importancia de que los niños anden descalzos en esa etapa va mucho más allá. «Los pies del recién nacido tienen una sensibilidad táctil exteroceptiva mucho más fina que la de la mano y se mantiene así hasta los ocho o nueves meses», apunta Isabel Gentil García, experta en podología de la Universidad Complutense de Madrid, en un artículo publicado en la Revista Internacional de Ciencias Podológicas. «Por ello -añade el texto- en los primeros meses utiliza los pies para informarse del mundo exterior, toca con ellos todo lo que tiene a su alcance, los manipula con sus manos y los lleva a la boca donde las terminaciones nerviosas sensitivas son mayores».
El artículo de Gentil García titulado ‘Podología preventiva: niños descalzos igual a niños más inteligentes‘ tiene en cuenta principios de la neurofisiología, según los cuales muchas terminaciones nerviosas, como los llamados corpúsculos de Meissner (receptores del tacto fino) y los corpúsculos de Pacini, «responsables de la percepción de la presión profunda y vibratoria, se localizan en la grasa subcutánea de las plantas de los pies». Y añade que «los corpúsculos de Krause reciben las sensaciones de frío y los de Ruffini, de calor».
Por otra parte, la costumbre de los bebés de cogerse los pies con las manos les brinda «experiencias sobre los límites del propio cuerpo, nuevas sensaciones y en consecuencia desarrollo cognitivo». Dado que «la motricidad, sensibilidad y psiquismo están íntimamente unidos», permitir al niño moverse descalzo representa ayudarle a «seguir desarrollando su inteligencia».
Cómo deben ser los zapatos para bebés a partir del año de vida
A partir de los 12-15 meses, el niño supera esa etapa y comienza a andar y, por lo tanto, los expertos recomiendan el calzado infantil que pueden llevar. ¿Cómo deben ser los zapatos o zapatillas para el bebé? La ‘Guía’ de la AEP apunta algunas características fundamentales:
- El calzado debe proteger y abrigar el pie, pero no aprisionarlo ni aislarlo de los estímulos externos. Por lo tanto, es importante que el niño mantenga el control de los estímulos internos (movimiento, equilibrio, postura) y un buen contacto de la planta del pie con el suelo, lo cual permitirá su normal desarrollo muscular.
- La suela del zapato tiene que ser antideslizante y flexible, para que el pequeño pueda doblar el pie al caminar. La parte delantera del calzado debe poder doblarse hacia arriba con facilidad.
- El calzado debe dejar libre la articulación del tobillo al caminar. Esto quiere decir que el contrafuerte trasero -el cual debe «aportar sujeción sin ser demasiado rígido»- tiene que llegar justo por encima del talón.
- La puntera del calzado debe ser redondeada y lo bastante ancha para que los dedos se muevan con libertad, sin llegar a tocar el final de los zapatos. Se debe comprobar que queden entre 5 y 15 milímetros entre el extremo del dedo más largo del niño y el calzado. «No hay que comprar nunca un zapato de un número mayor con la idea que de que le valdrá durante más tiempo», especifican los expertos. «Si se le sale o se desliza el talón, hay que probarle otra talla», aclaran.
- Conviene buscar calzados fabricados con materiales naturales, como piel o cuero, que posibiliten una correcta sudoración de los pies y eviten alergias. Hay que revisar, por otra parte, que el forro interno carezca de costuras u otras rugosidades que puedan lastimar su piel.
- Por último, se aconseja buscar un zapato o zapatilla que se adapte bien al pie, con cordones o velcro, y evitar las chanclas, zuecos u otros calzados que generen la sensación de que se salen al caminar, para que los dedos no tengan que efectuar un movimiento de agarre a cada paso.
“Nunca obligue al niño a usar un par de zapatos con los que no esté cómodo o que le molesten”, aconseja Santiago García-Tornel, pediatra asociado del hospital San Joan de Déu, de Barcelona. A menudo los niños se quitan el calzado ellos solos. Cuando son muy pequeños, esto es porque necesita el estímulo táctil en los pies. Obligarle a andar con calzado puede ser como forzar a un adulto a usar manoplas, que reducen la utilidad y sensibilidad de sus manos.
Cuando el niño ya camina y se quita el calzado con frecuencia, puede que le resulte incómodo. El pediatra García-Tornel recomienda, en esos casos, revisar los pies del pequeño, para comprobar que no existan zonas rojas, ampollas o callos y ver cada cierto tiempo si el tamaño de los zapatos sigue siendo adecuado para el de los pies o si ya es necesario buscar uno nuevo.