A menudo se cree solo las personas adultas roncan, sobre todo los hombres, pero en realidad es un problema que también afecta a muchos bebés y niños. Y pese a que puede parecer que quien ronca duerme con un sueño más profundo, ocurre todo lo contrario: los ronquidos son un inconveniente en sí mismos y, muchas veces, también un síntoma de algún problema de mayor importancia. Este artículo ofrece datos sobre los ronquidos en la infancia, el problema que representan, qué se debe hacer si el pequeño ronca y el riesgo de que padezca el síndrome de apnea-hipoapnea del sueño.
Uno de cada diez niños ronca
Cuando están resfriados o padecen algún problema respiratorio, muchos bebés y niños roncan, y dejan de hacerlo cuando esa enfermedad desaparece. Pero otros roncan de manera habitual todos los días. Y no son pocos: ocurre con uno de cada diez menores, pese a que a menudo se piensa en los ronquidos como una molestia exclusiva de las personas adultas.
El ronquido es el síntoma más común de los trastornos respiratorios del sueño (TRS). Desde un punto de vista técnico, se define como «la manifestación sonora de la resistencia de la vía aérea superior durante el sueño», según la Asociación Española de Pediatría (AEP). Es decir, es el ruido que produce el aire al pasar por una vía que le resulta demasiado estrecha.
Además de los catarros o las alergias (rinitis o asma), hay otros factores que se asocian con los ronquidos: las regurgitaciones de alimento en los lactantes, la condición de fumador pasivo, la existencia de adenoides o amígdalas demasiado grandes y una forma inapropiada de la mandíbula y la cavidad bucal.
¿Es un problema que mi bebé ronque?
Hasta hace unos años, el llamado ronquido simple, habitual o primario (es decir, el que no está asociado a ningún otro problema) se consideraba benigno, es decir, carente de consecuencias negativas. Sin embargo, en la actualidad, se sabe que todos los TRS -incluido el ronquido simple- «provocan multitud de alteraciones y consecuencias clínicas«, como lo señala un artículo de Ignacio Cruz Navarro publicado en la revista especializada Pediatría de Atención Primaria.
Aunque a veces se cree que el ronquido es un síntoma de un sueño más profundo y de mayor calidad, según la AEP, «el ronquido puede afectar a la arquitectura del sueño, de forma que este puede no ser tan reparador ni de tanta calidad». Este sueño inadecuado puede derivar en otros inconvenientes, como que cueste más de lo normal levantarse por la mañana, bajo rendimiento escolar (algunos niños hasta se duermen en clase), dolores de cabeza, falta de apetito y problemas de conducta y para relacionarse con los demás. Los pediatras señalan que los menores que roncan incluso «tienen con más frecuencia terrores nocturnos, pesadillas, sonambulismo y otras alteraciones del sueño conocidas como parasomnias«.
¿Qué hacer si el niño ronca?
Según la ‘Guía de Práctica Clínica sobre Trastornos del Sueño en la Infancia y Adolescencia en Atención Primaria’, el ronquido habitual tiene su pico máximo de incidencia sobre los 2-3 años, mientras que el declive ocurre después de los nueve años de edad. De modo que el ronquido habitual en un niño no significa que, en todos los casos, se esté en presencia de un futuro adulto roncador.
Lo apropiado es informar al pediatra de que el pequeño ronca. El especialista deberá encargarse de analizar las posibles causas y establecer si se trata de un ronquido simple o si está vinculado con otros problemas o riesgos. Si es posible, también tomará medidas destinadas a eliminar esos motivos y lograr, de esa manera, que el niño deje de roncar.
Si el pequeño ronca, se debe prestar atención para saber si se trata solo de ronquido simple o primario o si padece el síndrome de apnea-hipoapnea del sueño (SAHS). Este problema, que afecta a uno de cada cinco niños roncadores, es algo más grave: el menor no solo emite ruidos roncos al dormir, sino que, además, durante el sueño parece luchar para poder respirar, deja de hacerlo durante algunos segundos, suda mucho y adopta posiciones extrañas.
Las consecuencias del SAHS también son de mayor importancia que las del ronquido simple. Además de que los mismos síntomas ya se manifiesten con más intensidad, aparecen otros como enuresis (el niño se orina en la cama), hipertensión arterial y fallo de medro (falta de crecimiento).
En la mayoría de los casos, la solución para el SAHS consiste en la extirpación quirúrjica de las adenoides y las amígdalas del pequeño. La operación se conoce como adenoamigdalectomía y, según la AEP, logra solucionar el problema en 7-8 de cada 10 niños que padecen este síndrome. En “algunos casos de fracaso de las medidas quirúrgicas” se indica el uso de un dispositivo de presión positiva continua en la vía aérea, que bombea aire a presión hasta los pulmones y que se conoce como CPAP nasal.