Los sueños de algunas mujeres que esperan un bebé se pueden truncar por un aborto inesperado. La tasa de incidencia de este problema espontáneo oscila entre el 10% y el 15%: alrededor del 12% en gestantes veinteañeras y del 25% en mujeres mayores de 40 años. Pero, ¿qué le sucede a una mujer después de un aborto? ¿Qué sensaciones y emociones experimenta? ¿Cómo puede recuperarse? Un psicólogo responde a estas preguntas a las que cada año se enfrentan numerosas mujeres que deben asumir esta pérdida.
Entre la culpa y la ansiedad
¿Qué pasa por la cabeza y el corazón de una mujer tras un aborto? Tanto si es espontáneo e inesperado, como si es voluntario, se identifican aspectos en común. El primero es el síndrome de la culpabilidad. En el caso del aborto espontáneo, la mujer tiende a pensar que no ha actuado bien, que se ha esforzado más de la cuenta o que no ha cuidado su salud, entre otras cosas. Es un estado de ánimo que destruye por dentro. Así lo explica Jaime Reynes, psicólogo del programa Comparte tu hijo antes de nacer, de la Policlínica Miramar.
Este efecto de culpabilidad surge, aunque menos, en el aborto decidido porque se ha dado una racionalización previa y el factor de la culpa ya se ha elaborado e, incluso, se ha debatido con médicos, psicólogos y familia en algún caso, lo que actúa como mecanismo de prevención. Gracias a ello, la palabra culpa se reduce a «responsabilidad implícita», aclara Reynes.
La culpabilidad y la ansiedad están relacionadas con la reacción del entorno de la mujer antes, durante y después del aborto
El segundo factor que se debe tener en cuenta tras un aborto es la ansiedad, evidente en el espontáneo, pues genera la duda de si la mujer se volverá a quedar embarazada, si la pérdida sucederá otra vez o si hay distintos factores amenazantes escondidos. En el caso del programado, la ansiedad «pesa» más antes de tomar la decisión de interrumpir el embarazo, unida a la inquietud de enfrentarse a un proceso quirúrgico. Ambos factores, culpabilidad y ansiedad, están relacionados con la reacción del entorno de la mujer antes, durante y después del aborto, sea espontáneo o programado, puesto que su estado de ánimo es vulnerable a la opinión de los padres, los amigos y su núcleo más cercano. Es muy importante, por tanto, descartar cualquier tipo de reacción punitiva.
Del apego al duelo
Cuanto más avanzado está el embarazo, más dura resulta la pérdida del futuro bebé, puesto que entre madre e hijo surge un estrecho vínculo, que se genera a medida que la madre toma conciencia emocional de que en su interior crece una criatura, que forma parte de ella y de su realidad. Al inicio, la noticia del embarazo es un shock frente al que se puede reaccionar con ilusión o con miedo. Pero pasada «esta emoción dura y que caduca», en el embarazo surgen otros sentimientos.
La mujer empieza a buscar el bebé en su barriga; puede sentir dolor, que sufre cambios físicos y que le invade un torrente hormonal. Las primeras emociones se convierten luego en apego, la unión madre-hijo. «Cuanto más se desarrolla el apego, más difícil y más duro es romperlo en el sentido emocional. Es un vínculo inherente a todas las especies vivas, que avanza más a medida que lo hace el embarazo», declara Reynes.
Ante un aborto espontáneo, se pone en marcha otro proceso mental: el duelo, que será más o menos intenso según cada mujer, en función de su apego y de las habilidades que tenga para afrontar la frustración que ello supone. En madres de edad más avanzada y que ya tienen un hijo o dos, la pérdida de otro no resulta tan dolorosa como en una madre primeriza, sobre todo si es de edad avanzada.
La mujer y su entorno
Además de las secuelas físicas, ¿qué pasa por la mente de las mujeres? La madre primeriza tiende a sufrir miedo y ansiedad porque teme tener algún problema en su organismo y no poder quedarse embarazada. Cuando es una mujer joven, de unos 19 años, estos temores pueden ser más fáciles de dominar, pero a partir de 36 ó 37 años, se amplifican. Si la mujer que ha sufrido el aborto ya tiene hijos, hace el duelo acompañada y centrada en el cuidado de estos.
Estas madres superan la pérdida poco a poco, gracias a su propia realidad. Según datos de Kupman, las mujeres que han pasado por un aborto tienen el doble de riesgo de caer en una depresión, respecto a quienes no lo han sufrido. Hay estudios que revelan un 10,9% de depresión en mujeres que abortaron de manera espontánea, mientras que un 4,3% se vieron afectadas de algún modo por esta experiencia. En general, los cuadros de depresión se dan en el primer mes postaborto y afectan más a las mujeres sin hijos.
No hay que olvidar que el aborto no solo puede ser una experiencia traumática y angustiosa para la madre, sino también para su pareja. Ambos pueden quedar marcados por este acontecimiento. Algunas reaccionan de forma pasiva, con retraimiento y aislamiento, mientras que otras sienten deseos de hablar de ello. Una actitud no es más correcta que otra: cada pareja debe actuar según sus sentimientos.
A veces, puede ser necesaria una intervención psicológica. El psicólogo interviene sobre los dos factores que aparecen más aumentados en la mujer, como la ansiedad y la culpabilidad, “dos peces que se muerden la cola” e, incluso, es posible que también deba hacerlo en el entorno, más que sobre la misma afectada. En algunos casos, la mujer que lo ha sufrido ya ha racionalizado lo sucedido, mientras que el entorno tiende a perder más la cabeza, a enzarzarse en peleas y, en ocasiones, a acrecentar los sentimientos de culpabilidad y ansiedad que experimenta la mujer.