La preeclampsia es una enfermedad del embarazo definida por dos características: la hipertensión y la presencia de proteínas en la orina. Puede generar complicaciones, pero eso ocurre poco en la actualidad, gracias a la aplicación de los protocolos apropiados. Lo más importante es realizar controles frecuentes para vigilar que los datos se mantengan estables. A continuación se explican las características de la preeclampsia, qué hacer cuando se padece, su incidencia, los factores relacionados con su aparición y los grupos de mujeres con mayor riesgo de contraerla.
Preeclampsia durante el embarazo
Los embarazos a partir de los 35 años aumentan el riesgo de preeclampsia
La preeclampsia es una complicación del embarazo caracterizada por padecer hipertensión y proteinuria, presencia de proteínas en la orina, a partir de la semana 20. Estos síntomas suelen acompañarse de edemas (hinchazón) en la cara, manos y párpados.
La enfermedad puede ser leve o grave. En función de esta característica, se aplicará un tratamiento u otro. En cualquier caso, solo se cura con el final del embarazo.
Para diagnosticar preeclampsia, es necesario que se cumplan dos condiciones. La primera es que la tensión arterial sistólica de la mujer embarazada sea igual o superior a 140 milímetros de mercurio (mmHg) y la diastólica sea igual o mayor que 90 mmHg. La segunda condición que se debe cumplir es que la presencia de proteínas en la orina exceda los 300 miligramos cada 24 horas.
Para evitar que una circunstancial alteración nerviosa provoque una medición incorrecta, la ‘Guía Práctica de Urgencias en Obstetricia y Ginecología‘, de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia, establece realizar como mínimo dos mediciones con al menos seis horas de diferencia entre una y otra.
Sin un tratamiento apropiado, la preeclampsia grave podría ocasionar daños en el hígado, los riñones y el cerebro de la mujer e, incluso, derivar en una eclampsia y provocar un coma. No obstante, al aplicarse los controles y protocolos adecuados, estas consecuencias son sumamente infrecuentes.
Tengo preeclampsia, ¿qué hago?
Los protocolos de la Asociación Española de Pediatría establecen que, para casos leves, el tratamiento consiste en «controlar la aparición de signos de gravedad» y, si estos no ocurren, «terminar la gestación, sin sobrepasar la semana 40».
El seguimiento de la paciente «debe ser estricto a partir del momento en que se detecta la preeclampsia», destacan estos expertos. Por su parte, la asociación «El parto es nuestro», cuyo objetivo es «mejorar las condiciones de atención a madres e hijos durante el embarazo, parto y posparto», señala que se debe vigilar la tensión arterial y del peso, y realizar controles semanales para medir la tensión arterial y las proteínas en la orina.
Si la situación materna es estable, los expertos recomiendan seguir adelante con el embarazo. Pero recuerdan que, en los casos graves, puede ser recomendable inducirlo, de ser posible, después de la semana 32.
Preeclampsia y factores relacionados con su desarrollo
«La preeclampsia es el principal contribuidor de la mortalidad y morbilidad materna y neonatal en países desarrollados», expresó Francisco Álvarez, presidente de la Sociedad Española de Bioquímica Clínica y Patológica en el simposio ‘Problemas de la mujer y el feto en el embarazo y postparto‘, celebrado en marzo.
La preeclampsia afecta a entre el 1% y el 2% de los embarazos en España. Sin embargo, sus causas precisas aún no se han descubierto. Los científicos las investigan todavía y, en el camino, han identificado algunos factores relacionados con su desarrollo, los cuales se engloban en tres tipos: genéticos (se heredan tanto a través de vía materna como paterna), inmunológicos (por eso es más frecuente en madres primerizas, sobre todo si no han estado expuestas a ciertos antígenos paternos) y nutricionales (como la falta de ingesta de calcio en algunas poblaciones).
Existen algunos grupos de mujeres en los cuales la preeclampsia es más probable. Son los siguientes:
- Mujeres que atraviesan su primer embarazo.
- Adolescentes o mayores de 35 años.
- Mujeres que padecen obesidad.
- Mujeres con embarazos múltiples.
- Mujeres con antecedentes genéticos de preeclampsia (cuyas madres o hermanas o ellas mismas hayan sufrido la enfermedad en un embarazo anterior).
- Mujeres con hipertensión arterial, diabetes, problemas de coagulación o trastornos autoinmunitarios.