Durante sus primeros meses de vida, los bebés reciben un buen número de vacunas en forma de inyecciones. Estas deben aplicarse, según el consejo de los especialistas, en el muslo del niño, ya que esta es la mejor forma de garantizar su máxima eficacia y de reducir el riesgo de que se produzcan efectos secundarios. Este artículo explica por qué durante el primer año de vida conviene poner las vacunas en el muslo y no en el brazo o las nalgas, qué casos se consideran especiales y cuáles son los posibles efectos adversos de las vacunas.
El calendario recomendado por el Comité Asesor de Vacunas de la Asociación Española de Pediatría (CAV-AEP) establece que los bebés, durante su primer año de vida, deben recibir más de una veintena de vacunas. Para su aplicación se deben tener en cuenta una serie de medidas. Una de ellas es el lugar adecuado en el que las vacunas se deben administrar.
Por qué en el muslo y no el brazo o las nalgas
¿Cuál es la parte del cuerpo más apropiada para poner las vacunas a los niños? Casi todas las vacunas son intramusculares, es decir, la inyección debe llegar hasta dentro del músculo. De esta forma se garantiza su mayor eficacia y se reducen las posibilidades de que se produzcan efectos adversos locales. Dada la importancia de alcanzar el músculo, los expertos de la CAV-AEP recomiendan que, en los menores de un año, las vacunas se apliquen en el muslo del niño, en concreto en el vasto externo del cuádriceps.
La conveniencia de administrar la vacuna en ese sector, según estos especialistas, radica en que «dispone de una importante masa muscular y no está transitado por vasos sanguíneos gruesos o nervios que puedan resultar dañados con el pinchazo». Otra ventaja es que, como son tan pequeños y por lo general todavía no andan, si la vacuna le produjera una reacción que le causara molestias, no le ocasionaría una cojera ni ningún otro problema importante en sus actividades normales.
A partir del año de vida, y para siempre en adelante, el sitio más recomendado para las vacunas es el brazo, sobre todo el músculo del hombro, llamado deltoides. Esto es así porque, por un lado, a partir de esa edad las posibles reacciones molestas de la vacuna sí le afectarían al andar; y por el otro, porque desde ese momento el deltoides ya está lo bastante desarrollado como para que los riesgos de lesionar otros tejidos sean muy bajos.
La técnica adecuada, en todos los casos, es una inyección intramuscular profunda, con una aguja lo bastante larga y que se clave de manera perpendicular a la piel.
Las nalgas, por su parte, se desaconsejan como zona donde aplicar las vacunas, ya que allí es más probable que la aguja no llegue al músculo y la sustancia se deposite en el tejido subcutáneo. Si esto sucede, la vacuna es menos eficaz y el riesgo de efectos secundarios se incrementa.
Casos especiales
Hace unos años, científicos estadounidenses analizaron las reacciones de una muestra de 1,4 millones de niños ante unos seis millones de las vacunas intramusculares más comunes. El dato más relevante de sus conclusiones -publicadas en 2013 en la revista Pediatrics– indicaba que la vacuna contra la difteria, el tétanos y la tosferina (conocida como DTPa) conviene aplicarla en el muslo incluso hasta los tres años, ya que, de esa manera, el riesgo de reacciones adversas es mucho más bajo que si se administrara en el hombro.
De las seis dosis de esta vacuna, las tres primeras se aplican durante el primer semestre de vida del bebé y las dos últimas a los 6 y 12 años, respectivamente. Por ello, no hay dudas: las primeras tres se dan en el muslo y las últimas, en el brazo.
La duda surge en torno a la restante, cuya administración se recomienda entre los 15 y 18 meses. ¿Dónde darla: en el muslo o en el hombro? Es una cuestión que «debe valorarse con cautela», expresan desde la CAV-AEP, «pues, además de ser relativamente infrecuentes las reacciones vacunales locales, no es lo mismo tener molestias al mover un brazo que padecer una cojera como efecto secundario de la vacunación».
¿Cuáles son los posibles efectos secundarios, no deseados y adversos que se producen como consecuencia de la vacunación en los niños? Los más comunes, sobre los cuales no ejerce ninguna influencia el lugar del cuerpo donde se aplique la inyección- son los siguientes:
- Enrojecimiento, dolor e hinchazón en la zona de la punción. Ocurre con bastante frecuencia. Es una reacción pasajera, que se calma con una compresa fría o, si hace falta, un analgésico (ibuprofeno o paracetamol).
- Bulto en el lugar de la punción. Lo causan las vacunas contra la tosferina y la meningitis B. Solo duelen si se ejerce presión sobre ellos, así que basta con no apretarlos para evitarlo. Desaparece después de algunas semanas.
- Fiebre. “Casi cualquier preparado vacunal puede producir fiebre después de su administración”, explica el CAV-AEP. De todos modos, es más frecuente en ciertos casos: con la vacuna contra el meningococo B, la que va contra la difteria, el tétanos y la tosferina (DTPa) y después de la llamada triple vírica (contra el sarampión, la rubeola y la parotiditis). En este último caso, la fiebre puede aparecer hasta 15 días después. Se puede dar al niño un antitérmico (ibuprofeno o parecetamol) y acudir al médico si los síntomas son graves o si la fiebre persiste por más de 48 horas.
De forma muy excepcional -un caso por cada millón de vacunas aplicadas- se producen efectos adversos graves, como reacciones anafilácticas (es decir, alérgicas) o encefalopatía, ante las cuales el médico debe actuar de inmediato. De todos modos, como explica el CAV-AEP, es un riesgo que merece la pena correr, ya que los beneficios son mucho mayores. Ese riesgo es mucho más bajo que las probabilidades de que el pequeño contraiga, si la vacuna no se aplica, la enfermedad de la cual se le protege.