Hay pocas enfermedades de la madre que recomienden el abandono de la lactancia natural. Incluso ante patologías graves, los especialistas creen que lo mejor es valorar cada caso y considerar los beneficios de la lactancia frente a los posibles riesgos de la salud del lactante. Muchas veces la solución pasa por escoger los medicamentos más apropiados y compatibles con la lactancia, por extraer la leche antes de la administración del fármaco o por su tratamiento (pasteurización y congelación) para inactivar determinados virus.
La Academia Americana de Pediatría asegura que a los nutrientes de la leche materna se suman anticuerpos, hormonas y enzimas digestivas que confieren protección al bebé contra multitud de enfermedades. Entre ellas, alergias, eccema, diarrea, asma, neumonía, infecciones respiratorias, infecciones de oído y meningitis. Y sus beneficios no se quedan en el bebé. A la madre ofrecen una recuperación más rápida del peso, menos probabilidades de sufrir anemia después del parto, cáncer de ovarios, de mama y osteoporosis. Sin embargo, a menudo, ante una enfermedad leve, las madres optan por abandonar la lactancia por miedo a transmitirla a sus pequeños o por miedo a los efectos secundarios de los medicamentos que toman para tratarlas.
Enfermedades incompatibles con la lactancia: unas pocas
Son muy pocas las enfermedades que excluyen la lactancia materna, ya sea por el riesgo de transmitir la enfermedad al bebé o por los efectos secundarios del propio tratamiento. Es el caso de una madre portadora del virus del sida. Otro caso es la infección provocada por el virus de la leucemia humana de células T, que causan leucemia y algunas formas de linfoma en el adulto. Ambas se transmiten por la leche materna. Sin embargo, los especialistas insisten en que solo se debe abandonar la lactancia si se dispone de fórmulas adecuadas para la lactancia artificial, ya que los estudios demuestran que si se extrae la leche y se congela, el virus queda inactivo y luego se puede administrar al bebé.
Esta es la primera recomendación para las madres portadoras del citomegalovirus. La lactancia no está contraindicada, pero deben extraerse la leche, pasteurizarla y congelarla para disminuir el riesgo de contagio. En cambio, según la Asociación Española de Pediatría (AEP), la tuberculosis activa no excluye la lactancia, ya que es una dolencia que se transmite por vía respiratoria. De hecho, desde la «Center for Pulmonary and Infectious Disease Control The University of Texas Health» aseguran que los fármacos antituberculosos pasan en poca cantidad a la leche materna y no son nocivos para el bebé, pero tampoco le confieren inmunidad. Por este motivo, la madre debe utilizar mascarillas para no transmitir la enfermedad al hijo.
Otras patologías que excluyen la lactancia son: la galactosemia, porque los niños deben recibir una dieta sin lactasa ni galactasa desde el nacimiento, la deficiencia primaria congénita de lactasa y la fenilcetonuria, entre otros defectos del metabolismo de los aminoácidos.
Falsas creencias: enfermedades de la madre que no contraindican la lactancia
Ante algunas enfermedades crónicas, como la diabetes mellitus, e infecciones agudas, como los resfriados, no solo no es recomendable abandonar la lactancia, sino que, incluso, es contraproducente. Las madres diabéticas que dan el pecho, a pesar de que tienen mayores probabilidades de sufrir mastitis, logran un mejor control de la glucosa y una disminución de las necesidades de insulina. De la misma manera, cuando la madre sufre procesos infecciosos, como resfriados, diarreas o amigdalitis, no es recomendable dejar la lactancia.
En el momento en que la madre manifiesta los primeros síntomas de la infección, el bebé ya ha estado expuesto a los gérmenes responsables y, por tanto, al contagio. La madre, que ya ha creado anticuerpos contra la enfermedad, se los transmite a través de la leche, que le confiere protección o una disminución de la gravedad de los síntomas. Si es necesario, la madre puede tomar medicamentos para sobrellevar la infección, siempre que sean compatibles con la lactancia.
Según el Comité de Lactancia Materna de la AEP, entre las enfermedades que no requieren el abandono de la lactancia figuran: hepatitis A, hepatitis B (con la administración de inmunoglobulina antihepatitis B y la primera dosis de la vacuna antes de las 24 horas de vida del bebé), rubéola, parotiditis, salmonelosis, malaria, hipotiroidismo e hipertiroidismo materno, quistes benignos y fibroadenomas en las mamas.
Lactancia compatible con muchas situaciones
Las situaciones de pezón plano -que no sobresale- o invertido no impiden dar el pecho. Tampoco se han observado efectos secundarios en el bebé cuando la madre lleva implantadas prótesis de silicona: los estudios realizados hasta el momento indican que las mujeres con implantes no presentan mayores cantidades de silicona en la leche materna que quienes no son portadoras. Por este motivo, no hay que extraerlos ni tampoco medir las concentraciones de silicona en leche materna. Solo en el caso de que la incisión para la implantación de las prótesis se hubiera realizado alrededor de la areola se podrían haber lesionado los conductos galactóforos y ello sí que dificultaría la lactancia.
En ocasiones, la madre lactante puede sufrir mastitis por obstrucción de los conductos y manifestar malestar general, inflamación y enrojecimiento de una zona localizada en el pecho e, incluso, fiebre. En este caso, la lactancia no está contraindicada porque, de hecho, es el mejor tratamiento. Los síntomas mejoran si se da con más frecuencia -y en la posición adecuada- el pecho afectado. En cambio, si no se vacía el pecho con frecuencia, es posible que persista el cuadro y que la leche acumulada se infecte por microorganismos que están de manera habitual en la piel, como estafilococos y estreptococos. En este caso, el médico prescribirá antibióticos.
La situación es distinta en países en desarrollo, donde las enfermedades infecciosas y la desnutrición son las primeras causas de mortalidad infantil. Este contexto -en el que es difícil disponer de medidas alternativas seguras a la lactancia materna- hace que la Organización Mundial de la Salud (OMS) la recomiende, incluso en madres con infecciones susceptibles de transmitirse al bebé. Un ejemplo: en madres infectadas por el VIH, los beneficios de la lactancia superan con creces el riesgo de transmisión.
Además, la experiencia ha demostrado que las madres malnutridas producen casi siempre un volumen de leche solo ligeramente inferior al que habría que esperar en condiciones normales. Y lo más importante, la composición no difiere mucho de la leche de las otras madres.