En algunos casos, la sangre de la madre embarazada y la sangre del bebé resultan incompatibles. Unas veces, la incompatibilidad está relacionada con el grupo sanguíneo y otras, con el factor Rh. Esto último sucede cuando la mujer gestante tiene el Rh negativo, mientras que el de su bebé es positivo. Hace apenas 50 años, esta diferencia provocaba la enfermedad hemolítica de los lactantes, una afección que causaba la muerte de 48 bebés por cada 100.000 que nacían vivos. Hoy, la incompatibilidad tiene solución si se siguen los controles y las pautas de inmunización recomendadas por los especialistas.
La sangre de todas las personas se clasifica por los antígenos A y B. La presencia, combinación o ausencia de ellos da lugar a los grupos sanguíneos conocidos: A, B, AB y O. Además, otro antígeno o proteína denominado D define el factor sanguíneo (Rh) y se encuentra en la superficie de los glóbulos rojos. En España, entre el 83% y el 85% de la población tiene esta proteína, es decir, pertenece al grupo Rh positivo. El resto carece de ella y, por este motivo, se considera Rh negativo.
Incompatibilidad Rh, ¿qué es?
Cuando en la circulación de una persona con Rh negativo penetran hematíes Rh positivos (debido a una transfusión o a un embarazo), su organismo se defiende: genera anticuerpos anti-Rh, cuyo objetivo es destruir a esos hematíes Rh diferentes. Durante el embarazo, si los hematíes del feto pasan a la sangre de la madre, el sistema inmunitario materno los trata como si fueran sustancias extrañas y crea anticuerpos contra ellas. Es el caso de la incompatibilidad Rh, también denominada enfermedad hemolítica del neonato inducida por Rh.
Si los anticuerpos anti-Rh pasan al feto, a través de la placenta, pueden destruir sus glóbulos rojos y dejar libre su contenido celular, incluida la hemoglobina (la molécula que transporta el oxígeno), en la sangre. La bilirrubina es una sustancia química de color amarillo que contiene la hemoglobina. Su exceso libre en la sangre provoca ictericia, una coloración amarillenta en la piel y la esclerótica (la parte blanca del ojo), además de hipotonía (disminución del tono muscular) del recién nacido.
A menudo, los primeros bebés carecen de síntomas porque la madre tarda en producir anticuerpos. Por este motivo, a no ser que la mujer haya tenido abortos que la hicieran quedarse sensibilizada, el primer hijo no sufre consecuencias. Una vez que su sistema inmunitario se sensibiliza, todos los bebés posteriores con Rh+ pueden resultar afectados.
Los síntomas son variados y de distinta gravedad, desde leves a mortales. Antes del parto, puede haber un aumento de líquido amniótico alrededor del feto (polihidramnios). Las formas más graves pueden provocar daño cerebral debido a los altos niveles de bilirrubina (Kernicterus), acumulación de líquido en el organismo del neonato y alteraciones cognitivas, de movimiento, audición, del habla y convulsiones.
Tratamiento con inmunoglobulinas
Antiguamente, se procedía a un recambio total de la sangre del neonato (exsanguinotransfusión) e, incluso, se practicaban transfusiones intrauterinas. Hoy en día, es distinto. Mediante el cribado de las embarazadas, se identifica aquellas con Rh- y se procede a la profilaxis inmunoglobulina anti-D (Rh0), después de cualquier evento de sensibilización, en las primeras 72 horas. Es decir, debe administrarse durante cada embarazo, después de un aborto (espontáneo o provocado) y después de pruebas invasivas, como una amniocentesis o una biopsia de corion. Se inyecta por vía intramuscular o intravenosa y es efectiva, como mínimo, durante 6 semanas.
La inmunización previene la formación de anticuerpos de la madre Rh- contra las células Rh+ del feto que pueden pasar a la circulación materna, con el fin de proteger a los futuros bebés de la enfermedad hemolítica del neonato. La administración sistemática a partir de finales de los años 60 a todas las gestantes con Rh negativo e hijos con Rh positivo ha hecho desaparecer casi por completo la enfermedad hemolítica de lactantes, que en 1969 causaba la muerte de 48 bebés por cada 100.000 nacidos vivos.
Luchar contra la incompatibilidad Rh con evidencias
Para la profilaxis prenatal, la guía National Institute for Health and Clinical Excellence (NICE) recomienda administrar dos dosis de, al menos, 500 U de inmunoglobulina anti-D. La primera, a las 28 semanas de gestación y la segunda, a las 34. En la profilaxis posparto, se administra inmediatamente después del alumbramiento y no después de 72 horas. No obstante, también señala que no sería necesario administrar profilaxis anti-D a una mujer Rh negativa, cuando esta ha planificado no tener más hijos o si mantiene una relación estable con un hombre Rh negativo.
Otras guías de prestigio (basadas en experiencia clínica y en la opinión de expertos) recomiendan determinar el factor Rh del padre en gestantes con Rh-, cuando hay certeza sobre la paternidad biológica, para evitar la administración innecesaria de inmunoglobulina. Por otro lado, desde el U.S. Preventive Services Task Force aconsejan que a todas las embarazadas se les realice la prueba para conocer el factor Rh y la medición de anticuerpos, y repetir la medición en aquellas con Rh negativo y no sensibilizadas con anterioridad, entre las semanas 24 a 28 de la gestación, a menos que se conozca con certeza que el padre biológico sea también Rh negativo.
Existe una prueba que permite detectar el Rh del feto en la sangre materna para administrar la inyección solo a quienes tengan un bebé Rh+. No obstante, aún no es 100% fiable y resulta costosa. Las consecuencias de la incompatibilidad se minimizan si la gestante sigue las pautas que su obstetra le indica durante todo el proceso del embarazo y el parto.
Entre las semanas 8 y 9 de gestación se realiza una extracción de sangre materna para practicar diversos análisis. Entre ellos, la prueba de Coombs indirecta, cuya finalidad es detectar una posible incompatibilidad sanguínea. En ella se busca la presencia de anticuerpos anti Rh que pudieran generar destrucción de los hematíes del feto. Si el resultado es positivo, significa que hay presencia de anticuerpos, por lo que la salud del futuro bebé podría verse afectada.