Se llama Kim, tiene cinco años y es el mejor amigo de Julián, de cuatro. Juegan, charlan y hasta van de viaje juntos; a Julián le gusta todo de él, pero sobre todo le fascina que pueda volar. Y es que Kim no es real, es un amigo imaginario, una “presencia” común entre los pequeños que en la mayoría de los casos, según los expertos, no debe alertar a los padres. Este artículo formula y responde a algunas de las preguntas más frecuentes que los progenitores se plantean sobre estos compañeros invisibles y cómo afectan a sus hijos.
¿Es raro tener un amigo imaginario?
La presencia de un amigo imaginario como compañero de juegos del niño es mucho más común de lo que muchos padres creen. Según las investigaciones de Marjorie Taylor, especialista en esta figura y autora de ‘Amigos imaginarios y los niños que los crean‘ (Oxford University Press, 1999), un 65% de los pequeños hasta los siete años tiene un amigo invisible, que, tal como viene, se va.
Un 65% de los niños hasta los siete años tiene un amigo invisible
Aunque el estereotipo creado por los adultos apunta a que el amigo imaginario es un recurso que adopta el menor tímido o con problemas de comunicación con sus semejantes, Taylor y su equipo de investigación coinciden en que no hay ningún perfil específico que defina al candidato a tener un amigo irreal. Se trata tan solo de un juego que resulta divertido y entretenido para los pequeños, que, cuando deja de serlo, se acaba.
¿Es perjudicial para el niño?
Tener un amigo imaginario no representa ningún problema psicológico, forma parte de la fantasía y la imaginación del menor, ellos mismos saben y admiten que no son reales.
En cuanto a los posibles problemas de socialización, muchos padres piensan que este tipo de compañero de juegos fomenta el aislamiento. Sin embargo, «los niños que han tenido un amigo imaginario son muy sociables, llegan a tener muchos amigos reales y cooperan muy bien con ellos», afirma el pediatra Ernesto Sáez en su libro ‘¿Qué le pasa a mi hijo?’ (EDAF, 2007).
Los niños que han tenido un amigo imaginario son muy sociables, llegan a tener muchos amigos reales
Además, los expertos coinciden en que la existencia de este peculiar amigo no interfiere en la capacidad para relacionarse y comunicarse con los demás. De hecho, una reciente investigación publicada en el Journal of Experimental Child Psychology concluye que los pequeños que tienen un amigo imaginario son capaces de desarrollar un mejor razonamiento y habilidad comunicativa gracias al diálogo interno que mantienen con su compañero invisible.
¿Cuándo hay que preocuparse?
Aunque en un principio evocar a un amigo imaginario no supone un problema para el menor, los padres deben estar alerta por si detectan algunos signos que pueden ser motivo de preocupación. Si el pequeño se muestra «totalmente ensimismado con él, no juega con otros niños o parece que no es feliz por la existencia de ese amigo«, es aconsejable consultar al especialista, apunta Ernesto Sáez.
¿Cómo deben actuar los padres?
Para que el amigo imaginario no se convierta en un problema, los expertos aconsejan a los progenitores no darle excesiva importancia. «Ni intentar eliminarlo o negar que exista ni, por el contrario, tomarlo demasiado en serio», puntualizan los especialistas de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap). Lo recomendable es aceptarlo como un juego y por qué no, formar parte de él. Esto «facilita a los padres enseñar normas y modelar hábitos a través del compañero invisible de sus juegos».
¿Se puede sacar provecho de su amigo?
Más que una «molesta compañía», el amigo imaginario puede ser para los progenitores un instrumento útil para relacionarse con su hijo. «Una de las fortalezas del amigo invisible es que representa al propio niño, es él mismo», señalan los especialista de la AEPap. De este modo, a través del compañero invisible, los padres pueden enseñar normas y hábitos al hijo o, incluso, «corregir conductas preservando la autoestima». Asimismo, el pequeño puede utilizar a su amigo para expresar ideas, sentimientos o miedos propios que de otra forma sería incapaz de transmitir a los adultos.
¿Cómo son los compañeros invisibles?
Cada amigo imaginario es único y adopta una forma diferente según la imaginación del niño. Una investigación de Marjorie Taylor, basada en cerca de 600 descripciones de amigos imaginarios, los clasifica en dos grandes grupos: el 40% corresponde a un juguete o un objeto especial del menor que «adquiere» vida propia y el 60% restante se materializa en un personaje invisible. En este último caso, la mayoría adopta la forma de un niño, en ocasiones con algunos poderes mágicos, como volar, o con características muy especiales, como un color de piel o cabello inusual.