Un niño agresivo, desobediente, rebelde o indisciplinado puede ser la peor pesadilla para unos padres. Aunque las circunstancias ambientales que rodean al pequeño y su propio temperamento son factores que pueden incidir en un mal comportamiento, no los únicos. Los especialistas señalan a los propios progenitores como unos de los principales culpables de las malas conductas de sus retoños. En este artículo se explica la influencia de los padres en el comportamiento infantil y la importancia de la disciplina y se ofrecen algunos consejos para mejorar la conducta de los menores.
Niños que se portan mal
Los trastornos del comportamiento en niños son los principales motivos de consulta de causa no orgánica en los servicios de salud infantil
Los trastornos del comportamiento de los niños son los principales motivos de consulta de causa no orgánica en los servicios de salud, señala la Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria. Estos problemas, que pueden afectar a entre un 5% y un 8% de la población infantil, se manifiestan en conductas disruptivas que afectan no solo a la armonía familiar, sino también al entorno más cercano. Las rabietas y pataletas, la desobediencia e, incluso, la agresividad infantil son algunos de los comportamientos que expresan en algún periodo de su vida la mayoría de los pequeños.
El problema surge cuando estas conductas se convierten en rutina y una pauta constante en el día a día. ¿Qué hacer? El propio temperamento del niño puede tener parte de culpa de que los malos comportamientos sean más prevalentes en unos que en otros, explican los expertos. Pero este no es el único motivo.
¿Padres malos, niños malos?
¿Qué grado de culpabilidad se puede achacar a los padres? Según los investigadores, la relación entre el comportamiento del pequeño y el modo en el que sus progenitores lo tratan y educan es bastante significativa.
Los padres deben acompañar la disciplina de afecto, cariño y color emocional, explican los expertos
En el caso de las conductas disruptivas, estas se asocian por lo general a los estilos educativos demasiado autoritarios, con padres que tratan a sus hijos con normas minuciosas y rígidas, recurren con frecuencia a los castigos y poco las alabanzas. Otras características es que hay ausencia de dialogo.
Sin embargo, estas malas conductas infantiles también se relacionan con modelos paternales demasiado permisivos, que evitan la autoridad o son demasiado tolerantes y flexibles con las normas y límites.
Antonio Félix Raya, psicopedagogo de la Universidad de Córdoba, ha estudiado la asociación entre los estilos de crianza de los padres y la aparición de problemas de conducta en los niños. Tras analizar una muestra de 338 niños, de entre 3 y 14 pequeños, las conclusiones de Raya apuntan que unos niveles elevados en variables como el «apoyo, satisfacción con la crianza, compromiso, comunicación y disciplina de ambos progenitores» están relacionados con un menor índice de agresividad infantil.
Disciplina en casa: clave en el mal comportamiento
De entre estos factores, la disciplina es quizás el más influyente en el comportamiento disruptivo del menor; pero no entendida como una actitud de permanente castigo y corrección hacia las malas conductas del niño, sino como la capacidad de los padres para establecer normas y límites a los pequeños e inducirlos a su cumplimiento.
Pero la disciplina por sí sola no es eficaz. Los progenitores, apunta Raya, deben acompañarla de «afecto, cariño y color emocional». Es importante apoyar e implicarse en la crianza de los hijos, supervisarles y dotarles de autonomía, fomentar la responsabilidad y la madurez y evitar la hostilidad, la evaluación negativa, el rechazo y la desaprobación continua.
Mejorar el comportamiento de los niños es posible. Una herramienta de gran ayuda para los padres son las denominadas técnicas conductuales. “Son útiles y de fácil aplicación”, señala Pedro Rodríguez, pediatra especializado en psiquiatría infantil y autor de la ‘Guía Didáctica de trastornos del Comportamiento‘, editada por el Servicio Canario de Salud. Este especialista aconseja recurrir a ellas lo antes posible, “cuando los problemas de comportamiento están comenzando”, ser constante en su aplicación y llevarlas a cabo de forma coordinada en todos los entornos, tanto en el hogar como en la escuela.
Estas son algunas de las técnicas conductuales más eficaces:
- Corrección positiva de los comportamientos. Ante una conducta disruptiva hay que evitar las frases con negaciones. Es decir, no hay que decirle al pequeño lo que no tiene que hacer (“no le pegues a tu hermano”), sino lo que es correcto: “Tienes que querer a tu hermano”.
- Técnica de extinción. Cuando hay conductas desafiantes, el mejor modo de evitarlas es ignorarlas. Si el menor interrumpe y pide algo con vehemencia, o se empeña en hacer algo que no debe, lo aconsejable es ignorar su conducta, para que entienda que con el mal comportamiento no se atienden sus peticiones.
- Reforzar, no castigar. El reforzamiento positivo en el niño consiste en premiarle por sus buenos comportamientos, en vez de castigarlo por las malas conductas. Esto no supone darle un regalo cada vez que se porta bien: una palabra amable y una alabanza es, en muchos casos, más efectivo que un premio material.