Postergar la maternidad hasta más allá de los 40 años, ya sea por decisión propia o por las circunstancias particulares de cada uno, implica el riesgo de encontrar importantes dificultades para concebir de forma natural. De ahí que muchas de estas mujeres deban optar por someterse a tratamientos de reproducción asistida para lograr un embarazo. Entre las técnicas reproductivas más utilizadas a estas edades, destacan la fecundación in vitro y la inyección intracitoplasmática de espermatozoides, muy por encima de la inseminación artificial.
El «síndrome de Penélope»
En 2009, cerca de 13.500 mujeres con edad mayor o igual a 40 años se sometieron a algún tratamiento de fertilidad en España; en total, un 16,56 % de las pacientes recurrieron a estas técnicas. Así lo expresa el último registro de la Sociedad Española de Fertilidad (SEF), que recoge los datos de pacientes de 137 centros que desarrollan técnicas de reproducción asistida en nuestro país.
Parte de estas pacientes acuden a estos centros porque sufren lo que se ha denominado como «síndrome de Penélope», un término acuñado en Italia para designar a aquellas mujeres que, por distintas circunstancias, ya sean laborales, de pareja, económicas o personales, deciden postergar la maternidad hasta los 40 años o más y se encuentran con que a esa edad tienen problemas para obtener un embarazo de forma natural.
Fecundación in vitro, el tratamiento más común
Los especialistas apuntan que después de los 40, la tasa de esterilidad femenina se eleva hasta el 65-70%, sobre todo porque tanto el número como la calidad de los óvulos disminuyen de forma considerable. Este problema reproductor dificulta en gran medida la gestación natural, pero también la asistida.
Casi el 88% de las mujeres mayores de 40 años que desean tener un bebé se somete a un tratamiento de reproducción asistida para lograrlo
Por este motivo, y tal como confirman los datos del registro de la SEF, la mayoría de estas mujeres (87,8%) deben someterse a técnicas reproducción asistida, como la fecundación in vitro (FIV) o la inyección intracitoplasmática de espermatozoides (ICSI), que consisten en la unión del óvulo con el espermatozoide en el laboratorio, con el fin de obtener un número apto de embriones disponibles para transferir al útero materno.
Dentro de estas técnicas de reproducción, en casi un 60% de los casos es necesario optar por ciclos de recepción de ovocitos de donante o ciclotransferencias de embriones criopreservados (conservados a temperaturas muy bajas) procedentes también de ovocitos de donantes, mientras que en el resto de los casos los ciclos de fecundación se llevan a cabo con ovocitos propios de las pacientes.
Inseminación artificial después de los 40
Tan solo un 5,3% de las pacientes mayores de 40 años que acuden a los centros de reproducción asistida se someten a la técnica de inseminación artificial (IA), mediante la cual se deposita de forma artificial el semen en el tracto reproductor femenino para acortar la distancia que separa el óvulo y el espermatozoide y facilitar el encuentro entre ambos. De entre estas, el 41% recurre al semen de un donante anónimo y el resto lo hace con el de su pareja.
Sin embargo, los datos del registro de la SEF confirman que tan solo un 11% de los casos de inseminación artificial en mujeres a partir de los 40 años concluye con una gestación y de entre estas, la tasa de aborto se eleva a más el 50%.
Vitrificar los óvulos, una opción recomendable
Si a partir de los 35 años las posibilidades de obtener un embarazo disminuyen por el decrecimiento de la calidad de los ovocitos femeninos, ¿por qué no actuar antes? Los especialistas en reproducción asistida ofrecen en la actualidad a las mujeres que han optado por retrasar su maternidad una alternativa que les permite aplazar el momento de tener un hijo sin disminuir su tasa de fertilidad y sin necesidad de recurrir a óvulos de donantes en el futuro.
La vitrificación de óvulos, que consiste en extraer un determinado número de ovocitos de la paciente y congelarlos mediante la técnica de vitrificación, otorga a la mujer conservar la calidad de sus ovocitos en el momento el que estos aún no han envejecido y mantenerlos criopreservados para el momento en que estime más adecuado afrontar la maternidad. Se ha demostrado con diferentes estudios que la utilización de óvulos vitrificados ofrece las mismas posibilidades de gestación que los frescos e incluso que aumenta la tasa de gestación en mujeres de baja respuesta ovárica.