Si bien está cada ez más extendido el uso de libros electrónicos, los libros de papel siguen ocupando buenos espacios en las estanterías de las casas y representan, además, un aporte decorativo. Pero estos ejemplares necesitan de algunos cuidados para no deteriorarse antes de tiempo ante factores como el polvo, la humedad y la luz del sol. Este artículo se refiere a cómo los libros en buen estado invitan a leer y enumera consejos para limpiar y conservar el buen estado de los volúmenes de la biblioteca.
Libros en buen estado que invitan a leer
La presencia de libros en una casa supone una permanente invitación a la lectura. Pero, además, una librería puede resultar un elemento importante en la decoración de un salón u otra estancia. Por eso, hay que tener en cuenta que los volúmenes también necesitan ciertos cuidados: por un lado, mantenerlos limpios y, por otro, evitar que se expongan a condiciones que los pueden deteriorar.
Uno de los problemas más importantes para los libros es el polvo, un enemigo silencioso que se deposita sobre las portadas y hojas. Si no se limpian bien, puede ocurrir que al coger uno de la librería las manos se manchen, lo que no ayuda a la consulta y lectura de esos ejemplares.
Los muebles con estanterías cubiertas por puertas acristaladas protegen los libros y los dejan a la vista
Para evitar este inconveniente, la primera medida es procurar que reciban la menor cantidad de polvo posible. En general, si se puede, deben estar en habitaciones que no estén expuestas a muchas corrientes de aire.
Por otra parte, existen muebles con estanterías cubiertas por puertas acristaladas. De esta manera, los libros quedan a la vista, no dejan de formar parte de la decoración y es posible leer sus lomos sin exponerlos al polvo, y abrir las puertas del mueble solo cuando se quiera consultar o leer alguno.
Consejos para limpiar los libros
Una limpieza general de los libros se puede hacer con una aspiradora o un plumero, para quitar el polvo y la suciedad más superficiales.
Sin embargo, necesitan también una limpieza más profunda con cierta periodicidad. Esto exige tomarlos uno por uno, pasar un paño seco por su portada, contraportada, lomo y por los bordes de sus páginas.
En ocasiones el polvo de estos sectores es difícil de eliminar. Un modo efectivo de hacerlo es pasar las páginas con rapidez, abriendo el libro y usando el dedo pulgar. Es decir, como si se diera un rápido vistazo al contenido del volumen. De esta forma, los bordes de cada página se separan de los de las demás, y las partículas adheridas a sus uniones se desprenden y caen.
Los forros y sobrecubiertas son una protección muy apropiada para los libros que más se usan
Las portadas, contraportadas y lomos de la mayoría de los libros que se publican en la actualidad están fabricados con papel satinado o con algún otro tipo de tratamiento que permite limpiarlos con un paño ligeramente húmedo sin causarles daño. De este modo, se puede quitar la suciedad que queda en ellos cuando, por un descuido, se manchan con algún fluido pringoso, o si al retirar una etiqueta queda adherido a esta superficie un poco de pegamento.
Es importante recordar que si un volumen que tiene la portada o la contraportada sucia se guarda en un estante, el ejemplar que quede a su lado, en contacto con esa superficie, también se manchará.
El papel se deteriora de manera natural con el paso del tiempo. Pero existen algunas recomendaciones para cuidar los libros, conservarlos en buen estado y evitar que se deterioren de forma prematura. Las más importantes se enumeran a continuación.
Evitar que los libros queden expuestos al sol. La luz intensa daña tanto el papel como la tinta. Después de sufrir durante algún tiempo la incidencia directa de los rayos, la tinta perderá intensidad (es decir, se borrará) y el papel se resecará, se volverá quebradizo y durará mucho menos tiempo.
No colocarlos en sitios húmedos. La humedad excesiva también afecta al papel: lo deforma, cambia su composición y reduce su duración. Y también altera la tinta, ya que provoca a menudo que se desplace de su ubicación original y da lugar a manchones que afean las páginas y a veces llegan a imposibilitar la lectura. Por eso, se debe procurar ponerlos en habitaciones secas y, de ser posible, lejos de ventanas por donde la lluvia, en un descuido, pudiera colarse. Si pese a los cuidados no se puede evitar cierto nivel de humedad, es posible recurrir a la colocación de bolsitas con arroz en los anaqueles u otros de los trucos que también se usan para combatir la humedad en los armarios.
Tener cuidado con las fuentes de calor. Si los libros se ponen muy cerca de una estufa o de otra fuente de calor, pueden sufrir por el problema opuesto al anterior: la falta de humedad. Además, las hojas pueden secarse demasiado y tornarse demasiado quebradizas.
Usar forros y sobrecubiertas. Este tipo de protección es muy apropiado para los ejemplares que más se utilizan. Con estas coberturas, se evita que sus portadas, y en ciertos casos también sus páginas interiores, se deterioren. Existen protectores intercambiables, de cuero, goma EVA y otros materiales, que se pueden poner y quitar del volumen que se esté leyendo y evitar que se dañe durante su traslado. Una alternativa parecida es protegerlo con una bolsita de plástico cuando se lleva en un bolso, mochila u otro recipiente.
Hay muchos lectores apasionados a quienes les gustan los libros un poco viejos, a los que se les note que han sido leídos, incluso muchas veces. De todos modos, el objetivo de estos consejos no es pretender que el libro permanezca como nuevo a lo largo del tiempo, lo que es imposible, pero sí evitar que se deterioren antes de tiempo y se vuelvan difíciles o imposibles de leer.